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¿Que haces acá?— Lo mira suspirando.

—¿Que haces vos en mí oficina?— Cuestiona alzando una ceja.

—La oficina que me diste no tiene impresora conectada a los dispositivos, y cómo no puedo perder tiempo viene a imprimir aca.— Explica mirando que las impresiones salgan en el orden correcto.

—No te di permiso.— Sisea en su espalda.

Olivia siente un escalosfrios al sentirlo tan cerca pero lo disimula. —¿Me vas a castigar?— Finge un puchero y después saca su dedo del medio para saludarlo.

—No me pruebes, mocosa.— La toma con fuerza del brazo, y la hace girar para quedar frente a frente.

Olivia suelta un pequeño jadeo por la impresión del movimiento.

Al mismo tiempo asombrándose de tenerlo tan cerca.

—Fuera.— Demanda manteniéndole la mirada.

Elian sonríe y mueve su cabeza a un costado.

—Creo que hoy no tengo ganas de moverme.— Vuelve a girar su cabeza hacia un costado y la mira de arriba abajo sin ningún pudor.

Olivia comienza a sentirse incómoda por el simple hecho de que conoce esa mirada, pero lo que más le incomoda es la sensación de cosquilleo que está creciendo en su entrepierna al tenerlo tan cerca y con sus labios casi rozándose.

—No me molestes, Fitzcher, estoy ocupada y trabajando.— Suspira intentando moverse pero él se lo niega.

—Quizas esto te haga no entrar más a mí oficina sin ni autorización.— Baja su mano hacia sus pechos, trazando un camino por su estómago...

Siente la camiseta pegarse a su piel a medida que su mano baja.

—La maldita casa es de ambos.— Le recuerda mostrándole el anillo.

El sonríe burlón siguiendo con sus movimientos. —En ese caso.— Mira sus labios. —Esto también es de ambos.— Golpea sus labios bajos sobre sus jeans con dos dedos.

Olivia jadea y suelta un pequeño saltito, esperaba de todo menos aquello.

—No me toques.— Demanda.

—Estas deseando que lo vuelva a hacer.— Aprieta la zona por encima de los jeans y Olivia sabe que es suficiente.

Lo empuja cómo puede para que haya algo de distancia entre ambos.

—Vas a lamentar haber echo eso.— Amenaza tomando sus hojas y retirandose de la oficina.

Él solo sonríe encontrándose con su pantalón abultado, que resolverá en minutos llamando a alguíen que se ocupe de aquello.

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—¿Quiere una taza de café, señora Olivia?— La sorprende.

Ella alza la mirada cansada hacia Franco.

Olivia no había dormido en lo que restaba de la madrugada y sus pensamientos iban a las últimas horas y la última semana en aquella casa.

Se encontraba verdaderamente con un nido de pájaros en la cabeza.

OLIVIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora