EL PAIS DE LOS SUEÑOS Y LAS MEMORIAS.

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Rayita.

En este mundo hueco, vacío. Vigilo la nada desde mi gris horizonte. El suelo es blando bajo mis pies y puedo estar en cualquier lugar en el que he estado antes con solo pensarlo. Mi mente me lleva a las grandes montañas de Noruega. Sé que es ahí, no reconozco nada, solo lo sé.

Luego, en un parpadeo, veo a un montón de niños. Sé que están divididos por colores. Sé que el mío es el verde. La casa de las serpientes. Aunque para ser franca, les temo demasiado. Pero la idea de hablar con ellas se me hace una habilidad excepcional.

Hay una casa también, una sala de estar. Con pequeñas criaturas a mi alrededor. Es muy borroso, mi sueño no me deja quedarme ahí por mucho.

Nadie habla ahora, si lo hacen, no es conmigo. Y ahí es donde radica mi problema.

No sé cuál es mi nombre.

Cada uno me llama de forma distinta y cuando estoy por escuchar mejor, la inercia me arrastra de golpe a un nuevo lugar.

Un día hay una mujer, está triste y llora. Se aferra a una manta manchada de sangre. Me acerco a ella y cuando estoy a un paso de alcanzarla, se desvanece en el aire.

En algún punto sentí dolor. Y ha sido lo único real que he sentido desde que llegué. Con el pasar del tiempo, con la ausencia de emociones, deseo que el dolor regrese, que me haga saber si puedo hacer algo más que solo viajar por los recovecos de mi cerebro.


>> ¿Cómo te llamas? <<

Me pregunta la nada.

>> ¿Quién eres? <<

—no lo sé—le contesta mi mente.

Tampoco conozco mi propia voz.

Camino y camino. Sobre el césped o sobre el duro pavimento.


A pesar de ver a diferentes rostros en cada escenario, hay alguien que está ahí siempre.

Una jovencita. Creo que soy yo misma. Pero no conozco mi propio reflejo. No sé quién soy ni como luzco.

Ella parece feliz. Está sentada en un rincón y nadie la molesta. Parece ausente de todo a su alrededor. Tiene las manos manchadas de negro y tiene una manía compulsiva por escribir. Y no deja de hacerlo mientras sigue bajando su rostro al papel hasta que la punta de su nariz toca la tinta.

Los otros se burlan. No son más que niños. Pero ella no lo ve así. se ha dado cuenta de que tiene manchada la cara. Intenta reírse con ellos, pero parece costarle seguirles la broma. Respira con rapidez y parece hacer un puchero mientras limpia su cara. Una lagrima se le escapa y ninguno de los otros deja de reírse, aunque se hayan dado cuenta de que han hecho bastante daño.


Ella se va. Nadie más aparece y no sé porque no me he ido. Me muevo a otro lugar cada que algo termina. En vez de eso, siento las manos húmedas y me doy cuenta que ahora yo soy la que está manchada de tinta negra.

Y de que soy yo la que está llorando sentada en una cama.

La borrosidad de mi visión me hace perderme. Alguien entra aquí, parece alterado. Un niño, un año mayor que yo a lo mucho. Luce agitado y busca un lugar para esconderse. Creo que no se ha dado cuenta de que estoy aquí.

—¿Quién eres? —le pregunto.

Es la primera vez que escucho mi voz. Suena como una niña. No sé si lo sea. Pero es lo primero que conozco de mi misma hasta ahora.

MAGIA ENTRE LETRAS {HARRY POTTER Y TU}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora