Capítulo 18

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No comprendía nada, hasta que me percaté de la manera brusca con la que sus manos me tomaban de los hombros y me obligaban a estar de pie. Sé que está hablando sobre Elías, sé que todos tienes la mirada sobre nosotros pero yo estaba sin palabras, no sabía como reaccionar.

—Y-yo… —abrí la boca para hablar pero nada salió de mi boca.

—¿Qué te sucede? No la trates así —escuché una voz a mi espalda pero no deje de observar a Vince y su nueva faceta.

—Responde, Maya —susurró —¿Qué estás haciendo con él?

Su voz ronca y peligrosa activó algo dentro de mi, algo lleno de confusión y molestia.

—¿Y eso a ti que te importa? —murmure, acomodando mis pies en el suelo para sostenerme por mí misma —Somos amigos y ya, Vince, además, no tienes derecho a tratarme así…

—No sabes el día horrible que tuve, sólo quería verte y hablar contigo pero me ignoraste, llegó aquí y te veo con éste idiota que lo único que quiere es ligarte —me soltó pero se seguía viendo molesto.

—Te llamé, y jamás atendiste mi llamada —me arreglé la ropa pues él me la había arrugado con sus movimientos bruscos —, además eso no excusa para tratarme así… —entre mis movimientos por arreglar mi chaqueta, algo me dolió en la muñeca y bajé la mirada sólo para toparme con una mancha roja en ella —. Me lastimaste, Vince.

Lo mire a los ojos con la mirada preocupada y él miró mi herida, tomó mi mano con delicadeza y sus ojos mostraron sorpresa.

—Lo siento, Maya, jamás fue mi intención —dijo de inmediato —. Lo siento, lo lamento yo…

—Ven, Maya, te pondré algo de hielo —una voz nos obligó a romper el contacto que teníamos.

Anna estaba a mí lado con una mirada preocupada y me tomó del hombro para jalarme a su lado y examinar mi herida, mientras ella la observaba, yo levanté la vista con vergüenza al darme cuenta que aún tenía la mirada de todo el mundo sobre mí, pero la única que me hizo encogerme fue la mirada de Elías. Estaba de pie, aún seguía en su lugar pero parecía estar en shock, estaba sin palabras con sus ojos en mí.

—Ven, pediré más hielo —Anna me jaló pero me gire a ver a Vince cuando escuché sus pasos detrás de mí.

—Espera aquí, ahora vuelvo —le pedí con un susurró y el asintió nervioso, parecía estar en otro mundo, en cualquier lado menos aquí. Me pregunté que le sucedía, que debió pasarle para reaccionar así, tal vez no fue su culpa esa reacción, tal vez sólo esta cansado.

Cuando llegamos al camión de comida, Anna pidió hielo y le entregaron un puño envuelto en una servilleta, después me jaló hasta sentarnos detrás del camión y puso el hielo sobre mi muñeca. Solté un pequeño jadeo al sentir el frío en mi piel, pero mi amiga no detuvo su acción.

—¿Qué fue eso, Maya? —preguntó mi amiga después de un rato.

—No fue nada —respondí sin quitar la mirada de mi muñeca, no me gustaba verla a los ojos.

—¿No fue nada? Maya, te saco de tu asiento de un solo jalón…

—No paso nada, Anna —la interrumpí —. Vince es grande, simplemente no midió su fuerza y ya.

—Mírame a los ojos, Maya —Anna sonó dura y seria, el tono autoritario que uso me obligó a alzar la vista y enfrentarla.

—¿Estás segura de que sólo fue eso? —sus cejas se fruncieron preocupada.

—Si —respondí sin titubear pues estaba segura.

Ella suspiró, volvió la vista a mi muñeca y movió el hielo.

Aún no sé quién soyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora