Capítulo 11

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—¿Me estás diciendo que esa es la tercera parte de la saga? —la voz masculina de Vince mi hizo detenerme.

—Sí...

—¿Eso quiere decir que me salté las dos primeras películas? —me interrumpió indignado.

—No es para tanto, Vince —dije con una sonrisa —, puedes ver las otras películas después.

Él se seguía viendo algo decepcionado pero siguió el camino. Habíamos visto la tercera, y última película hasta ahora, de Harry Potter, una de mis sagas de libros favoritas. Ahora estábamos caminando sin rumbo alguno por la acera, disfrutando de la comida que nos había quedado y del aire fresco.

—Ahora entiendo porque no comprendí demasiadas cosas de la película —comió una palomita y me miró con expresión dudosa —. ¿Quién es Sirius Black? ¿Quién es ese ratón que se convirtió en hombre?

Una sonrisa orgullosa se deslizó por mi rostro.

—Me alegra que te haya gustado, esa es mi película favorita de todas —dije y bebí un poco de refresco —, tengo los DVDS de las dos primeras películas, te los puedo prestar y así contestas tus dudas.

—O puedes verlas conmigo, en mi cuarto de universitario —lo mire de reojo, algo nerviosa.

—¿Cuarto de universitario? —pregunté fingiendo qué no sabía a lo que se refería, aunque sé que en la universidad pública cada alumno tiene un cuarto, así como Eric.

—Ya sabes, mi recámara en la universidad, mi único hogar en está vida —se encogió de hombros.

Sus palabras me dejaron algo hueca.

—¿Dónde está tu familia, Vince? —pregunté curiosa y el comió otra palomita.

—Mi padre abandonó a mi madre cuando se entero que estaba embarazada, mis abuelos también lo hicieron y sus hermanos, así que cuando mi mamá falleció perdí toda la familia que tenía —explicó y me sentí mal por preguntar.

—¿Cómo falleció tu mamá? —seguí preguntando pero esta vez con más suavidad.

—Muerte cerebral, se cayó de las escaleras y se golpeó la frente —me detuve de inmediato al escuchar sus palabras.

—¿E-ella... —mi voz tembló y tuve que tratar saliva para poder seguir hablando —¿Ella estuvo en coma?

Me miro con una expresión de tristeza y asintió.

—Estuvo en coma nueve meses, sentía que no podía dejarla ir, no cuando su corazón seguía latiendo —empezó a hablar —, llegó un día en el que ya no podía pagar el hospital y tuve que desconectarla, sus órganos fueron donados y sus cenizas están en algún lugar del océano.

La tristeza me invadió de inmediato, y no encontré palabras de alivio para darle a Vince.

—Cuando me dijiste que habías despertado del coma, sentí mucha felicidad porque por un momento, dejé de creer en las cosas buenas de la vida —volvió a hablar —. Me demostraste que los milagros, por más patético que suene, siguen existiendo. Y no habló de milagros religiosos, si no de milagros del destino, de esos milagros que están hechos para cambiar el rumbo de las cosas pues el destino cree que los mereces.

Sus palabras me llenaron el alma y no pude evitar abrazarlo. Tardo un segundos en corresponder mi acción, pero agradecí cuando me rodeo con sus brazos los hombros.

—Perdón por ser tan curiosa —me disculpe.

—Me gusta que preguntes —respondió y su voz profunda vibró en su pecho.

Aún no sé quién soyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora