Capítulo 13

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El espacio entre nosotros era abrumador en todos los sentidos, me aturdia y me sacaba de balance, pero me preocupaba mi reacción ante su presencia, me preocupan mis emociones.

Mantuve la mirada fija en mi taza de té, pues no quería mirarlo a los ojos, no me gustaba sentirme intimidada y Elías lo hacía. El hombre delante de mí se veía tan extraño pero al mismo tiempo tan familiar.

—¿A qué hora llega tu papá? —su voz retumbó en el lugar.

—No lo sé —me encogí de hombros —, ¿tanto miedo le tienes?

Él soltó una pequeña risa y lo mire se reojo, tenía una sonrisa en los labios pero no alcanzaba a tocar sus rostros, lo cuales estaban apagados.

—No le tengo miedo —confesó —. No quiero que me vea aquí, no te quiero meter en problemas.

Aquello tenía lógica. No sé porque mi padre piensa que Elías es una mala influencia para mí, pero sí sé que se pondrá furioso si encuentra a un chico dentro de la casa, y se pondrá más furioso cuando se entere que Eric jamás puso un pie aquí.

—Tal vez es mejor que te vayas ahora —hablé después de un rato.

—¿Por qué? —preguntó con la voz ronca y me removí ansiosa en mi lugar.

—No quiero problemas con mi padre —mentí.

Me importaban muy poco los regaños de mi padre, y honestamente, no quiero que Elías se vaya, pero creo que en éste momento es lo mejor. Necesito aclarar mi mente, necesito decirme a mí misma que Elías no es la persona que estoy buscando.

Si Elías fuera el hombre que buscó, el ya me lo hubiera dicho, ¿verdad?

—¿Te puedo preguntar algo? —hable sin pensar.

Él asintió con la cabeza y pensé bien lo que iba preguntar.

Una parte de mí me decía que Elías no era el chico en mis recuerdos, una parte de mí me gritaba que si Elías fuera esa persona, él ya me lo hubiera dicho, él ya me lo hubiera recordado. El ya me hubiera buscado...

—¿Realmente no tienes nada con Anna? —no era la pregunta que quería hacer.

Él se acomodó en su silla.

—Nada, sólo amigos —dijo de inmediato —. En realidad, ella y yo somos amigos gracias a ti...

—¿Eso qué significa?

—Yo era tu amigo, después me la presentaste a ella, y así todos somos amigos ahora —sonrió de lado.

—¿Cómo nos conocimos? —pregunté curiosa.

Un brillo apareció en sus ojos color ámbar, un brillo que se me antojaba lleno de felicidad y nostalgia.

—En el hospital —bebió algo de su té y siguió hablando —. Mi padre estaba enfermo de leucemia e iba a las quimioterapias, tu siempre acompañaba a tu padre al trabajo, así que un día te vi en los pasillos, o mejor dicho, tu me viste a mí —me miro con intensidad —. Estabas ahí de pie en la entrada, con tan sólo quince años, y tenías los ojos puestos en mí, caminaste en silencio hasta donde yo estaba y me preguntaste mi nombre, luego le preguntaste a mi padre cómo se sentía, después de eso te fuiste y jamás te volví a ver.

—¿Tenía quince años? —pregunté sorprendida.

—Así es, pero no empezamos a hablar hasta unos meses después de eso. Después un año, las quimioterapias de mi padre dejaron de funcionar, así que dejé de ir al hospital, pero tu me buscaste y me encontraste —presté más atención a sus palabras —, ibas casi todos los días después de la escuela a verme, platicar y ayudarme a cuidar a mi papá...

Aún no sé quién soyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora