LA CASA DE LAS SERPIENTES.

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Rayita.

Nada me puede llevar a la muerte. Y eso tal vez se deba al hecho de que tal vez, ya esté muerta. Sin embargo, antes de la muerte final, esta bruma me lleva a recorrer momentos de mi vida que me marcaron y formaron lo que soy -o lo que fui- hasta ahora.

Es cansado, además de triste. Recordar una y otra vez los sucesos que siempre quise suprimir. Y creer que los había borrado de mi memoria fue un completo error. Por qué vienen y vienen, unos detrás de otros.

A veces soy adulta otras más de adolecente, muy pocas de niña.

Siempre le digo a quien me pregunte que mi mejor época hasta ahora, ha sido mis tiempos en el colegio. Hogwarts me regaló unos años maravillosos. A pesar de la guerra mágica. Me fascinaba cuando nos dejaban ensayos. En alguna ocasión el profesor Flitwick me felicitó por mi excelente redacción de los encantamientos de levitación.

Si tuviese que enumerar los mejores momentos, diría que ese es el segundo. Ya que el primero fue sentarme en aquel taburete para saber a qué casa pertenecería. Cuando el sombrero dijo Slytherin no hubo mucha sorpresa. Era lo que esperaba. Mi hermano estaba ahí, tres años mayor. Y mis padres también lo fueron.

Así que ya estaba familiarizada con la casa, pero no con su gente. Porque a pesar de que todos vitorean cuando se escucha que otro miembro más les pertenece, una vez que todos pasan, no se molestan mucho en entablar amistad los unos a los otros. A menos que ya los conozcas de antes o que provengas de una familia importante.

Y sabía un poco (o me daba una idea) de quienes venían de cuna privilegiada. Ellos eran el centro de atención de los otros. Algunos querían encajar. Se sometían a humillaciones mientras que los profesores no los veía, o simplemente no les importaba demasiado.

Cuando eres niño y no tienes lo que se puede llamar un amigo, te sientes descolocado y estar en el punto medió te vuelve vulnerable. No tener un amigo que te apoye o te respalde puede tornarse crucial a la hora de un problema.

Cuando conocí a Theo, pensé que él se volvería en un amigo, pero aquella ocasión en el armario se volvió en casi la única vez que entablamos conversación. No me iba a acercar a él si estaba rodeado de los otros. Así que no lo molesté más en los primeros años.

Hablaba con Astoria y Dafne, siendo esta ultima la más amigable. Era más suelta y me contaba secretos. Pero su hermana casi siempre se mantenía estoica, como una muñeca de vitrina. Así que prefería pasar más tiempo con la mayor de las hermanas. Pero había un problema, Dafne pertenecía al sequito de Pansy.

Así que nos llevábamos bien mientras que ella no se apareciera por ahí. En una ocasión, ayudé a Dafne con una tarea de redacción para la clase de pociones. Y ella nos descubrió. No estábamos haciendo nada, solo pasándola bien. Pero nadie podía tener mayor atención que Pansy Parkinson.

Esa tarde todo transcurrió normal. Hasta la mañana siguiente.

Muchas veces me cuestioné el porqué de la decisión del sombrero. ¿por qué yo tenía que ser una serpiente? ¿en qué parte de mi cerebro vio que algo en mí tenía el veneno necesario para estar ahí?





Lo descubrí esa mañana. Cuando el aire de aquel fresco abril me despertó junto con el canto de las aves y otro rugido de fondo. Y risas, muchas risas también. El techo tenía un azul cielo profundo. Con nubes y pájaros. Nada encajaba, trataba de recordar donde terminé anoche pero no recordaba nada de esto.

MAGIA ENTRE LETRAS {HARRY POTTER Y TU}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora