[24] •Opuestos que se atraen•

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Por la mañana cuando despierto Evan no esta a mi lado, en vez de eso solo queda el espacio vacío y un ligero aroma de su perfume en la almohada. Debe haberse ido en algún momento de la noche después de que me dormí. Bostezo, veo la hora en el reloj de mi mesa de noche y cojo fuerzas para seguir mi rutina matutina: levantarme, que es lo más difícil, bañarme y arreglarme. En lo que estoy completamente lista abandono mi habitación para bajar desayunar, reviso mi teléfono mientras me dirijo escaleras abajo y escucho voces en el comedor, entre las cuales destaca la de mi madre.

Bajo los últimos escalones y me acerco curiosa, en cuanto llego al comedor principal me quedo de pie mirando hacia la mesa porque mi madre esta en compañía de un sujeto trajeado que tiene unos documentos sobre la mesa mientras hablan sin percatarse de mi presencia. ¿Quién...?

Oh, el abogado de papá.

Tiene que serlo, tiene toda la pinta. Miro al sujeto mientras camino para incorporarme a desayunar, es de cabello rubio, ojos avellana y porte derecho. El acento que tiene mientras habla con mi madre lo delata de se británico.

—¡Ava, buenos días cariño! —mamá exclama al verme de pie al borde de la mesa.

Mis ojos no dejan ir los del sujeto.

—¿Quién es? —cuestiono curiosa para corroborar mi idea.

—Soy el abogado de tu padre, Ava —el hombre se adelanta a responder, echa su silla para atrás y se coloca de pie con un porte elegante. Me extiende su mano—, Horem Dankworth. Un placer conocerte en persona.

Claro que es el abogado. Por supuesto. Tío Jacksson antes de irse ayer en la mañana me dijo que el abogado de papá tuvo ciertos asuntos que lo harían atrasar uno o dos días el viaje.

Bueno, ahora está aquí.

Extiendo mi mano para estrechársela en un saludo.

—¿Y para que quería reunirse conmigo?

—Ava, el señor Dankworth tiene algo que decirte —menciona mamá.

Asiento un poco curiosa y cuando suelta mi mano, me siento en la mesa para servirme el desayuno.

—Puede ser breve y conciso, directo. Tengo que ir a clases, aunque no tengo problema en llegar tarde —digo, estirando mi mano hasta los hotcakes para tomar uno y ponerlo sobre el plato frente a mí.

No tengo mucha hambre.

—Tienes mucho de tu padre en ti ¿eh? —menciona, tal como si yo no supiera eso y fuera un gran descubrimiento—, directa y al punto. Igual que él.

—No lo escucho hablar —murmuro.

—Ava... —mamá advierte—, no seas grosera.

—No se preocupe, señora Hanssem. La chica tiene razón —habla el abogado—, sucede que, en su testamento, tu padre dejó a tu nombre la casa de playa en Malibú. Pero yo solo podía hacer mención de eso hasta ahora, tengo que cumplir sus deseos.

—Típico de él —susurra mamá, pero alcanzo a escucharla y al poner mis ojos en ella la encuentro llevando una taza de café a sus labios.

Vuelvo a mi mirada al abogado.

—¿Cómo qué a mi nombre? —cuestiono ligeramente confundida.

—Así mismo, Ava. Como escuchas. Textualmente dijo y lo cito: «un mes antes del cumpleaños número dieciocho de mi hija Ava Katherinna, quiero que se le haga la entrega del documento y llaves de la casa ubicada a orillas de la playa que compre en la ciudad de Malibú»

El Desenlace De Una IlusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora