Ganji Gupta

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Princesa (Parte I)
Aclaración; no sabía muy bien cómo hacer esta historia así que está inspirada en Aladdín.
Una disculpa por publicar hasta ahora pero me dió covid y no me sentía muy bien 😿

Aquél reino donde una familia llevaba gobernando varios siglos era muy peculiar, bastante diferente a lo ya conocido si es que me preguntas. Un reino donde habían dulces por todos lados; el castillo y casas estaban hechos de todo tipo de dulces: desde amargos hasta los más ácidos, la princesa de este reino era muy querida por su pueblo. De cabello castaño claro casi tan suave como la seda, ojos verde aceituna y su piel siempre estaba bronceada; la mujer más hermosa en aquél reino y por ende la más cortejada no solo de ese reino, también los cercanos buscando formar una alianza con ellos.

En ese cálido día la joven princesa había escapado del castillo en busca de probar un poco de libertad que su padre se negaba a ofrecerle, protegía a su heredera como a la joya más preciosa e invaluable del mundo; caminó por las abarrotadas calles del reino cubriéndose el rostro y luciendo ropas de sirvienta, le parecía una buena estrategia para no llamar la atención del pueblo que rara vez veía su rostro fuera del palacio -realmente nunca la habían visto fuera de este y eran muy pocos los afortunados de haberla conocido, todos asegurando que era una joven de belleza casi inhumana- caminó durante muchos minutos admirando la conveniencia y colores que decoraban a su pueblo hasta que en algún descuido chocó con un pequeño puesto de legumbres que solamente era sostenido por una carpa improvisada con tubos de regaliz y una fina cubierta de caramelo como techo los cuales cayeron sobre la mercancía.

—Lo lamento mucho, prometo que... –el señor de aquél puesto tomó de forma brusca su muñeca y la jaló hacia el.

—Ni hablar, te cortaré la mano por intentar robarme ¡ladrona! –colocó su mano sobre un tronco y levantó el machete que había a su lado cuando una mano lo detuvo estando a punto de impactar contra la muñeca de la joven mujer.

—Oh vamos, estoy seguro de que podemos solucionar esto de una forma no violenta ¿no lo crees, mercader? –la princesa del reino fijó su mirada en su salvador: un joven de piel morena, ojos obscuros y cabello azabache con unos cuántos rulos.

—No tiene dinero para pagar, no la dejaré ir así –antes de que pudiera volver a tomar su mano su salvador la colocó detrás de él.

—¿Por qué no tomas esto? es valioso –observó sobre su hombro, no se había percatado del momento en que aquel joven había escabullido su mano hasta su cuello para quitarle el collar.

—¡Hey! ¡No puedes darle eso, es de mi madre! –el moreno se giró hacia ella guiñándole un ojo y empujándola levemente para que comenzara a caminar, la mujer a regañadientes dió unos cuantos pasos hacia un callejón.

Cuando estaba por reclamarle el haberle robado sus joyas el chico se encontraba felicitando a un mono, cosa que le extrañó pues no había visto al peludo amigo en ningún momento durante el corto tiempo que estuvieron negociando por su libertad, este le entregó el collar.

—Mucho me temo que esto es suyo, mademoiselle –pronunció de forma graciosa mientras intentaba hacer una reverencia, la mujer comenzó a reír.

—¿A eso le llamas una reverencia? –bromeó, un color carmín cubrió las mejillas del joven.

—Imagino que está familiarizada con el tema así que dígame, ¿qué función ocupa usted en el palacio? –sus risas cesaron al escuchar la velocidad con la que había sido descubierta.

—Tu...¿cómo lo sabes? no soy obvia –se encogió en hombros recargándose en una de las paredes.

—La tela que lleva puesta es muy fina y eso quiere decir que es exportada, solo las personas importantes en el palacio tendrían algo así además de que lleva esto puesto en la calle; un ciudadano nunca saldría con esto puesto porque sabe que lo robarían. Puedo asumir por todo esto que no sale mucho del palacio pero lo que no logro terminar de comprender es ¿qué está buscando exactamente? –las habilidades de deducción del chico sorprendieron a la joven princesa que no podía pronunciar ninguna palabra.

—Muy bien, es usted un joven muy astuto para darse cuenta de esos detalles –se cruzó de brazos, cuando iba a continuar respondiendo se empezaron a escuchar gritos provenientes del lugar donde venían.

—Podemos continuar la charla luego, por ahora debemos escapar –la tomó de la mano y comenzó a guiarla por las calles del reino.

Pocos minutos pasaron para que perdieran a sus perseguidores y la llevase a lo que parecía ser su hogar en algún lugar abandonado que por supuesto no conocía, le ayudó a subir y observó anonadada la decoración del lugar.

—Tienes una casa muy...peculiar –murmuró caminando alrededor de ella fijándose en todos los detalles.

—Gracias, yo lo construí —tiró de una palanca y lo que al principio parecía una pequeña casa de acampar justo en el centro del salón se levantó dejando al descubierto un tapete con varios cojines y cajas bien cuidadas apiladas como una mesa —Por favor tome asiento, le traeré algo de tomar.

Agradeció su hospital y se sentó sobre uno de los cojines acomodando sus ropas pasando su mano sobre ella para alisar la fina tela.

—Muchas gracias pero no era necesaria tanta hospitalidad –dijo cuando tomó la taza que le había ofrecido.

—Era necesario señorita, parece ser una persona importante y creo que debía darle todo lo que puedo ofrecer –la mujer sonrió cálidamente y dos hoyuelos apenas visibles adornaron su rostro, cosa que cautivó a Ganji.

—Puede hablarme de tu, no hay problema con eso y tampoco es necesario tener tantas molestias; soy una persona igual que usted –al joven le sorprendió su actitud, si bien nunca había convivido con un noble sabía por lo de habían dicho que solían ser personas crueles y groseros pero la mujer sentada frente a el parecía diferente a todo lo demás.

La miró con atención fijándose en todos los detalles, su cabello castaño estaba bien peinado y el aroma a jazmines que desprendía incluso cuando habían corrido por toda la ciudad seguía premaneciendo en el, su piel era bronceada y brillosa casi podía jurar que se veía tan suave como la seda que vestía, sus ojos eran grandes, ligeramente rasgados y miraban todo con curiosidad o emoción –aún no podía distinguir cuál de las dos eran– el color era uno que no había visto en el rostro de otra persona; un verde aceituna brillante, su nariz era pequeña y fina, y por último sus labios eran gruesos pintados de un color rojizo aunque lo que más destacaba de su sonrisa eran esos hoyuelos que ahora estaba frente a ella podía apreciar mejor.

—Eres hermosa –habían sido palabras que salieron de su boca casi por voluntad propia, la joven princesa lo miró durante unos breves segundos antes de que sus mejillas enrojecieran.

—Gracias –respondió avergonzada, pues pese a no ser la primera vez que recibía cumplidos nunca lo habían dicho de esa forma; nunca se habían fijado en ella como el lo había hecho —Será mejor que me vaya tengo que...es decir, la princesa tiene una reunión y debo arreglarla para ella así que debo irme.

Se paró de forma apresurada del cojín dejando la taza sobre la mesa improvisada y caminando hacia la salida con su corazón latiendo de forma veloz.

—¿Volveré a verte? –preguntó el, giró sobre sus talones y se acercó con pasos lentos.

—Toma esto, así tendrás una excusa para verme de nuevo –le entregó la pulsera de su madre y comenzó a caminar fuera del lugar no sin antes volver a agradecer por la hospitalidad y todo lo que había hecho para sacarla de aquél apuro.

Definitivamente deseaba que la noche cayera sobre el reino para colarse dentro del palacio y buscar a la joven doncella que se había robado su corazón.

Chérie - identity v | o.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora