[Aleinah]

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2019

Los Ángeles, California.

Veintiún años atrás

Aleinah


Sabía desde antes de abandonar el pueblo en que crecí para venir a Los Ángeles al otro lado del mundo con el sueño de ser actriz, que no sería fácil. Aquello había requerido un plan, uno que creí que funcionaría pero no lo hizo y ahora no solo era yo la que tenía el corazón roto sino las otras tres chicas con la que compartía aquel feo apartamento cerca del centro de Los Ángeles. Una de ellas se había visto en la obligación de prostituirse para poder pagar la renta y poder comer ya que ninguna podía ayudarla y yo tal como el resto comenzaba a verme reflejada en aquello.

No quería llegar a ese extremo en el intento de hacer mi sueño realidad.

Esa noche me encontraba en una fiesta en West Hollywood, de un director que me había llamado diciendo que tendría una pequeña reunión en su casa y que allí podríamos discutir el papel que tendría en la siguiente película que grabaría. Por supuesto aquello fue una mentira, la pequeña reunión era una fiesta llena de chicas tan desesperadas como yo, con largas piernas y atuendos que realmente no podían permitirse. Todas destilaban miradas llenas de veneno y en cuanto del director se trataba, el hombre estaba demasiado ebrio como para mantener una conversación por más de cinco minutos y lo único que quería era ver a que víctima llevaría a su cama. Esa noche ciertamente comenzaba a sentirme algo frustrada, más que nada porque aquello comenzaba a ser cuesta arriba y la situación no parecía mejorar.

Me senté en el sofá donde estaba el bar, las luces neón de la decoración de la pared creaban un ambiente relajado y su color rojo se reflejaba en el vodka seco que estaba bebiendo. Mi mirada de decepción hablaba por si sola, no sabía si era peor quedarme o irme a casa.

Estar ebria para ahogar mis sentimientos se sentía mucho mejor que ir a llorarle a la almohada.

Entonces fue cuando lo vi.

Se sentó en el sillón de enfrente y comenzó a armarse un porro justo en mi cara, la mueca de desagrado se hizo presente en mi rostro y sus ojos encontraron los míos.

—Tranquila, no es para mi. Yo solo lo vendo —comentó tranquilamente, como si yo fuera su amiga o algo.

Aquel chico llevaba el cabello desordenado, era de color azabache y tenía ojos tan oscuros como la noche. La ropa que usaba junto a rastros de delineador en sus ojos rasgados me dieron curiosidad, aunque todo él me dio curiosidad. Sus antebrazos estaban llenos de tatuajes y tenía perforaciones en las orejas, y una sonrisa dulce que no concordaba con su atuendo ruidoso.

—¿Qué tanto me miras? —preguntó sacándome de mis pensamientos—, ¿Quieres uno?

¿Me estaba ofreciendo un porro?

—No —me negué inmediatamente.

—¿Entonces qué? —cuestionó mirándome.

Estaba por responderle cuando una chica de vestido rosa se acercó a él y le dio dos billetes de veinte dólares, él le entregó el porro armado y eso fue todo. No compartieron palabras, ella solo volvió al grupo al fondo del salón donde habían al menos cinco chicas mas alrededor de aquel hombre ebrio.

—Tengo la ligera sospecha de que te haz colado a la fiesta —hablé acusándolo justo después de darle un sorbo a mi vaso.

—Pues tus sospechas son acertadas. Mis piernas no son lo suficientemente bonitas como para impresionar el director —dijo en respuesta. Sus palabras hicieron que una risita involuntaria saliera de mis labios—, soy Jae.

El Desenlace De Una IlusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora