Capítulo 17. Un plan perverso

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Me despertaba tarde, mis párpados aún pesados se abrían poco a poco. Me incorporé y caminé descalza hasta el baño. Miré la hora en el reloj de mi teléfono, eran casi las dos de la tarde, había dormido demasiado. Humedecí mi rostro para acabar de despertar y salí en dirección a la cocina. De nuevo, mi mejor aliado fue internet para preparar mi comida.

Eran las cinco de la tarde, y allí estaba yo, holgazaneando, sin hacer absolutamente nada. Me quité el pijama, que constaba solo de una camiseta, y me vestí con ropa de deporte. Conecté mis auriculares y salí a correr. Me encantaba el sentimiento de libertad que aparecía en mí, cada vez que salía a correr.

Después de una hora volvía a casa. El sudor de mi frente bajaba hasta mi pecho, jadeé por unos segundos antes de abrir la puerta. Me serví un vaso de agua y me lo bebí antes de meterme en la ducha. Puse un poco de champú en mi mano y frote mi cabello con el. Hice lo mismo con mi cuerpo y salí de la ducha.

Me vestí con una falda estilo midi de rayas verticales negras y blancas, una camiseta negra, adornada con una letras en la parte del pecho y unas zapatillas blancas. Cepille mi cabello y lo dejé secar al natural. Me maquille un poco y salí a la terraza junto a mi ordenador, un refresco y unos chetos. Mi labial se había ido al garete, genial.

Adelanté unos deberes y le di un repaso a los apuntes. Para cuando me quise dar cuenta ya eran las siete y media, casi todo el día se me había ido en dormir y en hacer el vago. Fui otra vez al baño para cepillarme los dientes y retocarme el labial. En un bolso color negro metí mi cartera, las llaves de casa, y las del coche y mi teléfono. Me puse un poco de perfume y salí por la puerta.

Comencé a conducir dirigiéndome al Pub's Jon's donde había quedado con Derek. Estacioné justo delante del restaurante y pude ver allí su coche. Al entrar pude verlo sentado en una mesa y al verme se levantó.

- Hola. - Lo saludé y le di un corto abrazo.

- ¿Qué tal? - Me preguntó amablemente.

- Bien.

Nos sentamos de la nueva y minutos después pedimos la cena.

- ¿Y a qué te dedicas? - Le pregunté interesada.

- Bueno, a aquello y a lo otro.

Eso sonaba muy raro, pero que muy raro, ¿sería algo relacionado con drogas o algo parecido? Sí, mi imaginación no tenía límite.

- No es nada relacionado con lo que estás pensando. - Afirmó después de soltar una carcajada. - ¿Siempre eres tan mal pensada?

- No, bueno, puedo que sí. - Reí con él.

- Mis padres son propietarios de varios hoteles en el país, yo estudie economía en la universidad y cuando termine comencé a ayudarlos. No me gusta decirlo, porque bueno, ya sabes como suelen ser las personas cuando hay dinero de por medio.

- Sí, te entiendo. ¿Y hace cuánto terminaste la universidad?

- Hace unos siete años, o sea tengo veinticinco años, no soy tan mayor, creó.

La camarera se acercó con la cena y la depositó sobre la mesa.

- Gracias. - Me volví a dirigir a Derek. - No, no lo eres. Solo tenía interés. Yo estudio literatura en la universidad, es mi primer año y bueno . . .

- ¿A qué viene ese bueno? ¿Te resulta difícil el temario?

- No, para nada, creó que es lo que mejor se me da, la verdad. Lo que no se me da tan bien es la vida social y los chicos. - Reí nerviosa.

- Anda ya, no me creó eso. - Me miró y se percató de que hablaba en serio. - Vaya, lo dices de verdad.

- Sí. Nunca se me a dado bien esto de las relaciones, siempre me he acabado enamorando hasta la médula y luego he caído por el precipicio.

𝚂𝙴𝙰𝙼𝙾𝚂  𝚂𝙸𝙽𝙲𝙴𝚁𝙾𝚂 •1• ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora