Capítulo 8

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Estaba sentada en la acera con las manos en mi regazo y la cabeza sobre el hombro de Elías.

—¿Ya te sientes mejor? —preguntó después de un rato de silencio.

—Sí, gracias —susurre abrazandome a mí misma.

Después de eso ya no hablamos.

Me había ayudado a tranquilizarme, me abrazó y me escuchó, prestó atención a lo que le decía a pesar de que sólo eran cosas sin sentido. Decidió que era mejor tomar aire, entonces estábamos aquí, sobre el asfalto caliente y enmedio del estacionamiento de la escuela.

El ruido del partido me recordó a Vince, me recordó que quizás después de esto ya no nos volvamos a ver sólo porque soy estúpida. Él tiene razón, jamás voy a poder hacer cosas normales, no si no tengo el permiso de mi padre. También recordé a Anna, y supuse que estaría furiosa conmigo porque me estoy perdiendo su debut como porrista, pero estaría más furiosa con Elías, su novio.

—Creo que deberías regresar con Anna —me enderece en mi lugar.

—Ella está con su equipo, no me necesita —se encogió de hombros.

—Claro que te necesita, ella es tu...

—Maya —me puse de pie de un salto al escuchar una voz gruesa.

Vince estaba de pie ante mí con una expresión de preocupación, llevaba una botella de agua en las manos y un paquete de papas fritas.

—Te busque por todos lados, estaba preocupado por ti—volvió a hablar y yo me abracé a mí misma.

—Estoy bien —le hice saber, miré a Elías quién se había mantenido callado —. Ya puedes volver con Anna, Elías, estaré bien.

Él guardo sus manos en los bolsillos y se veía algo decepcionado.

—De acuerdo —caminó un par de pasos pero de detuvo y se giro —. Después del partidos iremos a cenar unos tacos en la plaza de aquí cerca, por si quieres ir...

—Lo pensaré —le sonreí.

Él asintió no muy convencido y caminó a paso lento hasta la escuela, cuando se perdió entre la oscuridad mire a Vince.

—Perdón, Maya, fui un estúpido al tratarte así —dijo de inmediato.

—¿Y me compraste unas papas y un agua para compensarlo? —pregunté sonriendo y él se encogió de hombros avergonzado.

—Cuando mi madre peleaba con mi padre, él le llevaba una pizza y así eran felices de nuevo —habló tranquilo mientras se acercaba a mí y me extendió en las botanas —, yo solo pude conseguir agua tibia y papas fritas adobadas.

Solté una pequeña risa y tomé la bolsa de papas, la abrí y tomé una para después ofrecerle una al alto chico de piel blanca, el aceptó mi ofrenda y ambos comimos la botana.

—¿Enserio crees que soy una niña de papi? —pregunté masticando una papa.

—No, sólo que no estoy acostumbrado a que cuiden tanto de una chica, pero es bueno, así deberían ser todos los padres —Vince habló relajado.

—Mi padre me cuida tanto porque hace un año estuve a punto de morir —dejó de masticar cuando me escuchó —, ¿vez estas de aquí? —le mostré mis brazos —, fueron mi fuente de vida.

Él observó mis brazos y tocó mis marcas con la punta de sus dedos, el contacto de piel contra la mía me puso algo nerviosa.

—¿Qué clase de accidente? —preguntó sin dejar de tocarme.

Aún no sé quién soyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora