Veintinueve

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De repente le tengo tanto miedo al vacío y no sé por qué.
Dentro de mí las emociones son complicadas para vivir.
Es algo de vida o muerte.
Pretendo no darle importancia.

-Young forever.

23:17 pm.

- ¿Quieres una copa? – Pregunta Yoongi cogiendo una botella de brandy.

- Está bien – Jimin se encoge de hombros. Durante la cena había bebido casi nada de vino, por lo que un par de tragos demás no serían un problema. De todos modos quería mostrarle un Jimin más adulto a su hyung.

Yoongi observa el contenido de las botellas sobre una mesa auxiliar marrón, selecciona una y mientras le quita el tapón a la botella que probablemente sea más cara que el televisor que Jimin tiene en su casa, le mira con la duda reflejada en los ojos.

Si bien había invitado a Jimin para agradecerle por lo de la otra vez, también quería conocerlo más. Quería descubrir qué otros secretos escondía, porque sí, Yoongi se había encargado de investigar al pequeño rubio de labios gruesos. Tenía los medios para hacerlo.

Conocía parte de su historia, pero no por completo. Descubrió que Jimin nació en Busan y que en esa misma ciudad había sido internado como paciente de una clínica psiquiátrica infantil dado de alta seis meses después. Su niñez la pasó de escuela en escuela, siempre siendo derivado por profesionales en salud mental. Y años después, en su adolescencia, fue nuevamente registrado en un centro psiquiátrico. Extrañamente no se encontraron registros de su estadía en ese lugar.

Yoongi observa a Jimin con detenimiento. No parecía ser mentalmente inestable ni estar enfermo de algo, aunque si la lindura fuera una enfermedad entonces estaba realmente jodido.

Aunque quiera negarlo, ha estado espiándolo. Y no solo recaudando información en los computadores usados comúnmente con fines investigativos, sino que también físicamente porque seguía observándolo pintar en silencio.

O bueno, eso hacía hasta que Jimin repentinamente dejó de visitar el edificio abandonado. La semana pasada Yoongi terminó su trabajo temprano, revisó la hora en su reloj de pulsera y condujo por toda la ciudad para llegar pasadas las ocho de la tarde al lugar secreto del rubio. Esperó por casi dos horas y Jimin nunca apareció. Lo que fue muy extraño ya que Jimin asistía sin falta alguna, aunque lloviese o hiciera mucho frío.

Al día siguiente Yoongi hizo el mismo recorrido, pero esta vez con mayor anticipación. Esperó por casi cuatro horas y Jimin jamás llegó. Lo mismo con los dos días siguientes hasta que aceptó el hecho de que Jimin no llegaría por más que esperase.

Estaba confundido y por una parte algo triste, pues el ver a Jimin pintar se había vuelto uno de sus pasatiempos favoritos y se tomaba el tiempo para dedicarse exclusivamente a observarlo, aunque estuviera con el trabajo hasta el cuello.

Un martes fue el último día que Yoongi condujo hasta ese lugar en Sinam y para su decepción el rubio nunca llegó. Ese día observó por ultima vez la incompleta obra de arte que Jimin plasmaba en la gran pared abandonada. Numerosos árboles oscuros, niebla arremolinada sobre los troncos destartalados y maleza deforme por todos lados.

Al principio no tenía mucho sentido, pues los trazos parecían garabatos y borrones al azar, pero conforme iba avanzando en su trabajo la pintura iba tomando sentido.

Ese martes Yoongi hizo un descubrimiento. Cuando se rindió al fin y decidió volver a casa, sintió un ruido desde una de las habitaciones contiguas. Pensando que podía tratarse del rubio fue a investigar encendiendo la linterna de su móvil, pero cuando llegó no había nadie salvo una rata que corrió a esconderse tras unas tablas. No pudo evitar su sorpresa cuando echó un vistazo al fascinante dibujo en la pared con el rostro de un chico que reconocía..

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