•5 | Respiración caótica, sensación adictiva|

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El lunes a primera hora de la mañana todos hablan del fantástico baile de bienvenida que se realizo el sábado en el salón de eventos de Badlands High y de como ha sido uno de los mejores en toda la historia de la institución. Tan bueno que incluso una banda local que su carrera apenas despegaba, se presentó a tocar haciendo que el baile fuera mucho mejor de lo que se esperaba.

Mismo baile al que mi mamá me insistió el sábado en la mañana para ir, pero me negué de todas las maneras existentes; por suerte a Donnovan no se le ocurrió invitarme o siquiera hacer mención del evento entonces, creo que no le interesan.

Y hablando de él, no se nada de su paradero desde el mismo viernes después de que abandoné aquella fiesta.

¿Qué si me importa la ley del hielo que me esta montando? La respuesta es no.

¿Qué si me preocupa no saber nada de él? Allí la respuesta es algo distinta: solo un poco.

Pero eso se debe a que Donnovan ha estado tan sobre mi durante que llegué de Londres que es algo raro no tenerlo detrás de mi dejando bien claro que le gusto y todo lo demás... ¿Soy rara por eso? Pues si, eso lo sé, no es ninguna noticia nueva.

Voy hacia mi casillero para recoger mi libro de economía como si realmente voy a darle algún uso más que tenerlo como un feo adorno intacto, tropiezo con un chico que viene mirando hacia atrás y mi teléfono se me resbala cayendo al suelo. El ruido que hace es estruendoso y por un instante pienso en que la pantalla se ha partido mientras él chico se agacha a recogerlo disculpándose constantemente conmigo por el accidente.

—Lo siento, de verdad. Disculpa estaba distraído.

Se coloca de pie con mi teléfono y me lo pasa. Arrugo mi entrecejo con más intensidad y verifico mi teléfono agradeciendo que no sufrió ni un golpe antes de poner mis ojos de mala gana sobre el chico. Es lunes y no estoy de humor porque detesto los lunes, y mucho. Él me dedica una sonrisa nerviosa mientras lo observo sin mucho interés, las pecas en su nariz son lo único que llama mi atención, es rubio, rubio y con un color de ojos parecido al mío. Un azul muy similar. Su sonrisa se mantiene presente, tiene dientes perlado y perfectos.

Detallo que pertenece al grupo de atletas de algún equipo deportivo porque lleva puesta la chaqueta que lo identifica como tal, así que practica un deporte. No que me interese, por supuesto. Se acomoda la mochila al hombro y se pasa una mano por la nuca.

—Al menos tu teléfono no sufrió —dice nerviosamente con un tono de voz agradable—, me llamo...

—No me importa —le corto de manera filosa, en plan de: «me hablas de nuevo y te asesino»

Mueve su mano con nervios y está tropieza con mi mano, la misma en la que sostengo mi teléfono. El tropiezo casi hace que mi teléfono vuelva a caer al piso por segunda vez y miro nuevamente con fastidio al rubio, que una vez más se disculpa.

—¿Eres imbécil o te haces?

—No, y-yo solo...

—Lárgate —ordeno impaciente, el rubio asiente apenado, lo sé porque sus mejillas ahora están de un color rojizo y un segundo después me pasa por al lado.

Excelente, no llevo ni siquiera diez minutos aquí y ya quiero largarme a casa. Resoplo, o más bien suspiro de camino a mi casillero y tras llegar, abrirlo, buscar el estúpido libro y guardarlo en mi mochila, cierro el cubículo y me voy escaleras arriba a la primera hora de sufrimiento en el infierno.

Me gusta ser real, mostrarme a las personas tal cual como soy así sea grosera, borde, maleducada, directa y sin filtros, en pocas palabras: sincera a mi manera. A muchos no les parece o no les gusta mi actitud, a mi me vale lo que esos muchos digan; soy como soy y no voy a cambiar, que le guste a quien le guste y a quien no pues que se vaya.

El Desenlace De Una IlusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora