Capítulo uno. "Confusión"

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Voy tarde, lo sé porque salí de mi casa a las cinco cuarenta y cinco y en el boleto de avión claramente decía "llegar media hora antes del vuelo programado" el cual, en mi caso saldría a las seis de la tarde.

Maldigo la hora en que decidí quedarme cinco minutos en la sala a descansar y apresuró el paso aun más sin la necesidad de correr, soy bastante torpe y lo más seguro es que termine de trasero en el piso con toda mi maleta extendida en el suelo.

Al final, el vuelo se retrasó y me dejaron subir cómodamente, a veces me sorprendo la buena suerte que me cargó. Esperando que mis compañeros de viaje sean buenos ciudadanos y no unos gruñones, irritables y detestables, me dedico a buscar mi asiento.
Lo localizo justo al lado de la ventana y procedo a acomodarme. El viaje no sería tan largo sin embargo estaba dispuesta a echarme una buena siesta antes de aterrizar en Medellín, Colombia.

–Si, acabó de abordar. No, no se que día voy a volver...oye estoy perdiendo conexión te llamo después. – al parecer no era la única torpe que llega tarde, un chico pelinegro de aproximadamente un metro con noventa centímetros con una sudadera blanca, unos jeans negros, una gorra del mismo color y unos lentes negros de sol. Se sentó justo a mi lado y resopló con cansancio.

Jamás había intentado hablar con los pasajeros en mis viajes express de trabajo, por lo que decidí que esta vez no sería la excepción. Me coloqué mis AirPods, saqué un libro clásico que había leído por lo menos tres veces en mi vida y dejé que todo fluyera a mi alrededor. Había escuchado más de cien veces las instrucciones que dan las Azafatas cuando abordas un avión.

–Oye... oye... – solo había leído tres paginas del libro cuando mi compañero de asiento me interrumpe.

Levantó una ceja en su dirección y esperó a que hable y que sea algo bueno ya que interrumpió mi lectura.

–Lamentó si interrumpí algo, pero aunque es muy poco tiempo de viaje y todo eso...la verdad no me gusta viajar si no voy del lado de la ventana...– balbucea mientras mueve sus manos con rapidez.

– A mi tampoco. – sonrió y vuelvo a lo mío. ¿Me escuche grosera? Quizá, pero la verdad no me apetecía hacer amigos, jamás había sido buena y en algún momento simplemente dejé de intentarlo.

–Espero que el mal humor que mantienes se esfume en cuanto llegues al mar. – se encoge de hombros y estira las manos por detrás de su nuca. – Las personas deberían comenzar a vivir como si hoy fuese el último día.

–Lamentó si soné grosera, no fue mi intención ofenderte, el punto era que a mi también me produce vértigo no viajar del lado de la ventana– sonreí intentando ser amable.

– Eso suena mejor. – ríe, su risa es contagiosa y es como una melodía dulce que acaricia con lentitud tu oído. – ¿Cuál es tu nombre?

Sabía bien que no podría entablar conversación con un extraño, ya que es peligroso y todo eso. Sin embargo en ese momento sentí la necesidad de contestarle y entablar una buena conversación con aquel agradable sujeto con el cual comparto con el vértigo a estar alejado de la ventana.

– Anelisse Strong– sonrió después de unos minutos en silencio. –¿El tuyo?

– Mi nombre es Eros Ivanov. Un gusto ¿vienes de vacaciones? – el chico se gira un poco para poder analizarme, en eso yo estoy en desventaja ya que aún tiene puestos sus lentes de sol los cuales le tapan la mitad de la cara.

–No, tengo una junta sobre un caso jurídico que estoy por llevar. – no me aparecía hablar de mi trabajo, suficiente era dedicarme a algo que no era de mi agrado pero que para mis padres "sería una carrera de prestigio" y en ella se gana muy bien. Lo cual es cierto, no me quejo de mi salario pero si de la carrera... a veces siento que es un poco aburrido. En mi opinión. – ¿Tú?

– La verdad si necesitaba un respiro del aire apestoso de ciudad, el mar me relaja y me hace estar bien conmigo mismo. Y eso, es justo lo que necesito ahora.

Sonrió. – No conozco mucho Colombia, ojalá algún día pueda conocer sus playas.

–¿Colombia? – pregunta curioso mientras analiza mis expresiones faciales. Me limite a negar con suavidad, de seguro había una confusión con sus boletos.

– El avión se dirige para allá justo ahora. – trate de explicarle.

– Oh no, se dirige a la playa de la costa del Pacífico.

– No, vamos para Medellín, Colombia.

–No.

– Sí.

–No.

– Sí.

La azafata pareció escuchar nuestra pequeña "pelea" y se acercó a ver si podría ayudar en algo.

–¿Solicitan ayuda? – la azafata tenía puesto el uniforme azul, era rubia de tez blanca y ojos azules grandes y redondos.

–¿Podría indicarme de favor a donde se dirige este avión? – pregunta Eros con amabilidad.

– Playa de la costa del Pacífico. – sonríe con obviedad e intenta mantener la compostura.

– Me han dicho que este avión se dirige a Medellín Colombia. – aprieto los labios, no podría ser tan torpe para subirme al avión equivocado pues me habían guiado personalmente desde la verificación del boleto hasta la puerta del avión.

–Oh, debió de ser su error... el personal del aeropuerto no suele equivocarse con ese tipo de cosas.

– Pero si me han conducido hasta acá. – comienzo a ser irritable, eso sucede cuando las cosas no salen a mi manera y a juzgar por mi vida es casi siempre. – Necesito hablar con alguien, mañana a las siete en punto debo de estar en el bufete jurídico para una cita importante, no puedo amanecer en la costa del Pacífico.

– Veré que se puede hacer, pero siendo sinceros no creo que mucho. Si leyó el contrato, la aerolínea no se hace responsable de las equivocaciones de los clientes en cuanto a tomar el avión equivocado. – me dedica una media sonrisa torcida y se aleja sin más.

Estoy a punto de irme detrás de ella y exigir que me se me resuelva esta embarazosa situación, sin embargo Eros me detiene con suavidad y lo fulmino con la mirada.

– No harán mucho, al menos no mientras volamos. – intenta ser amable, se que lo intenta. Pero yo no puedo mantener su ritmo de concentración y relajación para no expresar más que respeto y tranquilidad.

– No, esto es una maldita pesadilla no puedo simplemente faltar a esa cita. Perdería mi trabajo.

– Intenta dormir un poco, mañana podrían conseguirte un vuelo de regreso.

–¿ A que hora aterrizamos? – le preguntó tajante.

– Once de la noche. – recuerda.

– No podría llegar a esa hora aunque lo intentará. – lanzó mi cabeza con fuerza y suspiró lleno de frustración. Mi celular apenas marca las siete y media. No podría llegar a tiempo, así que decidí seguir el consejo de Eros y relajarme un poco.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora