7. El trato II

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Madisson

Necesito salir.

Al terminar la asamblea me dirijo a la cancha, paso la puerta trasera que deje abierta intencionalmente en las practicas por si necesitaba venir aquí luego, paso a los vestidores debajo de las gradas, me cambio rápidamente y tomo la cesta de balones, necesito sacar, debo practicar mi saque, es mi mayor debilidad, tengo que fortalecer mis debilidades, no puedo dejar que llegue el día de la selección y yo aún siga sacando como la novata que llego hace 2 años.

Tenía 15 y apenas aprendía a dirigir el balón, el otro profesor dijo que yo sería la armadora y se olvidó del resto de los fundamentos, pase semanas enteras sin atacar, recibir o bloquear y cuando llegaron los juegos no supe que hacer, arme, pero en los momentos que el juego se ponía difícil me cambiaban porque no era segura en ninguna otra posición que no fuese el puesto 2.

 Me sentí insuficiente y reemplazable, ese año no pasamos de cuartos, todas éramos nuevas a excepción de dos chicas y el entrenador era desinteresado, me prometí no volver aquí, pero cambiaron al entrenador por problemas con chicas que resultaban acosadas, y la verdad no era muy ajena a eso, su mirada era morbosa y sus insinuaciones constantes, al menos no estaba formada por lo que no era muy voluptuosa.

Nos llegó la noticia del cambio a mama y a mí y emocionada decidí venir, ese año mejoré mucho sobre todo en armado en suspensión y el liderazgo en la cancha, el profesor nuevo, el entrenador Martins y quien es el actual ahora nos tomó casi de cero y nos fue perfeccionando en cada fundamento, fortalecimos el equipo y llegamos a semi final pero los inconstantes saques nos jugaron en contra, hasta ahora hemos continuado trabajando, sistemas, combinaciones, fundamentos y saque, pero ese último detalle aun no me ayuda, cualquiera esperaría a que las semanas avancen y el profesor intensifiqué con el saque, pero mi ansiedad no me dejara continuar si no practico el saque en suspensión, he pasado noches de insomnio imaginando lo mal que puede salir el saque en un juego.

Y el recordar todas esas variables me hace desconcentrarme y lanzar el saque fuera de la cancha, respiro profundo viendo el techo y escucho un estruendo, veo a donde lance el balón hace un momento y ahí es donde noto a alguien en el suelo, pero no lo logro distinguir.

Aparentemente, el balón le pego y lo hizo caer, creo que esta inconsciente, me acerco rápidamente, me arrodillo a su lado y veo quien es.

Michael… ¿Qué está haciendo el aquí? Golpeo ligeramente su cara para que despierte y abre los ojos pesadamente, puedo respirar de nuevo, dejo salir una gran bocanada de aire que no sabía que tenía contenida y exclamo —¡Michael!

—¿Qué sucede? —Pregunta torpemente viendo hacia los lados. Aun no me ha notado, no sabe que soy yo, cuando me ve su ceño fruncido se relaja y me sonríe.

El revoloteo en el estómago no tarda en aparecer ante esa sonrisa.

—Estás loco —digo rodando los ojos y levantándome.

—Ayuda a este loco a levantarse ¿Si? —Interroga con una voz ronca y extiende sus brazos hacia mí.

Entrecierro los ojos, cuestionándolo, el ladea la cabeza y hace tierno un puchero, no tengo de otra, así que, respirando profundo, tomo sus manos.

La calidez de sus palmas envuelve las mías, haciéndolas lucie pequeñas en contraste, tiro de él y me apresuro en soltarlo una vez esta levantado.

—¿Qué haces aquí? —Pregunto cruzándome de brazos.

—Lo mismo te digo yo a ti —responde bajando un poco la cabeza para acercar su rostro al mío —. No deberías seguir entrenando —Su fresco aliento me golpea el rostro, retrocedo, nerviosa —, te sobrecargaras o peor aún te puedes lesionar —dice mientras regresa a su postura normal.

—¿Y tú qué sabes?

—También soy atleta ¿Recuerdas? —me mira como un padre a su hija —. He visto como entrenas, te fuerzas mucho, lo justo para tu cuerpo y mente es un buen descanso.

Suspiro —¿Por qué no me dejas en paz? —Exclamo.

—No puedo ver cómo te lastimas a ti misma y no hacer nada —Eso no me lo espere, siento como mis ojos se abren descaradamente, el parece darse cuenta de lo que dijo, e intenta arreglar lo que dijo —Escucha, solo descansa bien ¿Si? Debes cuidar tu cuerpo.

Lo cuestiono con la mirada entrecerrando lo ojos.

—Hagamos un trato, yo te ayudaré a entrenar los fines de semana para que no lo hagas sola y descanses bien, después de todo sé de voleibol, mi madre jugaba —, dice con una mirada tierna y protectora.

—¿Y tú que ganas con eso? —Interrogo.

—También debo perfeccionar algunas cosas, debo mejorar la mecánica en mariposa y salir más adelante en los clavados y tú me ayudaras —Explica.

—¿Y qué tal si no se nada sobre natación? —Me cruzo de brazos nuevamente.

—No me engañas, vi una imagen tuya en los pasillos con una medalla dentro de una piscina, sé que nadabas —Explica metiendo sus manos en los bolsillos —. Aun si no sabes, puedes investigar.

Bufo. No pensé que se nadie se interesara en ver esas imágenes, pero sí, nadé un tiempo aquí, antes de conocer el voleibol, en una ocasión gané una medalla.

Dejo caer mis brazos y pregunto buscándole el lado bueno —¿Si acepto me dejaras en paz el resto de días? —Pregunto.

—Si eso es lo que quieres…

Ni siquiera yo sé.

—Sí —interrumpo.

—Entonces tenemos un trato —e ofrece su mano y yo la tomo aceptando el acuerdo.

—Bien entonces anda a dormir, comenzamos mañana en la tarde, y el domingo vamos a las piscinas —, dice con un tono autoritario.

—De acuerdo —hablo y levanto mis manos en señal de rendición. Me voy retirando para ir a buscar mis cosas cuando escucho —Buenas noches Maddie —, sonrío, muy pocas personas me llaman así, pero que él lo diga no es incómodo.

Saco mi pulgar a mi lado, aun dándole la espalda, y escucho una risa, hasta puedo imaginarme esos hoyuelos y ojos avellana brillando.

¿Qué te pasa?

Sintiendo el nerviosismo, abandono el gimnasio lo más rápido que puedo.

Llego a la cabaña y Sarah ya está dormida, me cambio de ropa y dejo caer en mi cama

 —Buenas noches Michael —susurro para mí misma, mientras siento una sonrisita escarparse. 

Jugando por Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora