26. La fiesta II

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Madisson

¡No aguanto mis pies!

—Buscare a Jacob, iré por las cosas —exclamo sonando por encima de la música, en el oído de Camila. 

Ella asiente y busco a mis amigos, deseando encontrar a Sarah o Jacob, pero termino estampada en el pecho de alguien —wow —,masculla —. Oye Maddie tienes que dejar de intentar hacerme daño —, Michael me mira divertido, mientras masajea su pecho.

Los recuerdos de nuestro primer encuentro, donde casi lo tacleo y aquel día el en gimnasio de voleibol, donde casi queda inconsciente, llegan a mi mente y me hacen reír.

—Si no fueras tan frágil, lo resistirías —, me encojo de hombros.

—No sabes si soy frágil o no —, comenta enarcando una ceja.

Pero luego me percato de algo, su cabello está más desordenado que de costumbre, como si hubiese pasado sus manos miles de veces por él, su suéter esta arrugado y sus labios hinchados, su respiración esta agitada, luce como si…

Deja de pensar esas cosas.

—¿Qué haces? —pregunta en un susurro muy cerca de mi oído.

—Busco a Jacob, debo cambiarme, estos tacones matan.

Toma mi mano mientras entona —, lo ví por aquí —se da vuelta y me arrastra hacia una pequeña sala.

Le quito las llaves a un sonriente Jacob y busco mis cosas, Michael está conmigo en todo momento, incluso busca a una señora, que me presenta como Gina, para que me ubique en una habitación.

—Bien, iré a cambiarme también, me sofoco —y se aleja por otra de las puertas del largo pasillo.

Al terminar, me encuentro con el mismo vestido, resulto ser cómodo y mis zapatos blancos casuales para emergencias como esta. Voy saliendo de mi habitación y me encuentro con un Michael en una camisa blanca, arremangada hasta los codos, dejando ver sus tonificados antebrazos, así como con unos botones desabrochados, trago grueso, me encuentro a mí misma sin palabras para explicar la imagen de Michael en estos momentos, destila sensualidad y elegancia a la vez.

—Venía a tocar… —se encoge de hombros y rasca su nuca, como… ¿indeciso? —. Me debes un baile desde aquella interrupción en el gimnasio.

Es cierto, aunque no le dije que volveríamos a bailar él lo reitero varias veces.

Extiende su mano hacia mí y sus comisuras se alzan —¿Vamos?

Dudo un poco, pero termino aceptando y en cuestión de segundos, me encuentro en el medio de toda la gente con Michael moviéndose frente a mí.

No conozco la canción, pero es bailable y debo admitir, que muy pegajosa.

Luego de unas casi 10 canciones, vueltas que me da Michael, unos cuantos pasos algo subidos de tono y miradas efusivas, así como un corazón acelerado, recibo un mensaje.

Sarah: ¿Dónde estás?

Yo: Bailando ¿Por?

Sarah: Ah, está bien, es que no te había visto.

Cuando estoy a punto de volver a guardar mi teléfono en mi bolsillo veo la hora, unas lindas 2:30am me sorprenden por completo ¿Cuándo se hizo tan tarde? ¿Cómo es que he resistido hasta esta hora sin querer dormir?

Supongo que el tiempo se te pasa volando cuando te diviertes.

—Mi estómago ruge ¿Quieres ir por algo? —Susurra Michael en mi oído, muy cerca de mí.

Asiento, porque en verdad muero de hambre también, y él me guía a una pequeña cocina debajo de las escaleras, retirada de todo el bullicio.

Me siento en la encimera mientras lo miro sacar cosas de una alacena, no sé cómo él puede hacerme esto, transmitirme tanto solo con su presencia, la comodidad y confianza que Michael me brinda no la había sentido antes, como si todo a su alrededor estuviese bien, como si junto a él todo estuviese bien.

—Entonces eres como ¿Latino? —pregunto sorprendida.

—En realidad tengo ascendencia por mi madre, ella es venezolana —, comenta sosteniendo mi mirada.

—¿Y tú?

—Nací aquí, mi mamá vino a Canadá básicamente sola, sin mis abuelos y conoció a mi padre, luego de todo su romance me tuvieron a mí, y después a mi hermana menor Sofía —, me sonríe dulcemente.

—¿Y conoces Venezuela? —no puedo evitar preguntar.

—Fuí pequeño, por lo que no recuerdo mucho, mamá me ha compartido algo de historia, y su cultura obviamente —, se reacomoda en el escalón —pero si te puedo asegurar algo, sus playas son las más hermosas del mundo, eso nunca se borró de mi memoria.

—Solo las he visto en fotos, pero si se ven preciosas —, y lo digo con total honestidad, los países latinos siempre me han parecido increíbles.

—De hecho, Michael es como el 'Miguel' en Venezuela, es un nombre muy común por allá —, da un bocado a su sándwich y luego comenta —y Sofía, es con f por cómo se escribe allá.

—Eso es increíble —, el asiente chistosamente con la boca llena, y mi vista viaja hacia la gente, desde las escaleras podemos ver prácticamente todo el lugar sin ser detectados, por lo que, a pesar de One day, de Dua Lipa que suena en la lejanía, hay cierta calma.

—Buscaré un jugo ¿Quieres uno? —pregunta Michael mientras se levanta.

—Sí, por favor.

Cuando desaparece de mi vista, me levanto y comienzo a buscar a Sarah, saco mi celular.

Yo: ¿Dónde est…

—Hola preciosa —Un aliento asquerosamente alcoholizado golpea mi nariz, mientras alguien me presiona contra la pared, con ambas manos a lados de mi cara.

No me atrevo a mirarlo, busco mi celular que se cayó ante el impacto, intentando no asustarme, y que lo note, pero no puedo ignorar el retumbar de mi corazón en mis oídos.

Entonces todo pasa con una lentitud atemorizante.

Toma fuertemente mi barbilla y me obliga a mirarlo, sin embargo, al alzar mi vista me encuentro con la imagen que me atormenta.

Brandon… No estoy segura de sí en realidad está allí, o si es mi mente jugándome en contra, pero mi pecho se hunde mientras me siento ahogada.

Ahogo un grito, mientras mi mente repite imágenes de sus abusos, las constantes veces que me presionaba de esta misma forma.

—Madisson… —Se acerca a mis labios con una mirada llena de pura lujuria.

—Brandon, esto no está bien —sus manos rodeando mis muñecas las toman con más fuerza.

—Claro que lo está —susurra con una sonrisa diabólica —Ahora quítate la rop…

Mi mente vuelve a la realidad, cuando siento una mano desconocida subiendo por mi muslo, intentando adentrarse en mi vestido, empujo mis recuerdos fuera de mi cabeza.

Agradezco las clases de defensa personal que tome, porque esa persona ahora está en el piso, revolcándose luego de un derechazo y una rodilla aplastada donde no le da la luz.

Me siento ahogada, me cuesta respirar, mi pecho sube y baja, mis manos sudan y mi mente reproduce pensamientos que vuelven todo peor. Mis ojos se llenan de lágrimas, mientras llevo mi mano a mi estómago que se ha revuelto y salgo corriendo fuera del lugar.

Escucho voces llamando a mi nombre, pero se escuchan muy lejanas justo ahora.

Necesito salir de aquí.

Jugando por Amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora