Tenía calor, necesitaba aire fresco a pesar de que ya estaba al aire libre. Mi garganta me pide agua helada y mi cuerpo me pide descanso, pero aún así no dejo de moverme.
Estoy ebria. Sé que perdí la sobriedad que me quedaba después de la cuarta botella que Anna y yo tomamos, escondidas en un callejón. Los juegos, los gritos y las luces de la feria sólo me marean más. Ya no puedo más.
Tomé el inicio de mi sudadera y me la saqué por la cabeza, agradecí el hecho de llevar una blusa de tirantes en debajo pues así puedo sentirme más fresca, me amarre la prenda a la cintura y metí mi cabello detrás de mi orejas calientes. Anna llevaba el cabello recogido en una coleta y se quito el suéter que llevaba puesto en la escuela.
—¿Qué hora es? —le pregunté sin mirarla.
—No lo sé —se acomodó un cabello suelto de su coleta—. Me muero de hambre. Creo que hay nada de alcohol en mi sistema.
Quisiera ser ella, quisiera ya haber procesado el alcohol en mi sistema pero aún me siento bastante mareada y con náuseas, creo que es porque mi cuerpo no había probado ninguna gota de alcohol desde hace más de un año, debido a mi accidente. Suspire y busqué mi celular en mis bolsillo traseros pero ahí no estaba, entonces lo busqué en el bolsillo de mi sudadera pero tampoco estaba ahí.
—Anna, ¿has visto mi celular? —le pregunté sin dejar de buscar mi pequeño aparato de teléfono.
—¡Oh por Dios! —el gritó de mi amiga me sacó de balance —. ¿Dónde está tu mochila? ¿Dónde está mi mochila?
Sus palabras me hicieron reaccionar un poco y darme cuenta de que efectivamente no tenía mi mochila, y ahí estaban mis pertenencias. Pero ni siquiera recuerdo en qué momento la perdí o en dónde la dejé.
—Ups… —reí inocentemente.
—Maya, ya son las siete de la tarde. ¿Sabes lo que eso significa? —su voz asustada me obligó a mirarla, su expresión ya no se veía tan perdida.
—¿Qué?
—Significa que debimos salir de la escuela hace tres horas —se puso de pie y movió las manos con rudeza —. Debimos llegar a casa hace tres malditas horas. Mi mamá debe estar cómo loca, me va a matar —lloró mordiéndose las uñas, pero entonces su expresión cambió a una hoja en blanco. Caminó hasta mí y me tomó por los hombros —. Tu padre debe estar buscándote, Maya, debe estar completamente angustiado por ti…
—Mi padre se puede ir al carajo, Anna —hablé con la lengua floja y ella frunció el ceño fruncido.
—¿De qué hablas? —preguntó confundida.
—Él no me está buscado, y si lo hace, es porque quiere volver a encerrarme —dije con una sonrisa dolida y ella suavizó su agarre en mis hombros.
—¿Encerrarte? —se sentó a mi lado sin dejar de mirarme preocupada, entonces, sus ojos cayeron en mi brazo izquierdo e hizo una mueca —. ¿Qué te pasó ahí?
Mis ojos miraron lo que ella veía y note un moretón color verde en mi antebrazo.
—No fue nada. Sólo peleamos, forcejeamos un poco, sólo eso —dije sin preocupaciones pues era verdad. Ese moretón es sólo un accidente.
—¿Por qué pelearon? —Anna preguntó preocupada.
—Cosas.
Al parecer mi amiga se dio cuenta de que no le iba a contar nada, pues sus hombros se hundieron un poco.
—Puedes confiar en mí, Maya —me acarició la espalda y me habló en un tono maternal. Su voz me dio algo de sentimiento, era eso o el alcohol.
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Aún no sé quién soy
Ficção Geral¿Sabes quien eres? Imagina despertar un día sin saber quién eres, sin recordar quién fuiste o tener alguna día de quien serás. Imagina un día tener las ganas de empezar de nuevo y sólo descubrir que tu pasado siempre te arrastrará, que tu pasado sie...