—¿M-Maya? —preguntó asombrada. Se veía tan descolocada por mi presencia, pero no tanto como yo.
Sus ojos empezaron a lagrimear, y se acercó rápidamente a nosotros, pero retrocedí de inmediato.
—¿Q-qué te pasó? —preguntó con la voz temblorosa sin dejar de observar su rostro.
Ella palideció de inmediato, y sus ojos soltaron un par de lágrimas.
—¿De qué hablas? —preguntó con incredulidad.
—Maya, pensé que lo recordabas... —la voz de mi hermano me obligó a mirarlo.
—Y-yo... —dije con los ojos llorosos y el corazón latiendo fuerte —. ¿Recordar qué? —pregunté con miedo. La habitación se volvió silenciosa, y todos me observaban con curiosidad y miedo. Yo sólo temblaba desde mi lugar, sin poder dejar de observar las cicatrices de mi madre.
—Hija —mamá me habló pero no dejé que me tocará.
Algo en mi cerebro estaba bloqueado, había una nube espesa que no me dejaba dejar de sentir miedo por el nuevo rostro de mamá. Y no es por las cicatrices, es porque ni siquiera puedo reconocerla. La idea que tenía de ella, de su rostro, es completamente diferente a la que ahora está frente a mí.
—Debes recordarlo —ella volvió a hablar, acercándose más a mí, pero yo di un paso hacía la puerta —. Hija, yo tuve el accidente en las escaleras hace años, tú estabas ahí, tú lo viste...
Cuando mencionó el accidente en las escaleras de nuestra antigua casa, todo en. I mente empezó a caminar a una velocidad impresionante. Todo lo que una vez recordé de mamá, empezó a cambiar.
Cuando una imagen de ella vino a mi mente, esta vez el rostro de mamá estaba tal cual lo veía ahora. Desfigurado.
La cabeza me empezó a doler y llevé mis manos hasta ella para sostenerla, como si eso quitará el dolor.
—¿Estás bien? —alguien preguntó pero no pude reconocer quien era.
Me doble en mi lugar, sintiendo cómo si la cabeza me fuera a explotar.
No sé en qué punto empecé a gritar por ayuda, no sé en qué momento me tiré al suelo y empecé a llorar debido al dolor tan intenso que sentía desde la sien hasta la nuca.
—Llamen a una ambulancia —alguien me sostuvo, puso un papel en mi nariz y empezó a limpiarla —. Su nariz está sangrando de nuevo.
Parecía ser la voz de Eric, o tal vez de papá.
Caí por completo al suelo, alguien me sostuvo con fuerza y después sentí un pinchazo en el brazo. El líquido que pusieron en mis venas, empezó a hacer su efecto unos segundos después y lo sé porque mi cuerpo pierde la fuerza y el control. El dolor sigue ahí, pero parece cómo si me hubieran dormido todas las extremidades del cuerpo.
—Maya... —está vez, la voz masculina sonó lejana, como si viniera de un túnel. Era familiar, era ronca y espesa. Y era la voz de Alejandro —. Ven conmigo, Maya.
Sé que sólo se trata de un recuerdo, de un juego de mi mente. A éste punto, no me sorprende que cada que estoy a punto de perder la conciencia su voz sea quién me llama. No me da miedo, es todo lo contrario, me ayuda a relajarme y a perderme entre el camino oscuro.
Cuando cierro los ojos, segundos después los abro y me encuentro en un espejismo conocido. Una habitación pequeña, desordenada y con luz cálida, las formas y los colores están borrosos, lo cuál me ayuda a saber que esto sólo está sucediendo en mí mente
—Ven aquí, amor —escuche su voz llamándome.
Estaba a unos pasos delante de mí y me extendía un sobre de sellado de color café y una rosa roja.
—Te prometí que te daría una carta por cada año de tu vida que no pasé contigo, y esta es la última. La carta número quince —su rostro, sus manos y su silueta estaban más borrosas que antes, que cualquier otro espejismo —. Guardarla, Maya. Guárdalas para siempre en tu corazón —mis manos tomaron el sobre y lo apreciaron cerca —. Estás cartas son mi amor hacía ti, son mis sentimientos. Quiero que cuando las leas, te haga sentir cómo tú me haces sentir cada que dices mi nombre...
—Alejandro —mi voz se escuchó, pero yo no moví los labios, al menos no mí yo actual.
—Te amo, Maya —su confesión me dejó sin aliento —. Prométeme que pase lo que pase, siempre estaré en tu corazón, y siempre me amarás como lo haces ahora.
—Lo prometo —mi voz era diferente. Casi aniñada, algo gangosa pero segura.
—No importa qué, siempre estaremos juntos —él siguió hablando —. A pesar de todas esas personas que nos quieren separar, nosotros siempre iremos contra la corriente. Porque nuestro amor es más grande que ellos.
—No dejaremos que mi hermano, mi padre o tu familia nos separe —hablé temerosa —. Nos iremos de aquí, Alejandro. Juntos.
—Lo haremos —se inclino a besarme la frente, pero no sentí ni su toque ni sus labios en mi piel —. Tengo todo listo, las maletas y los boletos están preparados. Nos podremos ir cuándo tu digas.
—Está bien —asentí —. Te amo.
—Y yo a ti.
~°~
Me encuentro estancada en mi mente, lo sé, porque estoy frente a un espejo y me veo totalmente diferente.
—¡MAYA! —un grito me hace saltar en mi lugar, y salgo del baño.
Cuando miró el pasillo, es un total desastre. Las fotografías están en el suelo, el papel tapiz de las paredes a sido arrancado y la alfombra movida de su lugar.
Esta fue mi casa. Aquí viví los primeros años de vida, hasta que estuve en la secundaria.
—¡MAYA, TOMA TUS COSAS Y VÁMONOS DE AQUÍ!
Mi madre sale del pasillo, lleva una maleta en la mano y los ojos llenos de lágrimas. El cabello jamás se le había visto tan desordenado, y jamás la había visto así de alterada. Totalmente histérica.
—Vámonos —me toma de la muñeca y me jala hasta el inicio de las escaleras.
Cuando llegamos al primer escalón, alguien me detiene por el brazo. Miró la mano grande en mi muñeca, y después a quién me toma.
—Papá... —murmuró, asustada.
Él también lleva las mejillas húmedas. Me mira por un instante, y después a mi madre.
—Si te vas a ir de la casa, te vas a ir sola —dice, la angustia y la desesperación se filtran en su voz —. Los niños se quedan conmigo.
En ese momento, mi padre me jala con fuerza hacia su dirección, obligando a mamá a a soltarme, y en el acto, ella pierde el equilibrio.
Veo lentamente como intenta tomarse de cualquier cosa que tenga a su alrededor, pero lo hace sin éxito, pues segundos después, su cuerpo ya se encuentra rodando por las escaleras. Para cuando llega a los últimos escalones, sus pies se atoran con la base que sostiene al florero, y hace que el objeto de vidrio se rompa en mil pedazos a escasos centímetros de su cara.
Escucho a papá gritar y me suelta para correr en su dirección. Eric aparece en la escena, y llora escandalosamente mientras ve a mamá inconsciente en el suelo. Y yo trato de entender que es lo que acaba de pasar.
Como podría hacer algo, si solo tengo seis años y apenas sé pronunciar la letra r. Como podría ser esto mi culpa, si fueron mis padres quien discutieron, y fue mi madre quien perdió el equilibrio. Ella solo estaba en el momento en el lugar equivocado.
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Aún no sé quién soy
Ficción General¿Sabes quien eres? Imagina despertar un día sin saber quién eres, sin recordar quién fuiste o tener alguna día de quien serás. Imagina un día tener las ganas de empezar de nuevo y sólo descubrir que tu pasado siempre te arrastrará, que tu pasado sie...