Capítulo 47. Nueva normalidad

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Caminaba por el jardín de la casa de mi padre, junto a él. Fred nos hizo dar paseos durante toda la semana para conocernos y esté es el penúltimo que daremos. Pasado mañana nos iremos, y puede, y solo puede, que no tenga ganas de hacerlo.

Estar con mi padre estos días me ha hecho saber que no lo odio de la manera que pensaba. Ha hecho que todos mis pensamientos se disminuyan a uno: Es mi padre, y lo quiero demasiado como para perder el tiempo, odiandolo por lo que hizo hace casi diecinueve años.

Sí, sé que negué en muchas ocasiones el tener un vínculo con él. Pero eso cambió cuando lo volví a ver. Quise tanto de pequeña que volviera a por mí, que ahora esa niña indefensa y con ganas de que su padre no la rechazará, había vuelto. Porque ahora él luchaba por mí, y por volver a convertirme en lo que nunca fui. Su hija.

- He pensado que en vacaciones de verano Fred y tú podríais volver.

- Sí. - Afirmé sin ninguna duda. - Podríamos pasar aquí un mes, o algo así. - Sonreí tímidamente. - Aunque tendré que aprender italiano.

- Me encantaría que vinieseis.

- Sí, lo haremos. Convenceré a Fred.

Hizo que me parara en seco y lo mirará. Ahora me daba cuenta que nos parecíamos tanto, los tres.

- Bella, siento mucho todo lo que sufriste por mí. No podré recompensar nunca el daño que te hice.

- No te disculpes. - Suspiré y fijé mi vista en el suelo, para evitar que unas lágrimas se asomaran por mis mejillas. - Solo quiero que no te vuelvas a ir. - Soné tan sincera que no hubo duda alguna en el abrazo que me dio.

Estuve tensa durante unos minutos, pero después le respondí. Mi padre estaba aquí conmigo, vería a mi madre en menos de una semana y tenía un hermano que me amaba con todo su corazón, y que daría la vida por mí si haría falta, no necesitaba más.

O quizás sí. Lo necesitaba a él. Necesitaba que él fuera parte de mí, otra vez. Pero sentía que lo perdía cada vez más rápido, que se deslizaba entre mis dedos, y que no podía remediar su ida.

Durante estos días papá me había contado muchas cosas. Le estaban escribir poemas y recitarselos a Bianca, y también me recito alguno a mí, el cual había escrito con la intención de mandarlo algún día. Era bueno, incluso le sugerí que escribiera un libro sobre eso. Quizás saque mi talento de él.

Me contó que Adriano y Antonella no eran sus hijos. Sino de Bianca y su ex marido. Él los maltrato durante mucho tiempo, habían sufrido mucho. También me dijo que Adriano siempre las cuidó, siempre procuró que nos les faltara nada. Incluso dejó de estudiar para trabajar, y poder garantizarle a su madre y a su hermana un futuro. Renunció a su adolescencia por las mujeres más importantes de su vida.

Ahí entendí por qué esa actitud conmigo. Él creía que volvería a sufrir de ese modo, que pretendía echarles de aquí, a los tres. Nunca haría eso, y menos aún después de enterarme lo que han sufrido.

Era trágico saber cómo un niño de tan solo trece años dejó todo de lado para tomar el violín en la plaza, y conseguir algo de dinero. Y después comenzar a trabajar como limpiador en una empresa donde los dueños lo explotaban. Era algo asombroso lo que Adriano vivió, tengo la necesidad de hablar con él y dejarle claro que no haré nada que los perjudique.

También me contó que conoció a Bianca gracias a él. La empresa para la que Adriano trabajaba se asoció con la de papá, para la limpieza de esta. Un día Adriano llegó allí, tenía tan solo catorce años. Papá vio en las condiciones en las que estaba y quiso saber su historia. Entonces Adriano se lo contó, y mi padre no puedo no imaginarse que fuera yo la que estuviera en su lugar. Desde ese momento su mente cambió por completo.

𝚂𝙴𝙰𝙼𝙾𝚂  𝚂𝙸𝙽𝙲𝙴𝚁𝙾𝚂 •1• ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora