Desperté en una habitación color blanco, llevaba puesta una bata blanca y la cánula de oxígeno en la nariz. No sé cuantos días han pasado, no sé cuánto tiempo llevo aquí. Sé que es de noche, sé que me encuentro en el hospital y también sé porqué estoy aquí.
La puerta se abrió y entró mi padre con una cara de cansancio y el uniforme del hospital.
—Hija, ¿cómo te sientes? —fue lo primero que preguntó cuando llegó a mí lado.
—Cansada —mi voz sonó rasposa, y la garganta me ardió cuando hablé.
—Lo supuse, llevas dormida dos días.
Me ayudó a ponerme de pie, mis piernas y mis brazos me pedían descanso pero puse todo de mi parte para no quejarme. Me senté en la silla de ruedas y tomé el carrito que llevaba mi suero y mi oxígeno. Salimos de la habitación y papá me movió por los pasillos casi vacíos. La gente me saludaba, me sonreía y me deseaban una buena recuperación.
Entramos a la conocida sala dónde los doctores siempre me recibían. Mateo, Cruz y otras dos personas estaban sentados del otro lado del escritorio.
—Que bueno verte, Maya —Cruz habló con una sonrisa y traté de regresársela.
Papá me dejó frente a ellos y él se sentó a mí lado. Mateo empezó a hablar sobre mi condición, habló sobre los exámenes que me hicieron y se mostró feliz por el orden que llevaban las cosas.
—Entonces, Maya, ¿Cómo fue qué llegaste aquí si todo muestra que estás bien? —Cruz preguntó, después de revisar todos mis papeles.
—Tengo el leve presentimiento, que cada vez que algún recuerdo viene a mi mente o cuando fuerzo a mi cerebro, él se vuelve loco y pierde el control —expliqué —. Parece cómo si no soportarla pensar en dos cosas al mismo tiempo.
—De acuerdo —ella anotó algo en una libreta —. ¿Cómo vas con tus estudios?
Hice una mueca de inmediato y miré a papá de reojo. Es el mejor momento para confesa mis malas calificaciones.
—Mi rendimiento escolar es pésimo. Apenas puedo concentrarme en las clases, o en hacer la tarea —dije, sintiéndome desesperada. Miré a papá y hablé : —Mis calificaciones son pésimas, papá. Tengo miedo de reprobar el semestre, y perder un año una vez más.
Sus cejas se alzaron con sorpresas, pero rápidamente se relajó y me tomó de la mano.
—Está bien, Maya. Tienes todo el tiempo de la vida para retomar tus estudios —sus palabras no me relajaron para nada. Para mí esa no es una opción.
—Maya, haremos todo lo posible por ayudarte en tus estudios —Mateo habló y buscó un papel entre todos los que tenía —. Puedes llevar éste documento a tu director, esto especifica tu condición y te ayudará para pasar a la universidad.
Papá tomó el papel, pero yo ni siquiera lo miré. No se siente correcto usar mi condición para pasar a la universidad.
—Entonces, ¿cómo van las cosas con tus amigos? —Cruz cambió de tema.
—Bien. Me llevó bien con Anna, es mi mejor amiga —sonreí al recordar a la pequeña chica de cabello castaño.
—Me alegro —ella volvió a anotar algo en su libreta de notas —. Cuéntame, cuando tienes estos dolores fuertes de cabeza, ¿es por qué tuviste algún recuerdo?
—La mayoría de las veces, sí.
—Hasta ahora, ¿qué logras recordar de tu vida antes del accidente?
—Recuerdo el momento exacto del accidente. También los problemas que mis padres solían tener cuando aún estaban juntos, y algunos momentos con Eric. También mi fiesta de cumpleaños número quince, pero sólo en pequeños fragmentos —le explique y ella asintió en silencio —. Justo antes de desmayarme, fue cuando recordé el accidente de mamá y cómo se hizo esas cicatrices.
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Aún no sé quién soy
Ficção Geral¿Sabes quien eres? Imagina despertar un día sin saber quién eres, sin recordar quién fuiste o tener alguna día de quien serás. Imagina un día tener las ganas de empezar de nuevo y sólo descubrir que tu pasado siempre te arrastrará, que tu pasado sie...