𝒞𝒾𝑒𝓃𝓉𝑜 𝓃𝓊𝑒𝓋𝑒

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Omnisciente

—Bien —dijo Dakota—. Harry, tienes que enterarte del paradero de Voldemort, porque la serpiente debe de estar con él, ¿no? ¡Hazlo, Harry! ¡Entra en su mente!

¿Por qué le resultó tan fácil? ¿Tal vez porque la cicatriz llevaba horas ardiéndole, ansiosa por mostrarle los pensamientos del Señor Tenebroso? Cerró los ojos obedeciendo a Dakota, y al instante los gritos, los estallidos y todos los estridentes sonidos de la batalla fueron disminuyendo hasta quedar reducidos a un lejano rumor, como si él estuviera lejos, muy lejos de allí...

Se hallaba en medio de una habitación que, pese a la atmósfera tétrica que destilaba, le resultaba extrañamente familiar. Las paredes estaban empapeladas y todas las ventanas, excepto una, cegadas con tablones, de manera que los ruidos del asalto al castillo llegaban amortiguados. Por esa única ventana se veían destellos de luz alrededor del colegio, pero dentro de la habitación estaba oscuro, pues sólo había una lámpara de aceite.

Hacía rodar la varita mágica con los dedos, examinándola, mientras pensaba en la Sala de Menesteres, esa sala secreta que sólo él había encontrado, la sala que, como la cámara secreta, sólo si eras listo, astuto y muy curioso podías descubrir. Estaba convencido de que el chico no hallaría la diadema, aunque el títere de Dumbledore había llegado mucho más lejos de lo que él imaginara jamás. Demasiado lejos...

—Mi señor —dijo una angustiada y cascada voz, y él se dio la vuelta. Allí estaba Lucius Malfoy, sentado en el rincón más oscuro, con la ropa hecha jirones y evidentes marcas del castigo que había recibido después de la anterior huida de Harry; además, tenía un ojo cerrado e hinchado—. Se lo ruego, mi señor...Mi hijo...

—Si tu hijo muere, Lucius, no será por culpa mía, sino porque no acudió en mi ayuda como los restantes miembros de Slytherin. ¿No habrá decidido hacerse amigo de Harry Potter?

—No, no. Eso jamás —susurró Malfoy.

—Más te vale.

—¿No teme, mi señor, que Potter muera a manos de alguien que no sea usted? —preguntó Malfoy con voz temblorosa—. Perdóneme, pero ¿no sería más prudente suspender esta batalla, entrar en el castillo y...buscar usted mismo al chico?

—No finjas, Lucius. Quieres que cese la batalla para saber qué ha sido de tu hijo. Y yo no necesito buscar a Potter. Antes del amanecer, él habrá venido a buscarme a mí.

Y volvió a contemplar la varita que sostenía. Le preocupaba que...Y cuando algo preocupaba a lord Voldemort, había que solucionarlo.

—Ve a buscar a Snape.

—¿A...Snape, mi señor?

—Sí, eso he dicho. Ahora mismo. Lo necesito. Tengo que pedirle que me preste un...servicio. ¡Ve a buscarlo!

𝒟𝒶𝓀𝑜𝓉𝒶//𝒟𝓇𝒶𝒸𝑜 ℳ𝒶𝓁𝒻𝑜𝓎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora