Volví a ver la puerta del baño abierta. Sabía que tenía que bañarme pero no quería. Mire la hora y las ganas de bañarme vinieron de golpe. Me mire en el espejo, mi pelo había decidido ponerse igual de caprichoso que siempre, no será liso, no será ondulado. Tome mi celular y mientras me bajaba el pantalón de pijama puse música. Tres canciones, que siempre repetía, la misma rutina de siempre.
Siempre lo mismo, 11 minutos y 37 segundos. Amaba el orden, me tranquilizaba.
Salí del baño con una toalla en el cuerpo y una en la cabeza que pesaba más que mis pensamientos. Hasta cuando llegue al closet, note el rastro de agua que había dejado e intente secarlo, mala idea. Busque entre los zapatos ordenados por color hasta que encontré mis pantuflas -las cuales eran tal vez lo más infantil de esta casa- y fui a mi comoda.
Mi celular vibró, era Marisabel. Ignoré su llamada, cualquiera que fuera su crisis podía esperar a que me vistiera. Además, ya conozco el tipo de crisis que tiene mi mejor amiga, nunca importantes, pero siempre igual de dramáticas a una.
Sentí como me cegaba una luz blanca logrando que dejara caer mi blusa en el charco de agua. Bufé y me asomé por la ventana, si, aún con mi toalla en la cabeza. Vi bajarse a un señor de unos 47 años, posiblemente adinerado, que con un chasquido de dedos logró que un chico de unos 17 saliera volando del auto hacia el maletero. Reí un poco y me sentí mal por lo patético que sería tener que seguir órdenes a alguien de una manera tan grosera, después recordé que soy una adolescente encerrada en su cuarto leyendo un viernes por la noche y decidí no juzgar que era patético.
No veía nada, sólo un par de brazos delgados con venas marcadas sacando cajas y maletas, mientras el señor le gritaba donde apilarlas. La casa 19, ¿se estaban mudando? Esta bien, eso sonó tonto, ¡se estaban mudando!
Deje de sentirme espía cuando mi celular volvió a sonar, conteste la llamada con el deseo de que solo fuera para saludar.
-¡y te dijo que me termino!
-¿enserio? Cuéntame más...
-estábamos sentados, en Frikky Shakes y dijo que estaba viendo a alguien más, que yo estaba interfi...
Y hasta ahí escuche por qué estaba ocupada siendo -como siempre- una entrometida. Pero me encantaba serlo, desde pequeña sacaba teorías y escribía anotaciones, pistas.
-¿Mía? ¿Si quiera estás escuchándome?- me regreso a la conversación, me gustaría decirle que es una lástima, que su novio me agradaba, pero no sé bien de cuál de todos está hablando.
-si, lo siento, simplemente es algo... impactante.
¡Bien! Sonó en mi cabeza cuando pude verle la cara. Pelo oscuro, ojos oscuros y una leve constelación de lunares.
Él. Yo lo conocía.
No, no era del club de lectura, mucho menos de la academia de guitarra ni del mis clases de francés -otra vez citando lo interesante que es mi vida- era de la escuela. A ver, pelo oscuro, ojos oscuros, y una vestimenta negra. El incomodo contacto visual que hicimos me aclaró quién era, no bastaba verlo más. Dylan, Dylan O'Brien.
Claro que lo conocía, todos lo conocían. Tal vez no con ese nombre, también lo llamaban la perfección O'Brien, Semi Dios voltee hacia mi habitación y recogí el paquete de oreos que había decidido dejar tirado.
Dylan O'Brien, suspire decepcionada.
-¿O'Brien?!?- escuche un grito al otro lado de la línea.
-si, no, bueno, adiós.
Sabía que se enojaría, mañana se le pasaría.
La última coca cola del desierto estaba a diez pasos de la entrada de mi casa, querría culparlo a el por creerse más de lo que es, pero en mi escuela lo tratan literalmente como la última coca cola del desierto. Son simplemente hormonas desesperadas.
Si no eras de piernas largas y cintura pequeña, no deberías de darle mucha importancia. Y para una chica de 1,60 con piernas no exactamente largas, eso no la emocionaba mucho.
Sacudí mi cabeza para olvidarlo y concentrarme en mi lectura: página 127 de las ventajas de ser invisible. Tiraba rápidas miradas a mi ventana admirando como sacaba cajas de su auto marcando sus venas de sus brazos. No puedo creer que lo esté viendo! Concéntrate Mía! Concéntrate!
Ya no podía darme pena mirar, ya me había visto con mi toalla en la cabeza, y yo podré reconocerlo, pero el ni siquiera a de saber que compartimos clases.
-¿me pasas ese lápiz?
Había sido nuestra conversación más larga, interesante ¿cierto?
Estamos en último año, conocerse ya no es lo más importante. Bueno, hablo por mí, por qué no conozco a los demás, no por el, que lo conocen hasta las que cocinan en la cafetería.
No era la escuela que los populares reinaban, tampoco era así, simplemente los grupos no conviven. Y honestamente, no me avergonzaba no ser como ellos. No acostarme con cada pene que veo, o simplemente no ir quedada y pasar el año por qué mi papa tiene el dinero.
No podía juzgarlo no lo conocía, pero habían mejores chicos que él, muchos.
Baje las cortinas dándole el último vistazo al chico de alado, bueno, mi vecino, mi nuevo vecino.
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Hola! Espero les haya gustado el primer capítulo! Sigan leyendo. Me disculpo por no tener diálogos en este capítulo, ya los habrá. No quise hacer diálogos ya que esta es solo la introducción.
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El chico de al lado
FanfictionMundos diferentes. Objetivos diferentes. Sin duda puntos de vista diferentes. Y para ese chico de ojos oscuros, una chica diferente. Para esa chica baja de pelo oscuro, un chico como los otros.