4. Soledad

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Madisson

Al comenzar el día, solo puedo pensar en que por fin haré lo que me gusta, al fin comenzar los entrenamientos y recibir a las nuevas, como la última capitana, seguiré ejerciendo el rol, hasta que se seleccione a mi sucesora.

—Sarah —la llamo, debemos ir a desayunar para llegar temprano al gimnasio.

—No iré a la cafetería ahora, es muy temprano —responde con desgano , acompañada de una chistosa mueca—. Deja de levantarte tan temprano, te pareces a mi abuela.

Es cierto, pero mi ansiedad me gana—, está bien —, hablo mientras viro los ojos.

Ya me bañé, vestí con un short corto, sudadera, mis rodilleras negras y zapatos de entrenamiento y estoy más que lista para comenzar el día —. Estaré desayunando, te espero allá.

Salgo de mi cabaña y me dirijo a la cafetería, una vez allí, me siento en nuestro puesto habitual, pero algo es diferente, estoy completamente sola, no he sabido de Jacob desde ayer. Sarah debe estar preparándose y las chicas no están por ningún lado, el comedor está solo, pero a la vez hay ciertas personas madrugadoras como yo.

Más, nunca me había pegado tanto el peso de mi soledad, es uno de esos momentos en los que, a pesar de estar siempre rodeada de personas, en realidad, te sientes solo, vacío y extrañamente triste... Estar así aquí es incluso incómodo, puedo siento miradas sobre mí.

Llevar este estilo de vida, con pocos amigos y personas que tratar nunca se me había hecho difícil, siempre he estado acompañada de alguien, en mis terapias con el psicólogo iba con mi madre, en los días más difíciles estaba Jacob y en momentos de ansiedad, Sarah estuvo presente, cuando mi padre nos dejó a mama y a mí, nos tuvimos la una a la otra, luego conocí a mis mejores amigos en la escuela, y cuando por fin salí de, como la llamo el psicólogo, una relación “toxico-dependiente”, ambos me ayudaron en terapias y en las decaídas.

Y cuando descubrí algo, que me hace olvidar el mundo a mi alrededor, Sarah me acompaño y hasta comenzó a jugar conmigo.

Pero ahora siento el peso de esta decisión, aun así, no puedo arrepentirme, eso solo sería un retroceso, tomé elecciones difíciles e incorrectas a temprana edad, de las que poco a poco sufrí consecuencias como esta.

Dicen que todo sucede por una razón, pero años después de los sucesos, aun no encuentro ninguna, todo lo que paso fue mi culpa, sí, por eso me persigue y no tengo más remedio que lidiar con ellas.

Sin darme cuenta, lagrimas amenazan con salir de mis ojos, alzo la vista ligeramente, mirando a mi alrededor y recuerdo en donde estoy. El sentimiento de ahogo presiona mi pecho repentinamente, mientras mi mente reproduce imágenes que solo empeoran.

Las retengo e intento calmar el nudo que se ha formado en mi garganta mientras salgo rápidamente de allí.

Ya en las afueras, el calor del sol me reconforta un poco mientras camino e intento calmar mi respiración, vale, debo relajarme.

Inconscientemente, llego al gimnasio y, para mí suerte, ya hay varias chicas.

Intento olvidar lo que me atormentó, hace algunos minutos y dirijo el calentamiento para comenzar la práctica.

El peso en mis hombros se disminuye cada vez más con las risas de las chicas, y los estiramientos que me resultan relajantes.

Mientras el equipo está trotando, llegan Sarah, Valeria, la líbero, y Nicole, una de las centrales, carcajeandose libremente.

—Cinco rodillas al pecho señoritas —digo alternando la vista entre cada una, con una ceja enarcada.

Tras unos cuantos reporches y risitas nerviosas, lo hacen y luego se incorporan al calentamiento.

Luego de la presentación del entrenador, llamo a una rueda.

—Muy bien, bienvenidas a las nuevas —ellas dan un paso adelante, son cinco chicas —. Somos la Elite, ya son parte de nosotras, así que siéntanse en confianza y cualquier cosa que necesiten, pueden hablarla con nosotras —, cada una se presentan, me llaman la atención tres chicas que lucen realmente fuertes.

Una de ellas, es una morena, voluptuosa con una fuerte aura y personalidad —, Buen día —da una gran sonrisa —. Soy Alaia, central.

La otra es una chica blanca de cabello oscuro, con mucha presencia y una expresión dulce —, hola a todas... Soy Cara, punta, especialmente puesto 4 —. Enfatiza mientras se mueve un poco inquieta.

Y la otra es una pequeña, supongo que es libero, tiene el cabello ondulado y las piernas formadas y una mirada asesina, que ha decir verdad, me resulta agradable —, soy Milena, líbero —, comenta con cierto desgano, que desaparece cuando toma un balón.

Comenzamos con los calentamientos en pareja con balón y comienzo a sentir cierta molestia en el brazos derecho y los tobillos, hago mi mayor esfuerzo por ignorarla y que nadie lo note, pero Sarah lo hace.

—Entrenador —lo llama inesperadamente —, ya la conoce no dirá nada, pero le duele el cuerpo —. Recalca Sarah, con una ceja enarcada en mi dirección.

El hombre se acerca, es como un padre para mí, y luego de verme lanzando el balón, me da una mirada de reproche—. Anda a fisioterapia, que te hagan unos masajes y descansa el resto del día, no debiste forzarte tanto en el circuito.

Sin tanto, acepto, sé —por experiencia—  que si le reclamo no ganaré, así que solo me queda hacerle caso.

Luego de unos masajes con el doctor Darmont, el fisioterapeuta, reconozco, por sus propias palabras, que estoy muy tensa y mis músculos se sobrecargaron por el esfuerzo en el circuito —, del que en realidad no me había percatado— y unas pesas que hice los últimos días de clase antes de venir aquí, pero, sinceramente, creo que también tiene que ver con el hecho de el recuerdo y las sensaciones inesperadas que produjo en mí.

—Madisson debes relajarte — deja salir un suspiro y me da una mirada reconfortante —, descansa el resto del día y mañana puedes volver a entrenar.

—De acuerdo.

Con su permiso, salgo de la enfermería y camino hacia la cabaña.

El peso que sentía en el estómago, se aligera al salir del baño con una relajante ducha, con mi suéter de bajones, y un short holgado, para descansar el resto del día.

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