25. Ojos avellana

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Madisson

Compartir con personas siempre es una aventura, los amigos pueden darte comodidad y confianza, la familia te brinda cariño, un profesor te da conocimientos y una sola y específica persona puede hacerte un revoltijo de emociones.

Al encontrarte con esa persona, ese el cocktail cerebral, formado por dopamina, adrenalina y norepinefrina, lo que recorre tu cuerpo —lo sé, muy científico ¿No? Pero bueno, prosigamos —, cada sustancia liberada por el cerebro te produce euforia, y hacen que tu corazón lata con fuerza, así como te pueden incluso quitar el sueño.

Esa es la sustancia extra que interviene en ese vínculo especial que hay, y cada persona reacciona diferente a ellas, en mi caso, dominan los...

Nervios... Mi estómago está revuelto y mi cabeza hecha un lío, pensamientos negativos vienen a mi mente, pero como me aconsejo el psicólogo, los empujo fuera.

Tras pasar toda la tarde sentada en una silla mientras Sarah hacia su magia en mí, aquí estoy, frente al espejo, viendo mi reflejo mientras ella termina de arreglarse.

Mi rostro tiene un ligero maquillaje que resalta mis ojos y facciones, mezclas de marrones, iluminadores y un atrayente color rojo en mis labios, mi cabello cae a los lados de mi cara, liso y con unas suaves ondas en las puntas, debo admitir, que mi amiga es una experta en manejar una plancha de cabello.

Y el vestido... Sinceramente no estaba segura de utilizar uno, mucho menos el que llevo puesto en cuanto Sarah me lo enseñó, pero luego de adquirir más confianza conmigo misma y de un sermón sobre amor propio de Sarah, acepté, cualquiera pensaría en azul o verde para que hiciera juego con mis ojos, pero para Sarah fué rojo... Sedoso y vivo rojo, comenzando con unas ligeras tiras que dejan ver mi clavícula, baja en un escote en v que realza mis pequeños pero aceptables pechos, se adhiere a mi piel hasta la cintura y luego toma un ligero relieve hasta llegar a cuatro dedos encima de mis rodillas.

Me siento incomoda al pensar que esa vieja cicatriz en mi brazo es totalmente visible con este vestido, es como si mis heridas externas e internas estuviesen al descubierto, pero como Sarah dijo es parte de lo que eres y superaste, esto te hace una guerrera. Así que, teniendo más confianza en mí, decido llevarla con orgullo.

Mis pies están en unas sandalias sencillas color dorado con un pequeño tacón en la parte trasera, por suerte Sarah me ayudo con mis uñas, sin embargo, llevo mis zapatos casuales blancos en mi bolso, además de mis conjuntos de short, vestido y un traje de baño, según me indico mi amiga.

Honestamente, al mirarme al espejo, me siento diferente, pero manteniendo mi estilo, dejé de lado esa actitud de deportista despreocupada por su apariencia, y aunque sigo siendo yo, me siento más femenina, más una mujer, me gusta como luzco a pesar de que casi nunca me arreglo así. Y lo mejor esa satisfacción de saber que te arreglas por tí, porque las mujeres no necesitamos un hombre para sentirnos bien.

—Te ves preciosa ¡Dios, que buena soy! —exclama Sarah mientras sale del baño ya lista.

Lleva unos pantalones de cuero que se adhieren a sus piernas y una blusa de seda blanca, transparente, así como unos botines con tacón y una chaqueta de cuero sobre su hombro, su pelo está perfectamente liso atado en una cola alta y su maquillaje es fuerte, pero acertado a sus ojos verdes.

—Y tú te ves hermosa —la abrazo —gracias.

—No hay de qué, pero me agradecerás cuando Michael te vea —me guiña un ojo.

Como les decía, ese revoltijo de emociones se hace presente con esa persona, por ejemplo, en este momento, cuyo movimiento de mi estómago está siendo demasiado obvio.

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