Capítulo 27. Tú me haces serlo

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Entramos en un sendero, un tanto penumbroso y que me daba miedo, joder, como si esta escena fuera sacada de una película de terror. Blake me miraba de reojo y soltaba pequeñas risitas burlonas, ahora mismo lo odiaba.

Deje libro de nuevo en la guantera y estuve atenta al recorrido, por si tenía que huir o qué sé yo. Confiaba en él, a pesar de que no me dio ninguna explicación, lo seguí hasta aquí, es decir estoy a su lado y creó que me hubiera matado hace mucho si así lo quisiera.

Mis ojos y mi boca se abrieron como platos al ver aquella playa de agua cristalina, totalmente trasparente. Aquella arena blanca, que comenzaba a escasos metros de la tierra y la hierba del sendero, donde Blake estacionó el coche.

A la izquierda, alejada unos metros de la orilla, se encontraba una casa de un color amarillo bastante desgastado, aunque no perdía su encanto. El tejado hacia juego con el cielo azul. Unas escaleras hechas de madera blanca, crujieron bajo mis pies desnudos, dejándonos entrar en la casa a través del porche. No esperaba menos, era igual de hermosa por dentro, adornado las paredes con conchas gigantes, cuadros de marineros antiguos y barcos que ahora se encontrarían en algún lugar del mar, perdidos.

Sentí un cosquilleo en mi pecho y dejé caer mi mano en él.

- ¿Cómo has encontrado esto? - Di una vuelta sobre mis talones.

- Es de mis abuelos, él era marinero y mi abuela contruyo esto, aquí, para cuando él volviera poder descansar en algún lugar, tranquilo. - Cogió una foto de una comoda y me la entrego.

Una foto en blanco y negro, de una pareja que radiaba felicidad. Además el brillo en sus ojos me hacía saber que estaban enamorados, hechos él uno para el otro.

- Espera. ¿Tú abuela hizo esta casa? - Pregunté observando cada esquina.

- Sí. Lo hizo sola, trabajo durante los tres meses que mi abuelo estuvo en alta mar.

- Gracias. - Susurre.

Di el primer paso. Me acerqué a él y lo besé. Lo necesitaba tanto que mi ansiedad quería devorar cada centímetro de su cuerpo. Hacerme sentir a mi misma que ese chico era mío, de una forma u otra.

Entrelace mis dedos en su nuca, él una vez más, posicionó sus manos en mi cintura y me elevo, haciendo que mis piernas se pegarán a su cadera. Acaricié su piel con la yema de mis dedos, sintiendo el calor que ambos desprendiamos. Él llevó su mano hasta debajo de mi blusa y acarició el broche del sujetador, bajando de nuevo y ascendiendo. Necesito más que unos simples besos.

Separo sus labios de los míos y me quede allí, en sus brazos. Deje mi barbilla caer sobre su hombro y envolví mis brazos alrededor de su cuello, él me rodeaba con los suyos y dejando diminutos besos en mi hombro.

En sus brazos estaba bien, nada me importaba y todo a mi alrededor desaparecía. Me protegían del mundo exterior, sin ni siquiera darse cuenta.

Dejo mis pies en el suelo, suavemente. Y me acarició el cabello, rodeandome con sus brazos. Allí nos quedamos durante unos instantes, sin movernos, su perfume me atrapaba.

Me zafé de su agarre y caminé fuera de la casa. Tenia la necesidad de estar sola. Sintiendo los arena colarse entre mis dedos y mis pies descalzos deslizarse por ella. Escuchando el sonidos de los pájaros, como si de una melodía se tratase. El agua, que contaba su propia historia cuando mi cuerpo hizo contacto con ella. Me quedé allí de pie, dando una vuelta sobre mi misma y admirando aquel lugar. Lleno de vida y con una historia detrás. Una historia llena de amor y de respeto.

Blake me observaba desde el porche, sentado en las escaleras. Le sonreí. Dejo que estuviera sola, con mis pensamientos. Que me encontrase a mi misma en aquel lugar, porque lo necesitaba más que nunca. Sumergí mi cuerpo en el agua y mis oídos se inundaron de un silencio profundo. Mi mente se mantuvo en blanco, sin pensar en nada y me sentí libre, por primera vez en días.

𝚂𝙴𝙰𝙼𝙾𝚂  𝚂𝙸𝙽𝙲𝙴𝚁𝙾𝚂 •1• ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora