Una vida feliz.

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-si me querías tanto, ¿por qué me terminaste?- lo mire a los ojos. El ambiente se había vuelto tan dramático.

-por qué soy un imbécil, sin cerebro, estúpido sin gracia, no tengo cualidades, soy vomitivo, soy enserio un idiota, soy un real estúpido lleno de mierdas, soy más asqueroso que una...

-¡Jake!- me quejé en voz baja.

Habíamos venido aquí a hablar, y de una manera que sigo sin entender, terminamos practicando mi salida con Dylan, según Jake: "asegurándonos de que no me saldría mi parte de chica de once años y me quedaría con él"

-¿qué? ¿Muy literal?- vio mi cara de seriedad -bueno, vamos de nuevo.

Respiré hondo, cuando Jake quería ser molesto, lo hacía con todas sus ganas, como si su vida dependiera de ello.

-¿para qué pediste verme si dejaste claro que querías que me fuera?

-¡por qué te amo! ¡Te amo Mía! ¡Eres lo mejor que le ha pasado a mi estúpida y patética vida! Quédate conmigo, ¡cásate conmigo!- se arrodilló gritando ganando la atención de varias parejas que ahora miraban con atención.

-o por Dios Richard, ¡está pidiendo su mano!- alcance a oír a la distancia.

Miré su mirada graciosa y bufé apenada. Me levante del cafetín y salí por la puerta dejando a Jake atrás. Había rechazado al tierno chico de ojos azules que solo fingía ser mi castaño, lo cual no logro por cierto.

-vamos, ¿ahora qué hice mal?

-aceptémoslo, no sabremos qué pasará hasta que llegue ese día. Falta una semana, habrá que esperar.

-como te quedes por el...

-no lo haré.

Y seguimos caminando, rodeada del hombro por mi mejor amigo, fingiendo, siendo la pareja falsa que armaba escenas en un cafetín.

Narrado por Dylan

El constante pitido de la máquina que controlaba las pulsaciones de mi madre era cada vez más agobiante. O tal vez todo me tenía muy agobiado y esta era la gota que rebalsaba el vaso.

Cancer de hígado. Maldito cáncer en un pequeño pedazo de hígado. La habían encontrado semi desmayada en los baños del supermercado, y la habían traído aquí.

Mi mama, la mujer que nunca se enfermaba, y si lo hacía lo negaba. La mujer fuerte que arreglaba todos los malos momentos con una sonrisa tranquilizadora. Turbulencia en un avión, tormentas eléctricas y malas calificaciones, ella siempre sabía cómo reaccionar sin alarmar. Y ahora la tenía aquí, tendida a una cama con suero por qué está deshidratada debido a que tiene cáncer, cáncer de hígado. Y por primera vez no tenía esa sonrisa tranquilizante.

Yo siempre lo veía en la tele ¿quién no? Casos de niños con cáncer, madres rapadas y amigos rapados por compasión a sus amigos enfermos. Pero nada de comparaba a que te pasara a ti, a tu familia, a tu sostén.

¿Qué íbamos a hacer ahora? Pues no lo sabía, no tenía ni una maldita idea.

¿Íbamos a mudarnos? No lo sabía ¿iba a poder asistir a una universidad? Tampoco lo sabía ¿cómo íbamos a superar esto? Mucho menos.

-ey, tranquilo, lo descubrieron a buena hora- dijo Mike sentándose a mi lado.

Eso no me tranquilizaba si esa era su intención. Eran palabras alentadoras, pero no me ayudaban en nada ¡mi madre tenía cáncer mierda! ¡Cáncer! La maldita enfermedad de la que no tienes la maldita expectativa de que te pasara a ti, la maldita enfermedad que te caga la vida.

El chico de al ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora