Eli Clark

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No puedo.

Tu mirada paseó por tu habitación e intentaste contener las lágrimas que amenazaban con salir de tus ojos, pues Eli decidía dejarte una vez más en este mes y no lo soportabas

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Tu mirada paseó por tu habitación e intentaste contener las lágrimas que amenazaban con salir de tus ojos, pues Eli decidía dejarte una vez más en este mes y no lo soportabas. Llevaste tus manos hacia tu cabello con desesperación y dejaste salir el aire que tus pulmones habían contenido los últimos segundos, Eli que se encontraba sentado en tu cama, se levantó para comenzar a hablar.

—____, yo... –lo interrumpiste.

—No voy a tener esta conversación de nuevo, Eli –suspiró mientras su mirada viajaba a cualquier lado de la habitación, menos a ti –No puedo estar aquí sentada esperando a que regreses.

—No quiero eso tampoco –respondió finalmente posando su mirada en ti.

—Entonces quédate, sólo sé el amor de mi vida, sólo ámame más de lo que lo odias –te miró durante unos segundos, con lástima.

—Lo siento ____, no puedo hacer eso –comenzó a caminar fuera de la habitación, frunciste el entrecejo.

—¡No, no! No se te ocurra alejarte de mi, si das un paso más terminaremos, ¿de acuerdo? no más sorpresas, no más excusas, no más oportunidades. Habremos terminado para siempre. –te sentías desesperada pues deseabas con todo tu corazón que decidiera quedarse; realmente lo amabas, se detuvo y por un momento te sentiste aliviada al creer que se quedaría, más simplemente avanzó saliendo de la habitación.

Sentiste una presión sobre tu pecho y en cuanto tu espalda tocó el colchón comenzaste a llorar sin importarte nada más, únicamente deseabas deshacerte de ese sentimiento tan abrumador que te envolvía. Tu relación con el castaño había comenzado bien y todo era color de rosa, hasta que comenzaron a terminar, regresar, terminar y así durante dos meses.

Estabas harta de aquello, siempre tenía una excusa para deshacerse de ti y volvía dos o tres días después diciéndote una cosa completamente diferente, lo que más te hacía sentir triste es que te habías esforzado todo lo que podías para mejorar su relación, más no daba frutos. Te aferraste a la almohada y hundiste tu rostro en ella intentando reprimir tu llanto, Michiko y Mary que pasaban fuera de tu habitación notaron que algo no andaba bien. La de cabello platinado dió dos golpes a la puerta y seguidamente entró siendo seguida por la de cabello azabache.

—Quiero estar sola. –murmuraste sin siquiera verlas, Mary te miró triste y se sentó a tu lado, acariciando tu cabello mientras Michiko se sentaba en la orilla de la cama observando todo.

—A nadie le gusta estar solo, ____. –respondió, la miraste durante unos segundos y antes de que dijeras algo, intervino la cazadora de los espejos.

—No por ser cazadoras no tenemos sentimientos, podemos comprenderte a la perfección _____. –te dedicó una sonrisa que nunca habías visto en ella y extendió sus brazos. –Dicen que los abrazos dicen más que mil palabras.

No lo dudaste dos veces cuando la envolviste en tus brazos y continuaste llorando mientras ella te consolaba, miró a su amiga pidiéndole ayuda con la mirada al quedarse sin palabras.

—Cuéntanos ____, ¿qué te hizo? –cabe aclarar que  todos estaban al tanto de las discusiones entre el chico del búho y tu.

Jamás habías tenido ese nivel de intimidad con las cazadoras, por lo que te soltaste como hilo de media contándoles todos los problemas que habían tendido y como había decidido dejarte, esta vez para siempre pues hablabas en serio cuando dijiste que no habrían más oportunidades.

—Sólo quiero que me ame sin alguna condición, quiero que se quede y no huya con algún tonto pretexto. –tallaste tu rostro secando algunas lágrimas, Mary te miró enternecida.

—Oh, mi niña –sonrió, en algún momento de toda esa conversación había olvidado su condición y sentía que eras su pequeña hija.

—Creo que lo que hiciste es admirable, ____ –La japonesa te sonrió un poco mientras acariciaba tu mano, ante tu mirada de confusión decidió seguir hablando. –Muchas personas se quedan estancadas en esa clase de relaciones años o incluso para siempre, hiciste lo correcto.

Asentiste levemente, si te ponías a pensarlo bien, en realidad tenía razón. Habías podido ser lo suficientemente determinada para encararlo. La francesa te abrazó más fuerte y su mejilla se posó sobre tu cabeza, reíste.

—Por favor Mary, déjala respirar –bromeó Michiko, la mencionada te soltó un poco, más no se despegó de ti.

—No puedo dejarla, siento que es como mi hija y debo protegerla. –admitió, tu corazón se encogió, tu madre biológica había fallecido poco antes de llegar a la mansión y a decir verdad, Mary se parecía un poco a ella.

—La puedes incomodar –Michiko no quería tener ningún problema que desatara una discusión entre cazadores y supervivientes.

—Para nada, me gusta –le sonreíste abiertamente y ella suspiró, parece que Mary había ablandado demasiado rápido su corazón por ti.

Sabías que eso preocupaba a Michiko, tenían prohibido tener relaciones entre cazadores y supervivientes de cualquier tipo, aunque realmente la mayoría ignoraba esa regla.

—Vamos niña, limpia tu rostro y salgamos al jardín –intentó animarte la del abanico, asentiste y con un pañuelo que había sobre la mesa de noche secaste tu rostro.

—Oh, vamos a pedirle a Joseph que nos tome una foto –comentó Mary más que entusiasmada mientras te tomaba de la mano y arrastraba fuera de la habitación.

Sentiste que tenía razón, ninguna persona buscaba la soledad, siempre habría alguien que te amase y diera todo por ti en alguna parte del mundo, solo debías encontrarla.

Chérie - identity v | o.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora