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Abbey terminó sus tareas ese día como cualquier día normal, compartió una plática extensa con su madre e Incluso le ayudó con su tratamiento.
Había hecho muchas cosas ese día.
Pero había un detalle muy extraño en todo aquello del que Abbey no se había percatado, su madre le había cocinado, y la misma se había comido toda una porción que normalmente no terminaría, comió un enorme vaso de helado mientras vio algún programa con su hija, e incluso habló de buenos recuerdos con sus dos hijos.
Su esposo había llegado esa noche, a las ocho de la noche para ser exactos.

Abbey estaba terminando su ensayo de literatura en su laptop, eran las diez cuarenta y cinco de la noche y parecía ser un día tranquilo.
Aunque se había sentido observada, no le dio importancia, no tenía ninguna superstición por esas cosas.

Su hermano mayor llamó a su puerta con una voz calmada.

—Abbey —el muchacho inclusive habló en voz baja— ¿Puedes venir un momento? —.

—Claro... —la muchacha cerró su computadora y siguió a su hermano—.

—Por favor, sólo necesito que tomes esto con calma —Abbey asintió sin entender mucho, hasta que entendió todo al entrar a la habitación de sus padres—.

Sintió a su corazón estujarse, y sintió el tiempo detenerse, su mundo pareció derrumbarse y en cuestión de segundos pareció un monje que había jurado silencio eterno, no podía pronunciar ni una palabra.









(...)









—Nos vamos en quince, Abbey, cámbiate y lleva lo que necesites... —el hermano mayor de la castaña habló con un suave toque en la voz, hasta que salió de la habitación de la castaña—.

Abbey abrazó por unos segundos a su viejo oso de peluche, para luego ponerse sus converse y su chaqueta, dio un largo suspiro limpiando las lágrimas de sus mejillas para después tomar su teléfono móvil y su cargador; miró por la ventana unos segundos sintiendo una paz repentina y mirando su collar brillar de nuevo.
Miró por última vez la ventana y su habitación, caminó hacia la puerta, apagó la luz, y bajó las escaleras encontrándose con su padre y su hermano, el jefe Swan les había ayudado a movilizarse un poco, y los contactos de su padre habían optimizado el tiempo.

—Vamos —el joven tomó de los hombros a su hermano y a su lado salió de casa—.

No habían días felices, sólo días.









(...)









Lunes, Abbey regresaba al escuela después de esa desalentadora ocasión.
Los Cullen podían notar todo lo negativo que ahora irradiaba la joven, los ojos los tenía con ojeras, se veía cansada, e inclusive se veía más pálida y delgada.
Jasper, Alice y Edward sabían la razón.

La mayoría de sus compañeros de clase le habían brindado un abrazo y le habían ofrecido ayuda en lo que necesitara; eso había reconfortado un poco a la castaña.

Tenía clase de Álgebra a las nueve en punto, y eso le estaba jodiendo la semana a más no poder.
Abbey entró encontrándose a su compañero de asiento recibiéndola con una sonrisa.

—Hola Abbey —.

—Hola Ed —la muchacha no sonó con el mismo entusiasmo de siempre, sonaba apagada, le faltaba el brillo que solía tener—.

—Lamento lo de tu madre, espero poder ayudarte en lo que necesitas —el joven se había portado empático por primera vez en mucho tiempo, pero no podía evitar sentirse igual de mal que la joven al leer sus pensamientos—.

—Gracias —la joven se sentó en su asiento y sacó su cuaderno y su estuchera— oye —la muchacha miró al cobrizo— ¿Crees que pueda contarte algo? Sé que puedo confiarte algo, y que no se lo dirás a nadie.

—Claro —.

—Hablemos durante el almuerzo —.

—De acuerdo —el vampiro no había podido entender aquél pensamiento, la mente de Abbey había estado vagando por mucho tiempo, no podía concentrarse en una sola cosa—.

Eso le carcomía los nervios al vampiro, le hacía ansiar las palabras de la humana.










(...)










La muchacha se sentó en una banca cruzando las piernas, para suerte del vampiro y la humana el día estaba nublado, no había nadie que los escuchara afuera.

—¿Puedo preguntarte algo? —.

—Claro —.

—¿Cuál crees que nuestra misión en la vida? —.

—No lo sé... Creo que todos tenemos un propósito distinto... —.

—¿Cuál crees que sea el tuyo? —.

—Bueno, tampoco lo sé, nunca lo había pensado... ¿Por qué? —.

—Últimamente... He estado pensando... En qué tal vez... No lo sé... —.

—¿Crees que no tienes nada que hacer aquí? —.

—Exacto... Mi vida es una tragedia... —la joven miró el cielo nublado con el corazón apretujado—.

—Abbey, no puedo entenderte totalmente, pero hay algo que te puedo decir... El suicidio no es una opción... —.

—Lo sé... Aunque me lo he planteado... No puedo... —.

—Nl significa que seas cobarde... —el vampiro pensó sus palabras— probablemente aún no encuentras esa razón por la cual quieras seguir... —.

—Yo... La tenía... Ese día, cuando llegaste... Saqué un cero en la prueba de Álgebra, me sentí una basura... Siempre me sentí mal cuando sacaba una mala nota... Me esforzaba porque me hacía feliz que mi madre estuviese feliz por mis buenas notas... —.

—Entiendo lo que dices, Abbey, pero hay varias razones... Por las que puedes seguir esforzándote —.

—Mi familia... —la muchacha dejó caer una lágrima por su mejilla— Lo sé... —.

—Agradezco que me compartas esto, enserio, pero, ¿Por qué no buscas ayuda profesional? Quiero decir... Si no encuentras una respuesta con mis palabras, tal vez alguien que realmente sea experto... Pueda hacerlo... —.

—Gracias... —la muchacha limpió su mejilla— a veces... Sólo necesito sacarlo... Gracias por escucharme... —la muchacha se levantó de su asiento— tengo clase de Química, debo irme, gracias de nuevo... Te veré luego Edward —.

—Claro, de nada —el vampiro ofreció una diminuta sonrisa antes de que la castaña se fuera—.










(...)










Abbey se acurrucó entre sus cobijas cuando fue hora de dormir, abrazó una de sus almohadas como ya era costumbre y se quedó dormida.

Desde la ventana, el vampiro de cabellos mieles la observó, y miró sus collares brillar con intensidad.

La castaña abrió sus ojos creyendo estar en un sueño, miró al rubio miel con gran curiosidad.
Y miró los collares brillar.

—Oh, dios mío... —la muchacha tomó su collar con fuerza, y en un abrir y cerrar de ojos el muchacho ya no estaba— esto no es un sueño, creo que estoy alucinando... —la mucha volvió a envolverse entre sus sábanas y en poco tiempo volvió a quedarse dormida—.

La tranquilidad inundó el cuerpo de la joven cuando el vampiro decidió manejar sus emociones a su antojo.
Aquella noche, el vampiro veló los sueños de su compañera, hasta el amanecer, cuando el vampiro decidió irse sin dejar ningún rastro.

Esa noche Abbey había dormido perfectamente como no hacía desde hace mucho tiempo.

Esa noche, el vampiro supo que había encontrado de nuevo al amor de su vida.
Y esta vez no la dejaría ir, no la perdería de ninguna forma.

GHOSTIN - Jasper Hale.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora