[23] •Eres mi secreto favorito•

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Lunes por la mañana.

Ayer domingo no vi ni a Evan ni a mi tío en todo el día, no desde que después de la cena mi tío le pidió hacerle un recorrido por los mejores sitios de la ciudad. Sin embargo al bajar de mi habitación para desayunar, encuentro con que Evan y Sam están desayunando con mi mamá en el comedor con ventanales cuya vista da hacia la piscina, ellos están vestidos listos para ir a clases y no puedo disimular mi rostro de fastidio al mirarlos.

—Buenos días, cariño —mamá dice al verme atravesar la habitación.

De inmediato los ojos de ambos se posicionan en mí.

—Hola rubia —me saluda el moreno.

Lo ignoro sin más y me apresuro en rodear la mesa hasta sentarme a la izquierda de mi madre.

—¿Qué hacen aquí? —pregunto ligeramente curiosa pero desinteresada mientras tomo un plato para comenzar a servirme el desayuno.

—Sabes que mi papá sigue en Texas, bueno, Anitta se sentía mal anoche. Entonces llamó a su médico y él dijo que se tomará unos medicamentos, y que reposara, de perdurar o empeorar como se sentía, fuera a su consultorio —me responde Evan—, así que vinimos a desayunar contigo y Nina. Ella dijo que no hay problema.

Esboza una sonrisa dulzona y después lleva un vaso de jugo de fresa hasta sus labios para beber. Me guiña un ojo y deja el vaso sobre la superficie de la mesa.

Invasión, esto es invasión. Pero claro, a él le importa poco y nada.

—Se acerca mi cumpleaños... ¿Qué piensas regalarme, Ava?

Dejo de mirar a Evan para ver detrás suyo, Aydan viene incorporándose al desayuno.

—Buenos días —dice antes de tomar asiento en una de las sillas vacías.

Coloco dos waffles en mi plato y pico un pedacito para llevarlo a mi boca.

—¿Qué te parece un golpe en el rostro? —ironizo sarcástica.

Mamá me mira sería pero la ignoro.

—¿No hay otra opción? —Evan me pregunta—, detesto tu mal humor en las mañanas.

—Vale, ¿Qué te parece mejor? —me siento mejor sobre la silla acomodándome y aclaro mi garganta—, opción A: Un golpe en el rostro. Opción B: Un golpe en el abdomen u opción C: usarte como saco de boxeo para entrenamiento.

—Cuanta agresividad —chasquea fingiendo asombro y después mira a mamá que por la expresión arrugada en su rostro, se que mi actitud no es de su agrado—, creo que la niña debería ir a terapias para controlar esa agresividad, Nina.

Mamá está por responderle algo, pero Sam habla antes.

—Nina ¿tienes algún dulce o postre que pueda llevarme para comer en clases?

Todos lo miramos. Mamá le sonríe con amabilidad y asiente con la cabeza.

—Si, Sam. En la cocina hay brownies, puedes agarrar.

—¡Eres lo máximo! —exclama el moreno.

—¿Te vas con Evan a clases, cariño? —mamá me pregunta llevando su taza de café mañanero a su boca.

Hago una mueca.

—Si no tengo opción —digo limitada.

Evan me mira. Yo lo miro. Intercambiamos miradas por los siguientes segundos hasta que la voz de mamá hablando nos hace salir del encuentro de miradas. Me concentro en mi desayuno ignorando al resto y dejo salir un suspiro. Para cuando termino y comienza a acercarse el horario de entrada a clases, Evan me dice para irnos y asiento mientras me coloco de pie. Subo a mi habitación por mi mochila y un minuto después vuelvo a bajar.

El Desenlace De Una IlusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora