Capítulo 38. Un sueño

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SEXTO CAPÍTULO DEL MARATÓN

Conducía hasta la casa de mi hermano, el día de hoy había sido agotador. Nos preparábamos para los exámenes finales, como odio los exámenes. O sea, si los profesores enseñarán bien, no haría falta examinarse. ¿Por qué? Porque se supone que con su enseñanza nos bastaría, pero claro, no lo hacen, así que punto en boca. Mi teoría es esta: si la escuela no es para dormir, la casa no es para estudiar. Es esa hasta que me doy cuenta que vivo en un piso, entonces se me pasa.

Toque un par de veces la puerta y segundos después, Fred apareció detrás de ella. Un olor a lasaña de verdura invadió mis cosas nasales. Él todavía llevaba el traje de trabajo, a ver sé que es mi hermano, pero hay dos personas a las que le queda el traje como un guante. La primera, es mi hermano, y la segunda, es Blake. Era de esperarse, estoy obsesionada con él. Pero es una obsesión sana, o eso creó.

- ¿Qué tal esta mi princesa preferida? - Me saludo con un abrazo.

- Bien, ¿qué tal estas tú?

- Bien, ahora que estás aquí.

Fred me condujo hasta el comedor, donde Wilder terminaba de poner la mesa.

- Ya estás aquí. - Se apresuró a venir hacia mí y saludarme.

Comimos mientras ellos me contaban como les había ido el día, luego me toco a mí, que no fue tan interesante. Básicamente, porque me habia pasado todo el día en la universidad.

- He pensado en que quizás podría escribir un libro. - Les dije sin pensar.

Porque ese era mi sueño, y porque quería compartirlo con ellos, que eran mi familia. Además, sé que Fred me apoyará, y hará lo posible para que no lo abandone.

- ¿En serio? - Me dijo Fred. - Me encanta la idea, claro. ¿Por qué no? Además puedo recomendarte a una editorial, tengo una amiga que lleva una y esta buscando escritores jóvenes, como tú.

- ¿Harías eso por mí?

- Obvio que sí. - Me sonrió. - ¿Te acuerdas de Marla? - Le hablo a Wilder.

- Oh, sí, me acuerdo. Es verdad, buscaba escritores.

Era la primera vez que compartía esto en voz alta, y me alegré saber que ellos dos me apoyaban. Además, era mi sueño, y algo que ni siquiera sabía que saldría bien, pero de igual manera lo iba a perseguir hasta la saciedad.

Terminamos de comer y nos dirigimos al estudio de Wilder, en la última planta de la casa. Allí estaba, en aquel maniquí de tela. Ese vestido, rojo pasión, con los hombros al descubierto, y la fina tela de mangas cayendo sobre los brazos. Con escote en forma de corazón, y ceñido hasta la cintura, abriéndose desde ahí hasta la parte baja en una enorme tela holgada.

Puede que ese vestido sea el sueño de todo ser andante, hombre o mujer, da igual, todo el mundo quiere aquella obra de arte. No entiendo por qué Wilder no quiere venderlo, ganaría miles de doláres con él, esos vestidos suelen ser caros. Para la graduación de secundaria mi madre quiso comprarme uno, y casi le cuesta un ojo.

Entre en el probador del que Wilder disponía para sus clientes, me probé el vestido y di media vuelta para mirarme al espejo. Mis ojos se llenaron de lágrimas, nunca nada me había quedado tan bien. Estaba hecho para mí.

Camino fuera del vestidor, donde Fred y Wilder están sentados en una de las butacas. En cuando aparezco sus ojos se abren como platos. ¿Qué puedo decir? Soy irresistible.

- Decid algo. - Exijo. - ¿Me queda bien o no?

- Bella te encerraré en una torre como sigas así. - Me dijo Fred.

𝚂𝙴𝙰𝙼𝙾𝚂  𝚂𝙸𝙽𝙲𝙴𝚁𝙾𝚂 •1• ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora