No me extrañó en lo más mínimo que durante todo el tiempo que duró el camino de vuelta a casa hubiera tenido dos o tres ataques de ansiedad sin siquiera darme cuenta. Es como si no fuera yo misma, respiraba pero a la misma vez no, estaba el limbo de la subconsciencia y... Dios, era como si me estuviera destrozando a mí misma.
Lo único que hacía era agarrar la ropa que llevaba puesta en un puño y oler la esencia de Castiel. Era lo único que tenía de él.
Cuando llegamos a esa casa a la que nunca alcancé a llamar "hogar" el coche se detuvo abruptamente y todos se bajaron menos yo e Ingrid, quien, aunque parecía más despierta que antes, realmente estaba más drogada que nunca.
Había algo que solo yo sabía y es qué Ingrid había probado las drogas en diversas ocasiones. Le encantaba divertirse y nunca había antepuesto su salud a eso. Pero la diferencia entre drogarse por diversión y tener que tomar drogas recetadas para olvidar tal impacto emocional que podría acabar con la vida de cualquier ser humano es qué era demoledor.
La miré de reojo y quise volver a echarme a llorar al encontrarme su mirada perdida entre sus muslos, sus manos apretándose por sí solas hasta quedarse sin circulación y sus mejillas empapadas en lágrimas que caían sin siquiera darse cuenta o poder pararlas. Desgraciadamente, yo ya no podía llorar más de lo que había llorado, mis ojos estaban secos y, sintiéndolo mucho, no podía acompañarla de esa manera.
Como si hubiera notado mi mirada se giró hacia mí y me miró con sus ojos tristes.
Entonces la puerta de su lado se abrió dejándose ver a mi padre. Le desató el cinturón y la cogió entre sus brazos para sacarla del coche, ya afuera vi como la dejaba con cuidado en el suelo.
Me pasé una mano por la cara intentando despejarme del dolor de cabeza que me estaba derrumbando en esos momentos. Abrí la puerta de mi lado y salí por fin, pero nada más ver el panorama frente a mí que tantas veces había visto y qué en esos momentos desearía no volver a ver más, un nudo me apretó la garganta hasta tal punto de creer que me asfixiaría ahí mismo.
La tienda de Ramón estaba frente a mí. Podía verlo dentro detrás de la caja atendiendo a los clientes con esas pintas de ancianito luchador. Casi pinto una sonrisa en mis labios al observarlo, casi, pero no.
Un grito resonó a mis espaldas haciendo que me girara por reflejo y corriera en la dirección de la que había provenido.
—Ingrid, por favor —le pedía mi madre sin cesar. No sabía que estaba pasando.
Ingrid estaba en el suelo y se sujetaba la cabeza entre sus manos mientras gritos sin voz salían de su garganta. Me acerqué corriendo hacia ella y me agaché a su lado.
—¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado? —pregunté nerviosamente con un hilo de voz. Las manos me temblaban cuando quise tocar su hombro.
—Mi casa... —balbuceó horrorizada. Miré al mismo sitio que ella y tuve que cerrar los ojos con fuerza para no derrumbarme yo también—. Maddie, está... apagada —susurró mirándome.
Observé sus bonitos y vacíos ojos color miel sin saber muy bien que hacer.
Sabía lo que Ingrid estaba sintiendo ahora mismo, pero... Madre mía. Si yo no supe que hacer en su momento cuando murió mi padre como lo iba a saber con ella.
—Vamos dentro, Ingrid —le dije queriendo sacarla de este sitio y llevármela muy, pero que muy lejos, en un lugar donde no volviera a sentir ni una pizca de dolor, aunque, desgraciadamente, el dolor se llevaba por dentro.
Me levanté con algo de dificultad por el agudo dolor que sentía en cada una de mis articulaciones gracias a la tensión que tenía encima. Fui a cogerla del brazo, pero se soltó de mi agarre con una fuerza que me dejó paralizada y sorprendida.
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Un perfecto verano © (Completa, en edición)
Fiksi Remaja¡AVISO! - YA PODÉIS VER EL BOOKTRAILER EN EL PRÓLOGO. Cuando me dieron la noticia de pasar un verano en el hotel de playa más lujoso de todo el país, lo único que se me pasó por la cabeza fue... Divertirme como hacía mucho que no lo hacía. Viajaría...