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La alarma sonó a las seis en punto de la mañana, el sol aún no salía, Abbey apagó el molesto reloj quitándose sus sábanas de encima, había tenido un sueño muy bueno, había soñado con su cantante favorito.
Abbey se sentó por un momento en su cama, mientras miraba a un punto fijo de la habitación, no encendió la luz de su habitación, la luz de la luna le alumbraba perfectamente, tenía una buena vista.

Caminó hacia el baño y se dió una ducha, después de salir de la relajante ducha, caminó hacia su clóset, donde tomó unos jeans ajustados, una camiseta y una sudadera, dejando las prendas en su cama secó su cabello usando la secadora eléctrica, para luego cepillarlo, apenas eran las seis treinta, su primer clase del día era a las ocho.

La joven puso algo de música en su reproductor, City Is Ours de Big Time Rush, sonó, la joven comenzó a cantar mientras se tomaba su tiempo para arreglarse.
Peinó su cabello en una coleta alta, y se puso unos pendientes de arracada, se puso sus converse y miró la hora, las siete en punto, suspiró.








(...)








—¡Buenos días tonto! ¿De nuevo a Seattle? —la muchacha le sonrió a su hermano mayor—.

—Cállate, sólo dormí cuatro horas —el muchacho de diecinueve años apenas se mantenía despierto— y ahora tengo que irme a Seattle para mi clase de cocina —.

—Cierto, Gastronomía, qué bueno que no voy a estudiar eso —la muchacha se sirvió un enorme plato de cereal con leche—.

—¿Papá se irá al hospital después de irte a dejar? —.

—Sí, hoy le toca doble turno —.

—Ya veo —el joven bebió rápidamente su taza de café para luego tomar su mochila de la silla que estaba a su derecha y luego darle un ligero golpe en la nuca a la muchacha—.

—¡Oye! ¡Vas a dejarme más tonta de lo que ya estoy! —.

—Ese es el plan —la joven rodó los ojos— nos vemos más tarde, si preparamos algo te traeré... —.

—Gracias, te veo luego, ve con cuidado, Robert —.

—Claro... Adiós —el joven caminó hacia la salida, abrió la puerta y salió dando un portazo a la misma.









(...)









La muchacha subió al auto junto a su padre, el auto arrancó y se dirigió hacia la preparatoria de Forks, era Octubre, el frío empezaba a notarse y eso a Abbey le encantaba.

Cuando llegaron, la joven se despidió de su padre, y bajó del auto.
Abbey comenzó a caminar encontrándose en el camino a una de sus amigas, Lizette, quien le saludó sonriente.

—Buenos días, Abbey —pronunció la chica de ojos verdes, quien le sonrió a su amiga—.

—Beunos días, Liz —.

—Adivina las buenas nuevas, ayer en una junta de los presidentes de la clase nos anunciaron la llegada de unos nuevos alumnos, creo que vienen de Alaska —.

—¿De verdad? —.

—Sí —la muchacha miró con sus ojos verdes a su amiga, y le dedicó una sonrisa— ya verás, espera a que sea la hora del almuerzo, seguramente ya toda la escuela lo sabe —.









(...)









—Buenos días chicos... —la profesora comenzó a hablar, Abbey estaba quedándose dormida sobre la mesa, no compartía asiento con nadie y estaba hasta el fondo del aula, jugueteó un poco con su collar, tenía una forma extraña que no podía comprender. Había pasado de generación en generación; Y le gustaba llevarlo, su madre se lo había obsequiado— hoy tenemos a un par de alumnos nuevos... Edward Cullen y Alice Cullen, por favor, trátenlos bien, tomen asiento donde encuentren uno vacío, adelante —.

Abbey hizo sus cosas hacia su lado, su estuchera y su libro, acomodó su cabello y talló un poco sus ojos.

El joven de piel mármol y cabello cobrizo se sentó a su derecha.

—Hola, soy Edward Cullen —.

—Abbey Martin, un gusto —.

El vampiro notó cómo la mente de la joven funcionaba de una forma distinta, podía pensar en muchas cosas a la vez, podía pensar en algo y al instante olvidarlo, era extraña su mente.

—Muy bien, hoy tenemos evaluación, por favor, tomen sólo una copia, tendrán veinte minutos para resolver los ejercicios que tienen allí, señorita Martin, no se duerma, gracias. —.










(...)










La mujer entregó las pruebas a cada uno de los alumnos.

—Muy bien, señor Cullen, me impresiona... Siga así... —la mujer entregó la hoja al susodicho— señorita Martin, debe aprobar el curso, debe esforzarse más —.

La castaña miró con unas cuantas lágrimas en los ojos su calificación, un cero.
En seguida dobló la hoja soltando un suspiro.

—¿Cómo te fue? —el muchacho trató de ser amigable—.

—Bien, sólo debo estudiar más para la próxima —una sonrisa que realmente inspiraba confianza fue dedicada al muchacho, quien asintió confundido, sus pensamientos eran realmente distintos—.

—Qué bien —.

—Sí, así es... —.

La clase continuó con normalidad hasta que el timbre sonó, la muchacha recogió sus cosas y las metió en su mochila.

—Nos vemos la próxima clase, Edward, gracias por explicarme lo de la clase de hoy —la muchacha, siendo más baja de estatura que el muchacho simplemente sonrió mirando al joven, quien asintió con una diminuta sonrisa— adiós —.

La muchacha caminó hacia su amiga.

—¿Cómo te fue? —.

—No es broma cuando digo que quiero darme un tiro en la cabeza y acabar con esto, Liz —Alice Cullen escuchó aquello, y estática, una visión se hizo presente—.

El collar que la humana tenía era igual al de Jasper, en la visión, un extraño resplandor al unir ambos collares, confundió a la vampiresa, quien fue interrumpida de su transe por su hermano adoptivo.

—¿Estás pensando lo mismo que yo, Edward? —.

—Sí.

—Ella tiene la mitad del corazón... —.

—Es Julieta... —.

GHOSTIN - Jasper Hale.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora