Capítulo 43. Humo negro

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Podía resistirme a todo menos a él. Podía renunciar a todo menos a él. Podria cruzar mar, tierra, e incluso llegar al cielo si él me lo pide. Podía ser otra persona por él.

Creó que fue el mejor despertar que tuve en mi vida. Junto a él. Después de una noche como la de ayer. Donde sentí que cada centímetro de su cuerpo me pertenecía, que cada gota de sudor que derramó por la excitación fue porque yo lo provoqué, cuando nos convertimos en uno, que nuestros cuerpos se tocarán de la manera que lo hicieron, y ni siquiera sé como las chipas, y el fuego que desprendiamos los dos, no logró que esto pasará antes.

Mis ojos conectaron con su cuerpo, con sus párpados cerrados y con sus largas pestañas negras. Sus manos rodeaban mi cintura, su rostro estaba a tan solo centímetros de mí. La fina capa de sábana lo tapaba hasta la cintura, dejando ver aquel cuerpo esculpido por los dioses.

Aparté suavemente su mano de mi cintura y salí de la cama, intentando no despertarlo. El suelo de la habitación estaba repleto de ropa, de nuestra ropa. Caminé hasta el baño y el agua de la ducha comenzó a caer, y deje que me mojara por completo. Y estuve allí bajo el agua, sin hacer ningún movimiento unos minutos.

Unas frías manos tocaron mi hombro, haciendo que me estremezca. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y eso me hizo darme la vuelta. Sabía quién era, además de que no había nadie más, el tacto de su piel era único y como me tocaba también.

Sus ojos conectaron con los míos, y una leve sonrisa curvo la comisura de sus labios. Que segundos después se dejaron caer sobre los míos. Ni quiera sé cómo pasó, cómo nuestros cuerpos reaccionaron, cómo logramos llegar a ese punto. Hicimos el amor, la guerra y toda una batalla en aquella ducha. Bajo el agua, mojando cada espacio que pudiera quedar entre nosotros.

Eso hizo más exitante aún el momento, y puedo decir qué tener sexo en una ducha no es tan malo como pensaba.

Después de terminar nuestro matutino encuentro lleno de orgasmos y de sexo sin autocontrol, porque ni uno de los dos se controlaba desde anoche. Oh, sí, nena, aquí desde anoche el niki niki se a vuelto algo indispensable.

Blake salió primero de la ducha, y minutos después yo. A ver, mi cabello es más largo, necesito más tiempo.

Tiempo que hubieras podido aprovechar sino te gustará tanto el amigo de Blake.

Cállate conciencia.

El caso, salí de la ducha en dirección a la habitación, con tan solo una toalla cubriendo mi cuerpo.

Doy gracias a Diosito por inventar la calefacción, sino ahora mismo estaría con hipotermia, muriéndome.

Blake ya estaba vestido, llevaba puestos unos tejanos negros, y una sudadera del mismo color, para variar. Su cabello aún seguía mojado, y en su mirada no dejó de haber un brillo especial.

- Bueno, vale. - Comenzó a desabrocharse el botón de su tejano.

- ¿De qué hablas? - Dije rebuscando en mi maleta.

- De acuerdo, echaremos otro.

- Eres un pesado. 

Blake me miró con una gran sonrisa, y soltó una pequeña risita mientras negaba con la cabeza.

- Ponte esto. - Me extendió una sudadera.

- Tengo ropa.

- Lo sé, pero fuera hace frío. Pontela.

Cogí un tejano de color negro y me lo puse, mi busco quedo desnudo, ya que tenía que quitarme la toalla para poder vestirme.

A ver, sería ridículo si me tapara. Blake entre ayer y hoy me ha visto hasta el alma.

𝚂𝙴𝙰𝙼𝙾𝚂  𝚂𝙸𝙽𝙲𝙴𝚁𝙾𝚂 •1• ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora