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Los días pasaron de manera monótona, al menos para la castaña; quien sabía que algo había cambiado.

Sabía perfectamente la indiferencia que estaba teniendo el vampiro de cabellera miel con ella.
Y sabía perfectamente que eso significaba una sola cosa, el final.

Aquella tarde Abbey se encontró con el rubio miel esperándola en la puerta de su hogar.

—Creí que vendrías a las seis —dijo la castaña confundida—.

—Son las seis y media —el rubio miel le miró—.

—Lo siento, se me pasó el tiempo... Jane quería que le ayudará en unos asuntos.

—No importa, sólo hablemos.

—De acuerdo.











(...)











Ambos estaban sentados en el pórtico de la casa de Abbey.
Sin decir nada más, el rubio miel habló.

—Terminemos esto —.

Abbey le miró con sorpresa.

—¿Qué? —.

—Quiero que dejemos las cosas aquí —.

—¿Por qué? —.

—Ya no estoy bien contigo ni tú lo estás conmigo.

—Pero... ¿Me estás jodiendo? —.

—No, yo... Realmente lo pensé... Y creo que es lo mejor para ambos. —.

—¿Estás siendo sutil? —el muchacho asintió apenado—.

—El día que fuimos a Phoenix... Te escuché hablar con Jay, supe que terminarías conmigo... Así que lo estoy haciendo más fácil para ti.

Abbey asintió.

—Está bien, lo acepto, tuve la culpa —el vampiro se sorprendió ante la tranquilidad de sus palabras y emociones— pero sólo quiero saber... ¿Por qué? ¿Realmente lo estás haciendo sólo por eso? ¿O hay algo más? —.

—No eres la persona que quiero en mi vida. —la castaña cubrió su rostro con las manos riendo por lo bajo—.

—Está bien... —Abbey le miró por fin— ¿No soy quien quieres, cierto? Todo esto fue en vano... —.

—No quiero hacerte sentir mal... —.

—Terminemos entonces, entiendo que soy yo el problema —.

—No quise decir... —.

—No tienes que decir eso sólo porque no quieres hacerme sentir mal, porque sé que yo fui el problema todo este tiempo; porque te estuve atando a esto cuando tú no tenías necesidad.

El rubio miel se quedó callado.

—Creo que entonces no necesitaré más esto —la muchacha se quitó el brazalete de cuarzo que tenía— quiero que lo tengas tú, tómalo como un regalo de despedida —.

El joven lo tomó observando los cuarzos rosas, azules y blancos.

—Gracias, supongo.

—Espero que encuentres a alguien... Qué realmente sea como esperas, creo que tú... Podrás encontrar a alguien más... Como quieres... Pero yo no —.

—¿A qué te refieres? —.

—Estoy dejándote ir porque es lo correcto, tú quieres a alguien más; y yo te quiero a ti... Vas a poder encontrar a quien desees, pero yo no voy a poder encontrar a nadie igual que tú. —la castaña le sonrió con un par de lágrimas en los ojos— dejemos esto así, no quiero... Llorar ni nada de eso... Siento que no es correcto.

—¿Entonces me dejarás ir así de fácil? —.

—No es fácil, pero sí, te estoy dejando ir... Aunque es bastante complicado para mí aceptarlo —.

—Entonces... —.

—Voy a ser sincera... Estuve tan acostumbrada a ti... Que simplemente entregué todo, me acostumbré a ser la persona a la que solías amar; y cuando cambió todo me di cuenta de que entonces dejar ir también es señal de amor.

—¿Por qué? —.

—Porque eres el amor de mi vida, y muy probablemente nadie ni nada va a poder cambiarlo... Te dejaré ser feliz, enserio... Eso es lo mejor para ambos, al menos mucho antes que tener que hacer esto más largo y sufrir ambos.

—Te deseo... Lo mismo, supongo... Prometo que todo será como antes, como si nunca me hubieses conocido; no habrá dolor ni malos recuerdos... Esa es mi promesa. —.

—Bien, entonces... ¿Amigos? —la muchacha sonrió estirando la mano al rubio—.

—De acuerdo —el joven le sonrió a la muchacha estrechándose las manos—.

«Nunca había rogado por nada en mi vida, pero silenciosamente pedía que me dijera que me quería, que se preocupaba por mí, algo»

Pensó el rubio miel.

—Sin resentimientos entonces, fue bueno estar contigo —la joven sonrió guardándose el llanto—.

—Lo mismo digo... Me iré entonces —.

—Claro —.

Ambos caminaron al auto del rubio miel, el sol se estaba poniendo.

—Adiós —dijo la muchacha cuando el rubio miel subió al auto—.

«aquella tarde ella se despidió de mí definitivamente, con un adiós; ella nunca me había dicho tal palabra, eso significaba que era de verdad el fin, me había dejado ir»

El rubio miel asintió encendiendo el auto, para posteriormente alejarse sin más.
La castaña caminó de nuevo hacia su residencia cuando le perdió de vista, y las lágrimas se le desbordaban por las mejillas.

Lo había dejado ir.
















(...)
















“Me estaba acostumbrando a ser alguien que amabas”.
















GHOSTIN - Jasper Hale.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora