Capítulo 32. A él

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Salí por la puerta casi corriendo una maratón, mi cerebro no paraba de pensar en el rico café y en aquella galleta con pepitas de chocolate, de la cafetería del campus. Me senté en una mesa y mientras esperaba me limité a observar por la ventana. Ajena a todo lo que pasase a mi alrededor y solo observando una cosa.

A él.

Su forma de caminar. De sonreír. De besar. De mirar. De mirarme a mí, y a través de mi piel. De ser parte de mi ser. Y de unir las piezas perdidas de mi puzle, o incluso reemplazarlas.

- Un solo para mí, por favor. - Lo escuché decirle a la camarera.

Dirigió la vista hacia mí y sonrió de forma tierna, casi abrazándome con ella. Camino hacia mí, pisando el suelo como si de nubes de tratase. Me limite a curvar mis labios y a mirar cada paso que daba.

- Hola. - Se sentó frente a mí y cogió mi mano, hasta posar sus labios en ella y entonces besarla.

- Hola. - Fue lo único que logré decir.

- Aquí tenéis chicos. - La camarera dejó nuestros cafés, y mi galleta en la mesa y se marchó.

- ¿Qué haces esta tarde? - Me pregunta dando un sorbo a su café.

- Nada, estudiar. - Moví mis hombros.

- Quiero enseñarte algo.

Lo miré extrañada. Ese algo no me inspiraba confianza.

- ¿Algo?

- Un lugar. Te recojo a las cinco.

Dio unos toques en la mesa y se marchó.

Querido Blake no he accedido a ir contigo a ningún sitio. Vaya listillo.

Termine de almorzar y fui a casa. Estudié y después seguí estudiando. Horas después hice la comida, y me preparé porque Blake estaría al caer.

- ¿Dónde vamos? - Le pregunté montantandome en su coche.

Se limitó a conducir mientras sonreía. Lo odio. Sí. Ahora mismo lo hago mucho. Odiarle, no lo otro, aunque no me importaría. Bueno, ya, Bella, control en tus hormonas niña.

- Me llevas a demasiados lugares. - Me burlé.

- Lo sé.

Un camino rodeado de árboles quedó justo delante nuestra. Unos cinco kilómetros más adelante Blake detuvo el coche y se bajó de él. Debido a que tenía dos opciones, una, seguirlo y dos, quedarme en el coche, y la verdad ningún de las dos me convencía, lo seguí.

- Vamos. - Extendió su mano y yo la tomé, no quería morir en el intento de bajar por ese camino lleno de piedras.

Poco a poco pude ver a que magnífico lugar me había traído. Un lago rodeado de árboles y con el sonido de los pájaros animando el ambiente.

- En la década de los cuarenta unos chicos vinieron aquí, se bañaron y desde entonces no los volvieron a encontrar. Sus cuerpos desaparecieron por completo. - Su voz parecía sacada de un cuento de hadas.

- ¿Y qué hacemos aquí? - Lo miré sin entender nada.

- Dicen que en medio hay una corriente de aire que te succiona hacia dentro y te lleva a otro mundo.

Me quedé en silencio. Aunque ni siquiera sabía que decirle.

- ¿Se puede saber qué haces? - Le pregunté mientras veía que se empezaba a quitar la ropa.

- Vamos a bañarnos.

- Estas loco. No voy a hacer eso.

- Oh, vamos. ¿A qué le tienes miedo?

𝚂𝙴𝙰𝙼𝙾𝚂  𝚂𝙸𝙽𝙲𝙴𝚁𝙾𝚂 •1• ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora