20 años atrás
Londres, Inglaterra
Enero
Aleinah
Durante aquella madrugada, pensé que sería como esas en las que nos desvelábamos juntos viendo algún programa o videos estúpidos en internet para perder el tiempo. Pero no fue así, Jae se había pasado de tragos, balbuceaba al hablar y tenía las mejillas extremadamente sonrojadas, sus ojos estaban brillosos y parecía un niño muy feliz.
Se veía adorable en ese estado. O al menos para mi lucia de esa manera.
—Lástima que aquí no hay nieve —susurro curveando su labio inferior en un puchero—, en Seúl existe la creencia de que si se pasa la primera nevada del año con la persona que te gusta, su amor esta destinado a perdurar.
—¿Qué hablas? —pregunté ligeramente nerviosa.
—Nuestro amor tiene que perdurar. Es solo que yo soy muy cobarde para admitirlo, pero lo hago. Desde el día en que te vi en esa estúpida fiesta y los días después de eso, no pude sacarte de mi cabeza. Yo supe que quería envejecer junto a ti y ponerle a nuestros hijos nombres que odiarían y que en Corea serian de pronunciar —confesó, mirándome con una sonrisa pegada en los labios—, eres demasiado hermosa, por dentro y por fuera. Recuérdalo, regresa a salvo a mis brazos, porque te confesaré mi amor sobrio.
Lo miré perpleja sin poder creer lo que decía y solté al aire tal como si me estuviera sofocando. Yo... nunca quise hacerme ideas equivocadas con él, pensaba que lo que hacíamos era solo por diversión y aquellos sentimientos que crecían cada vez más que me tocaba o me miraba, eran algo que debía desaparecer, que no tenían lugar ni cabida dentro de nuestra relación. Pero la verdad es que era difícil ignorarlos y pasarlos por alto porque estaba enamorada de él, de su sonrisa, su amabilidad, su generosidad, de lo transparente que era conmigo.
Amaba cuando me decía palabras cariñosas en coreano creyendo que no comprendería, amaba como sus ojos se achacaban cada vez que me sonreía, sus tatuajes, sus manos tomándome para protegerme. Nunca quise hacerme ideas equivocadas, pero ahora ya no solo sospechaba de lo que él sentía si no que lo sabía.
Jaehyun y yo teníamos que terminar de estar juntos.
Tal como esas novelas malas que me hacía ver, era finalmente hora de tomarnos la mano y continuar por lo que sea que el destino nos había dispuesto.
—Cuando estés en México, solo háblale a Min, nadie más. ¿Entendido?
Asentí.
Aún cuando mi recuerdo era solo algo vivo en mi memoria, le asentí a la nada mientras veía como la nieve comenzaba a caer.
Era la primera nevada del año y yo no estaba junto a él. No porque no quisiera, porque lo quería, lo anhelaba pero no estábamos juntos y no era porque me hubiera alejado apropósito.
Jaehyun no me había dejado tampoco, Howard lo alejó de mí.
Las lágrimas comenzaron a caer como un torrente de agua y yo continúe mirando la nieve caer y acumularse en el suelo. Tal vez el frío en mi interior convertiría mi llanto en nieve.
Me había logrado escabullir de sus brazos en medio de la noche y me senté en frente de las puertas francesas que daban al jardín a beber directo de la botella de soju que le había rogado a Nina que me comprara. Me había saltado el protocolo de beberlo en un vaso, y de voltear mi rostro a un lado por respeto a la señora Yoon.
De esa manera los recuerdos se permitieron rondar libremente en mi cabeza.
—Te juro que sabrá dulce en cuanto tu vida sea mejor —había dicho Jae, al ver mi desesperación por no poder conseguir nada cercano a mi sueño de actuar haciendo elusión al sabor de la botella de la misma bebida coreana.
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El Desenlace De Una Ilusión
Teen FictionBORRADOR. Ava Hanssem y Evan Slymour lo tienen todo y nada en común: son niños ricos ¿solo ricos? No, son niños super ricos, con padres exitosos, poderosos y con legados más grandes que ellos mismos. Por eso son beneficiados y pueden hacer lo que qu...