Capítulo 46. Giros

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Un giro inesperado puede cambiar tu vida casi en un abrir y un cerrar de ojos. Es un mierda que esto pueda pasar. Por eso siempre digo que nosotros no controlamos nuestras vidas. No lo hacemos.

Esa mañana me desperté de mal humor. Mucho. Porque los horarios en esta casa también se respetaban, y si estoy en vacaciones, después de una semana de haber dormido menos de cuatro horas al día, con permiso, pero quiero convertirme en una jodido perezoso. Gracias y adiós.

Me vestí con unos tejanos y un jersey holgado de color negro, y unas zapatillas blancas.

Voy de luto, por las horas que no he dormido.

Me cepille el cabello, y me maquille un poco, necesitaba quitar esa cara de zombi, la cual me definía desde hace semanas.

Antes de salir le heche un vistazo a mi teléfono, Blake no me devolvió la llamada pero sí me contesto los mensajes, con un par de corazones.

- Buenos días ¿Todo bien?

Le volví a escribir y no esperé que me contestase, porque aquí la diferencia horaria era de seis horas más, o sea que él estaría dormido ahora mismo.

Me guardé el teléfono en el bolsillo del pantalón y bajé dando saltos de alegría, nótese la ironía.

En la mesa ya estaban todos, me senté entre Fred y Antonella, la cual estaba bastante ilusionada porque hubiera llegado. A ver, no me agrada tanta alegría, qué queréis que os diga. No todos los días te levantas contenta, no todos los días reina la paz en tu interior, puede que algún día te apetezca mandar todo y a todos a la mierda, y no pasa nada. Ese era mi carácter desde que comencé los exámenes, y hasta que me despegue de él, queda bastante camino. A parte súmale que tu novio tenga cara de culo desde hace una semana y no te diga que le ocurre, todo maravilloso.

- Buenos días. - Los saludé con una sonrisa fingida, que casi hace que me atragante.

- ¿Cómo has dormido princesa? Ayer no cenaste. - Me dijo Fred con una sonrisa tan sincera que hizo que mi corazón diera un vuelco. - Fui a avisarte pero estabas dormida.

- Sí, lo siento. Estaba agotada. - Comencé a contar, todos estaban expectantes ante mis palabras, todos, menos Adriano, que comenzó a devorar la comida de su plato. No lo juzgo, yo también lo haría. - Esta semana no he dormido casi, he tenido muchos exámenes.

- ¿Qué estudias? - Se interesó Antonella.

- Literatura inglesa. - Dije cogiendo un poco de fruta.

- ¿Quieres una omelette en vez de huevos? - Se interesó Bianca.

- No, gracias.

- Que no te dé vergüenza. - Me dijo ella.

- Ella no come nada que provenga de los animales. - Habló al fin mi padre, dejándome a Fred y a mí casi en shock. - Ya he aviso a las cocineras, por eso mismo delante de ella solo hay fruta y cosas vegetarianas.

Su voz era firme pero no amarga. Fue una explosión de sentimientos volver a escucharlo. Era mi padre. Y mi corazón se ablandó hasta el punto de querer acercarme a él, dejar toda mi ira a un lado, todo mi mal humor, y abrazarlo. Sabía que el ser dura con él no duraría mucho, soy así, creo que soy una roca pero con un par de palabras me convierto en algodón de azúcar.

- Oh, entiendo. - Se excusó Bianca. - Está bien.

Seguimos desayunando, Fred comenzó a hablar con papá de la empresa, de documentos y de cosas que no entendí, pero que tampoco me interesaban. Los mellizos hablaban animadamente con Bianca de las clases de piano. En fin, tampoco me interese en eso.

𝚂𝙴𝙰𝙼𝙾𝚂  𝚂𝙸𝙽𝙲𝙴𝚁𝙾𝚂 •1• ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora