Capítulo 45. Raro

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Sus palabras son antídotos a diferentes enfermedades, que sanan una y otra vez. Que me llenan y que hacen que todo a mi alrededor tiemble de forma rápida y discreta. Son melodías que me envuelven y hacen que el mundo que hay bajo mis pies deje de dar vueltas.

- Todo saldrá bien. - Suspiró y continuó diciendo: - Amor.

Sus manos rodearon mi rostro haciendo que no dejase de mirarlo, y no lo haría. Me habló de forma tan dulce que ni siquiera me imaginé lo que pasaría semanas después.

Porque era él, cada facción de su rostro, cada emoción que expresaba con él, cada caricia que dejaba sobre mi cuerpo y de la forma que lo hacía, cada palabra que le dedicaba a mi corazón.

Eramos tan diferentes y opuestos que creó que eso hizo que me enganchara a él, cual garrapata. Bueno, quizás no a sido el mejor parentesco, pero en fin, sigamos.

Estábamos en el aeropuerto, era sábado y digamos que nuestra semana juntos no fue la mejor. El estrés, de los últimos exámenes finales, no unía nuestra relación en ningún aspecto y puede que eso nos frustrase a los dos, bastante.

Pasaría una semana en Venecia, con mi hermano, mi padre y su familia. Sus dos hijos y su pareja, según me dijo Fred. Puede que este tiempo separados nos hiciera restablecernos o aclarar nuestras ideas, porque sigo manteniendo la mía de que esto ha ido demasiado rápido.

- Bella, ¿lista? Tenemos que subir al avión, ya. - Me avisó mi hermano. - Te espero en la puerta de embarque, no tardes.

- De acuerdo.

Volví a mirar a Blake, y me ablance sobre él, para fundir mi cuerpo con el suyo. Sus brazos me envolvieron segundos después.

- Venga, llegarás tarde. - Se separó de mí. - Te quiero.

- Y yo.

Volví a darle un beso corto y caminé hasta la puerta de embarque, donde me esperaba mi hermano.

El viaje fue para mí algo aburrido y lleno se incertidumbre, estaba demasiado nerviosa, a parte de que los cafés que me tomé antes de subir al avión no me ayudaron mucho. Tenía el corazón latiendo a mil por hora, y no dejaba de jugar con mis dedos.

Estas situaciones siempre me hacen replantearme irme a una isla desierta yo sola, así no tendría que preocuparme de estas cosas. No poder controlar el momento es algo que todos detestamos. Todos queremos tener el control de nuestras vidas y por un momento lo tenemos, pero cuando se pierde es una patada en la entrepierna.

Si yo hubiera elegido no venir hasta aquí, y no subirme en este avión no tendría tanto que pensar. Pero, ¿qué hubiera pasado si no lo hubiera hecho? Estas son las típicas preguntas que te hacen replantearte tu existencia. Fin.

Aproveché para adelantar la especie de libro que estaba escribiendo, y no, no es ficción, es un libro basado en mi historia, en mi vida, en mis pensamientos y en todo lo que me rodea. Creó que mi vida es digna de estar en un libro, escrito por mí, además me ocurren cosas demasiado, como lo diría, ¿interesantes? No sé, pero merece ser escrita y leída.

Quizás no tenga fama, quizás nadie se interese por ella, pero el no ya lo tenía, ¿qué podía perder?

Llegamos al aeropuerto Marco Polo, situado cerca de Venecia, en la ciudad de Tessera. Había una media hora en coche hasta llegar a la casa de mi padre, tampoco tenía idea de dónde era, así que me dejé guiar por Fred. Su italiano rozaba la perfección, se movía como pez en el agua por sus calles, mientras conducía.

La casa de mi padre estaba a tan solo unos metros de nosotros. Me fijé en ella, era moderna, de color blanco y con puertas de cristal, era obvio que me esperaba una cosa parecida a esto, el barrio era bastante prestigioso según pude ver al entrar en él. Había un par de coches aparcados frente a la puerta del garaje.

𝚂𝙴𝙰𝙼𝙾𝚂  𝚂𝙸𝙽𝙲𝙴𝚁𝙾𝚂 •1• ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora