Naib Subedar

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Sinfonía l

Con cada paso que daba podía escuchar con mayor claridad el sonido que provocabas con tus dedos, parecía tan increíble como lograbas erizar mi piel con tan solo escucharte

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Con cada paso que daba podía escuchar con mayor claridad el sonido que provocabas con tus dedos, parecía tan increíble como lograbas erizar mi piel con tan solo escucharte. Me quedé en el marco de la puerta disfrutando de la melancólica melodía que tocabas, tal como solía hacerlo cada vez que ensayabas en aquella sala alejada de las demás. Tus dedos se movían con una fluidez extraordinaria sobre las teclas del piano, parecía que el instrumento había sido hecho para ser tocado por ti, parecían ser uno mismo.

Tus ojos se encontraban cerrados y había una sonrisa en tu rostro mientras tus dedos iban de allá para acá sobre el piano. Tenías mucho talento y comprendía a la perfección el porque habías decidido participar en este juego, querías estudiar en una escuela de música demasiado cara y lastimosamente no tenías el dinero suficiente para pagarla, me sentía de alguna forma halagado, pues era la única persona a la que le habías contado el motivo real por el que estabas aquí.

Me encantaba tu presencia en ese lugar, después de tu llegada parecía tener más color y vida, no sólo eso, en general todos parecían más alegres cada vez que te sentabas frente al instrumento. No sabía cuánto tiempo llevaba en la puerta, cuando tus ojos se dirigieron hacia mí y sonreiste ampliamente, te devolví la sonrisa mientras entraba a la habitación y me sentaba en uno de los sillones de la esquina.

Dejaste de tocar y me miraste con una ceja alzada desde tu lugar, esta vez quién sonrió fuí yo.

—¿Te quedarás ahí o vendrás aquí? –preguntaste, me sentí como un niño cuando llega el día de abrir los obsequios que Santa dejó bajo el árbol y tú lo notaste.

En unos minutos me encontraba sentado a tu lado, tus ojos examinaron mi rostro y te sonrojaste levemente, cosa que me pareció adorable.

—¿Quieres tocarla conmigo? –te ofreciste a enseñarme la melodía que tocabas antes de que llegase, cosa que me extrañó pero asentí.

He de admitir que había desarrollo un gusto por los instrumentos, pero mis favoritos eran el piano y el violín, los cuales tocabas a la perfección.

—Yo no sé tocarlo –admití, me dedicaste una de tus sonrisas y tú mano se colocó sobre la mía.

La dirigiste hacia unas teclas y me enseñaste cuáles debía tocar.

—Sólo debes tocar eso, es fácil –me animaste, asentí y soltaste mi mano, llevaste la tuya hacia tu cabello y lo peinaste hacia atrás.

Los meses pasaban y parecía ser nuestra rutina, me habías enseñado a tocar el piano, el cuál era mi nuevo escape, mi nueva pasión. Recuerdo lo mucho que me alegró cuando comentaste que era bueno en el y que transmitía muchos sentimientos, una cosa para nada fácil.

—¡Hola, ya llegué! –saludaste mientras ingresadas y quitabas la chamarra que te cubría, había comenzado a nevar y ya que las partidas eran al aire libre, debíamos cubrirnos bien.

Te observé bien, tu piel estaba un poco más pálida y tú cabello había perdido un poco de color. No quise pensarlo demasiado, quizá era la iluminación del lugar o simplemente te encontrabas cansada.

—Hola ____ –saludé, quitaste la bufanda que se encontraba enroscada en tu cuello y te colocaste detrás de mi, tus manos se colocaron sobre mis hombros y me abrazaste.

—Estoy exhausta –confesaste mientras tus manos se dirigían hacia mi cabello y lo enredabas en tus dedos.

—Deberías descansar más seguido –sugerí, esta última semana te habías estado esforzando mucho para aprobar el examen a la universidad que tanto deseabas.

—Debo dar lo mejor de mi –negaste mi sugerencia, hice una mueca pero asentí.

—¿Y esa universidad a la que quieres entrar, en dónde está? –pregunté, por un momento dejaste mi cabello en paz.

—Al sur de Francia, es una escuela de artes prestigiosa y hay una orquesta de la que quiero ser parte. Me gustaría poder ser el primer violín algún día –mientras lo contabas noté algo diferente en tu voz, parecías emocionada y al mismo tiempo desilusionada.

—¿Y después de eso, qué harás? –pregunté nuevamente, esta vez permaneciste en silencio.

—Yo....no lo había pensado –respondiste después de unos minutos con la voz apagada, sacudiste la cabeza –Pero eso no importa ahora, tenemos todo el tiempo del mundo.

Tiempo...tal vez debí haberme puesto a pensar más en ello antes de que todo ocurriera. ¿Había alguna forma de detener el tiempo en ese preciso instante?

—¿Y tú, qué harás cuando salgas de aquí? –preguntaste, la verdad ni yo había pensado en ello, tal vez volvería a la vida que tenía antes.

—No lo sé, no sé que quiero hacer con mi vida –apretaste mis hombros con tus manos y sonreiste.

—¡Ven conmigo! –tus ojos brillaron y formaron una línea cuando sonreiste –Podemos rentar una casa o un departamento cerca del colegio, ¡incluso podrías hacer el examen, eres muy bueno con el piano!

Me animaste a perseguir un sueño, me diste un motivo para seguir adelante y no quedarme estancado en mi terrible y obscuro pasado.

—De acuerdo –acepté, nada me hubiera hecho más feliz que compartir ese sueño contigo.

El resto del día lo pasamos decidiendo que tocaríamos y como vestiríamos para el video que debíamos enviar como examen, era evidente que no podíamos salir del lugar, mucho menos salir para ir a Francia, teniendo en cuenta donde nos encontrábamos.

Éramos como un inmenso incendio que se extendía y ardía con el paso de lo segundos, ambos éramos solistas y ninguno hacia de acompañante para el otro, la audiencia nos había amado por ello, por nuestro sonido y las emociones que desprendíamos al tocar alguna nota.

Me pregunté en su momento si me permitirías formar parte de tu vida, ser parte de tu sinfonía.

Chérie - identity v | o.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora