Capítulo 14

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Estaba concentrada tratando de resolver el problema de química que estaba frente a mí, busqué la solución en mi mente pero nada vino, ni siquiera pude reconocer los símbolos extraños en la hoja de papel. Me limpié el sudor de mi frente y leí el siguiente problema, para mi mala suerte era mucho más difícil que el anterior.

Sentía que mi fin estaba cada vez más cerca, algo me decía que reprobare todas la materias que tienen que ver con números.

—El tiempo se acabó —levanté mi vista de golpe —. Dejen el examen encima de escritorio.

Suspire frustrada y mientras mis compañeros se ponían de pie y caminaban al escritorio, yo me quedé en mi pupitre con la mirada en la hoja en blanco. Era el tercer examen que dejaba en blanco.

—Maya, ¿terminaste? —la voz del maestro me obligó a ponerme de pie con decepción.

—Lo siento, maestro, no pude contestarlo —mi voz sonó apagada y le extendí la hoja.

Él maestro de química miró el papel con una mueca y negó con la cabeza.

—Ya se nos ocurrirá algo para que ese cerebro empiece a trabajar como antes —sonó emocionado pero mis hombros se hundieron más —, no te preocupes por la nota, al final de curso te pondré trabajos para que te recuperes.

—Gracias —traté de sonreír pero fracase.

—Te veo mañana —dijo y salí del aula para caminar a mi siguiente clase.

Ojalá todos los maestros fueran como él, pero la mayoría eran horribles y parecían no comprender mi situación. De las ocho materias que llevaba, sólo podía concentrarme en cuatro, y las demás ya las tenía perdidas. No sé qué haré cuando se lo diga a mi padre, no sé qué haré si repruebo el semestre y tengo que repetirlo, y el estrés me está consumiendo.

Llegué a los vestidores y caminé hasta mi casillero, lamentablemente mi siguiente clase era gimnasia y, a pesar de que no puedo hacer ejercicio, el entrenador me obliga a ponerme la ropa deportiva y ser su asistente toda la clase, dice que así me ganaré mi nota.

Cuando terminé de ponerme el pants y la blusa de licra, caminé hasta la cancha y fui directamente a donde estaba el entrenador.

—Muéstrame una sonrisa, Bonachera, hoy es un día especial —el entrenador habló emocionado —. Trabajaremos en el gimnasio hoy, trae la bolsa de balones.

Dijo y caminó hasta el gimnasio con todos alumnos detrás de él. Me quedé un momento detrás de ellos aún con mis notas de mierda en la mente, pero si quería tener una buena nota en gimnasia necesitaba seguir al entrenador, así que tomé la bolsa pesada llena de diferentes balones y la arrastre conmigo.

Mientras me acercaba al gimnasio me sorprendió el barullo que salía de él, las clases se gimnasia no suelen ser así de divertidas jamás. Empuje la puerta y todos mis compañeros estaban con una gran sonrisa, cuando note al entrenador entre todo el ruido, caminé hasta él.

—¿Qué es todo esto? —le pregunté confunfida.

—Ya verás, deja eso ahí —dijo más emocionado que nunca y solté la bolsa.

Se subió a una estructura de madera que era usada para hacer ejercicio, soplo el silbato y todos se quedaron quietos, incluso yo que estaba de pie a un lado del imponente y rechoncho hombre con ropa deportiva cara.

Una mano se agitó y captó mi atención de inmediato, Anna me saludo con una sonrisa y yo también lo hice, había olvidado que compartíamos está clase.

—Alumnos, ya me di cuenta que los rumores corren rápido por aquí —el entrenador habló y presté atención a sus palabras —, y todo lo que han escuchado, es verdad.

Los murmullos aumentaron y yo me confundí más, no tenía idea de lo que hablaba.

—Que entren los chicos —dijo en voz alta y la puerta del gimnasio se abrió.

Como si de una película de acción se tratará, empezaron a entrar chicos altos y atléticos con un uniforme puesto, parecía que iban en cámara lenta. Me puse recta en mi lugar cuando mis ojos captaron al chico alto, pálido e imponente que recién entraba.

—¡Les presento al equipo estrella de la ciudad! ¡Nuestro equipo de baloncesto! —los aplausos no se hicieron esperar.

¿Elías forma parte del equipo de baloncesto?

—Hola —la voz de Anna me hizo quitar mi mirada de Elías, ni siquiera noté cuando mi amiga llegó a mi lado —, ¿sabes de qué se trata esto?

—No tengo idea —dije preocupada.

La última vez que estuve al lado de Elías, las cosas no fueron muy bien. El día que estuvo en mi casa, mis sentimientos se pusieron de cabeza y no quería que volviera a pasar.

—Pero eso no es todo, alumnos —miré nuevamente al entrenador —. La junta directiva de la preparatoria decidió que era una buena idea que nuestros alumnos de último curso se involucrarán con el siguiente nivel, o sea, con la universidad. Así que como parte de la nueva propuesta, invitamos al equipo de baloncesto de la universidad de la ciudad.

Mi corazón dio un vuelco brusco y de inmediato miré hacía la puerta.

—¿Eric no estudia en esa universidad? —la voz de Anna sono de fondo pero no la mire porque mi boca se abrió de sorpresa al ver a los chicos de la universidad entrar.

Mi pecho se removió cuando vi a Eric, mi hermano, con un balón en su mano y el uniforme puesto, me sonrió y se acomodó en la fila de su equipo, dos personas detrás de él estaba la persona que menos quería ver.

—No puede ser... —susurró mi amiga.

Vincent, el chico más misterioso que conozco, entró al gimnasio de mi escuela con el uniforme deportivo puesto, la camisa de tirantes dejaba ver sus brazos blancos y definidos, y llevaba los calcetines hasta las rodillas, lo cual me hubiera causado gracia si no fuera por la manera tan intensa con la que me miraba.

—Los alumnos de la universidad nos ayudarán a mejorar la calidad del juego de los alumnos de la preparatoria, y los demás observarán con atención las técnicas pues de eso dependerá su calificación final —el entrenador dijo y bajo de la tarima.

Esa fue mi oportunidad para detenerlo.

—Espere, entrenador —caminé hasta él a paso rápido y se detuvo — ¿Cuál será mi trabajo final, entonces?

Pregunté preocupada, ingore el hecho de que había tres hombres en esta habitación que tenían los ojos puestos en mí y me concentré en mi calificación.

—Serás mi asistente —repitió —, tu eres la encargada de hacer que los alumnos de la universidad se sientan como en casa, y también la encargada de que mis chicos de la preparatoria, mi equipo estrella, no se sientan de lado...

—¿Cómo demonios haré eso? —no cuide mis palabras.

—Cuida tu vocabulario —me señaló con advertencia —. Eres una adolescente, Maya, planea lo que sea, una fiesta o una comida, tal vez un baile...

—¡Eso suena fantástico, hacer un baile! —la voz de mi amiga me sacó de balance, ni siquiera sabía que ella estaba aún aquí.

El entrenador la miro con atención.

—Con la ayuda de la señorita Anna puede lograrlo —el entrenador se veía emocionado —, es más, ese puede ser su proyecto final y, si todo sale bien, saldrán con diez de mi materia.

Mis ojos brillaron ante la oferta. Tal vez ese diez sea mi salvación.

Aún no sé quién soyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora