Capítulo 58.

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No pensaba decir ni una palabra durante todo el camino al hotel, eso lo tenía más que claro. Sí él no lo iba a hacer yo tampoco.

Después de tener que estar esperándolo por más de una hora en la habitación junto a Ingrid, Victoria con Isabelle, y sus padres impacientes y preeminentes que no podían dejar de andar de un lado a otro quejándose de la seguridad y el nefasto servicio del hospital, milagrosamente Castiel hizo acto de presencia.

Por un momento me alegré. Ya había pensado que su enfado había sido tan grande como para marcharse del hospital, montarse en su coche e irse dejándonos aquí, pero gracias a Dios no fue tan infantil y capullo como para hacer tal cosa. Pero luego, cuando me adelanté y fui a pedirle una explicación o algo, me fulminó con la mirada sin dejar que me acercara y se fue exclusivamente hacia donde estaba Vic con Isabelle en sus brazos.

Eso me afectó... demasiado, diría yo.

No me lo hubiera esperado viniendo de él hacia mí. Jamás me había mirado de esa manera y entonces supe que mis palabras realmente se le habían clavado en el corazón.

Yo no quería que eso pasara, quería dejarle claro que había sido algo que dije en un momento de enfado y ya esta, pero también estaba cabreada y ese mosqueo me impedía hablarle como Dios mandaba. El orgullo dentro de mí siempre aprovechaba hasta la más mínima situación para salir a flote.

Me pasé todo el tiempo en qué estuvo despidiéndose de Vic y sus padres apoyada contra la pared, de brazos cruzados y mirando sin decir ni una palabra, aunque tampoco es qué se me permitiera hacerlo, pero si fuera así no haría una escenita como la que verdaderamente se merecía. Me fijé en cómo los padres de Vic que con tanta preponderancia me habían mirado, lo miraban a él de la misma manera, o incluso peor. Como si fuera un bicho raro y en ese instante sí que sentí pena por él, porque Castiel llevaba muchos años cuidando de su hija y aun así lo denigraban de esa forma tan horrible.

—¿Y... cuando le darán el alta a Victoria? —intentó sacar un tema de conversación Ingrid desde atrás en el coche, dándose cuenta de qué Castiel y yo llevábamos todo el tiempo ignorándonos. Yo miraba por la ventana o a veces a los dedos de mis manos apoyados sobre mis muslos, mientras él simplemente estaba atento en conducir.

Castiel tardó unos segundos en contentar y yo ni siquiera hice el amago de mirarlo.

—Uno o dos días, depende —contestó sin más.

Miré por el espejo retrovisor como Ingrid asentía suspirando y se dejaba caer en el respaldo del asiento, rendida ante nuestra actitud.

No nos dirigimos ni con una palabra en todo el trayecto y, aunque echaba de menos sus roces, sus caricias, sus palabras cariñosas, sus miradas y sus mimos, me quedé callada y no se lo hice saber.

El encuentro con Axel aún seguía rondando por mi mente. Quería saber qué es lo que había hecho ahí, en el mismo sitio que yo, en un lugar muy alejado de donde realmente vivíamos. Me sentía tonta por no haber pensado en el mismo momento que todo era demasiado sospechoso, me sentía idiota por no haberle dicho lo que pensaba desde un primer momento y, sobretodo, por haber permitido que él se interpusiera entre Castiel y yo ocasionando una pelea.

Cuando llegamos frente al hotel no sé por qué pero un escalofrío me recorrió por completo y los vellos se me erizaron. Mirar por la ventana y observar ese alto edificio en el que tantos momentos había pasado y aún más importante... dónde había conocido al amor de mi vida, quien ahora se encontraba a mi lado ignorándome por completo, hizo que el estómago se me revolviera.

Me bajé del coche sin mirar atrás, Ingrid hizo lo mismo.

—Ingrid, espérame, tengo que sacar las maletas del maletero —le pedí mirándola e intentando que viera a través de mis ojos que lo que le pedía iba mucho más allá de unas simples palabras.

Un perfecto verano © (Completa, en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora