– Eros. – capto su atención mientras pienso como formular la gran pregunta. – El día en que casi nos ahogamos por culpa de los chicos que jugaban americano. Creí ver que te daba miedo el mar abierto, ¿Por qué te lanzaste detrás de mi?– Porque no me iba a cruzar de brazos viendo como te sumergías en el agua salada y nunca salías. Nadie hacia nada y esa desesperación comenzó a crecer dentro de mi, me angustiaba que no pudieras nadar a la orilla. De hecho no sabía si sabrías nadar.
Asiento comprensivamente. – Lo se hacer, pero en ese momento si tuve miedo. Y cuando el miedo es mas grande que tu autocontrol. No importa que tan bien sepas nadar, siempre te vas a hundir.
– Lo sé.
– Pero, aun así gracias por preocuparte por mi, valoro mucho el gesto.
– Mis padres solían decir que era el mejor nadador que habían visto, de seguro no habían visto las olimpiadas mundiales o los concursos profesionales. – ríe nerviosamente y mete ambas manos en sus bolsillos de sus jeans. – Mi padre siempre fue mi inspiración para mi autocontrol, para no perder los estribos y sentir que me ahogaba. Y mi madre siempre fue el pilar de apoyo que tanto necesitaba.
– ¿Puedo hacerte una pregunta? No es necesario que me la contestes, voy a entender si quieres hablar de otra cosa.
El pelinegro asiente con lentitud, estoy segura que sabe cual será mi pregunta. Suspiro con suavidad y acomodo mi cabello detrás de mis orejas, solo para ganar más tiempo.
– ¿Dónde están tus padres?
– Hace un par de meses no hubiera podido responder, sentía esa presión sobre el pecho que terminaba con mi respiración normal y el ritmo cardiaco se me aceleraba a tal punto que no podía seguir y sentía que me ahogaba. Encontrarme en esa situación me recordaba a él día en que partieron y todo se ponía aun peor.
Su voz era ausente y su mirada se encontraba perdida. Y en el ambiente, de pronto la brisa comenzó a ser cada vez un poco más frívola, obligándome a darme calor con mis propios brazos.
Eros detuvo su marcha y yo imite su acción, se giro lentamente hacia el feroz mar abierto y cero los ojos con fuerza. Su mirada expresaba dolor y mi labio inferior comenzó a temblar de nerviosismo.
– Dos seres llenos de luz no merecían que su luz se extinguiera a cincuenta metros debajo del agua salada.
Ivanov se sentó en la cálida arena y se cruzo de piernas al mismo tiempo que puso las palmas de sus manos en sus rodillas. Imite su acción en silencio y evite su mirada, me concentre en ver como se rompían las traviesas olas del mar al llegar a tierra firme.
– El día en que ellos partieron, era un jueves por la tarde. Fue una falla en los rieles del automóvil de mi padre por ir a exceso de velocidad, recuerdo que yo iba en los asientos de atrás y lo último que vi fue la cara sonriente de mi madre, su cabello castaño le caiga a los lados en risos delicados, su nariz era respingada y los ojos claros como la miel. Lo último que sus labios pronunciaron fue "Te quiero, Eros"
– Se vivía cierta tensión adentro del coche, sin embargo ambos nunca se faltaron al respeto o discutieron con fuerza, si no más bien permanecieron en silencio. Y entonces, mi padre perdió el automóvil y el coche salió directo al agua. Yo nunca solía llevar el cinturón de seguridad puesto. – Eros hace una pausa y limpia su nariz con el antebrazo izquierdo, después se quita sus lentes y limpia las lagrimas rebeldes que han escapado involuntariamente. – La puerta de atrás se abrió y yo flote en el agua, sabia nadar así que logre llegar a la superficie. Pero era de noche y no podía ver mucho así que me limite a gritar, pero nadie escuchaba y por el contrario estaba tragando agua salada y mis pulmones había comenzado a arder. – el pelinegro eleva su cabeza al cielo y cierra los ojos con fuerza, buscando tal vez la valentía para terminar su relato.
– Desperté en el hospital dos días después, la cabeza me daba vueltas y cuando me avisaron que mis padres no habían podido sobrevivir, quería irme detrás de ellos. Tenia quince años cuando eso sucedió y desde entonces vengo cada que puedo a este hotel, pues fue aquí donde ellos me trajeron la ultima vez, eran unas vacaciones familiares.– Eros estaba expresando sus sentimientos y emociones y yo no estaba sirviendo de nada, pero tampoco sabía como actuar un "todo va estar bien" no iba a ayudar en su perdida, un "lo siento" no iba ayudar a sanar su dolor. Y odiaba ese sentimiento de no servir de ayuda.
– Venir al hotel me recuerda a ellos en todos los aspectos, así que siempre eran momentos melancólicos, jamás me volví a meter al mar hasta ayer y no resulto tan bien.
– Te admiro bastante.– dije sin pensarlo mucho.
Eros me mira, sus ojos se han hecho un poco más verdes y los destellos grises se han extendido por todo el contorno de su iris.
–¿Por qué?
– Por la persona valiente, fuerte y generosa en la que te has convertido. Tus padres deben de estar mirándote justo ahora y deben estar muy orgullosos de ti.
– Yo intento ser buena persona. – su voz vuelve a quebrarse a mitad de la oración, sin embargo el se traga todos los sentimientos y continua. – Cada día me levanto e intento ser una buena persona, la buena persona en la que les hubiera gustado que me convirtiera y al final del día siempre pienso en ellos, pienso en ellos y en lo felices que están, juntos.
– No los estas decepcionando. – lo abrazó, lo abrazo porque las palabras han abandonado mis cuerdas vocales. Sin embargo quiero transmitirle mi energía para que vea que esta cumpliendo la promesa que le hace cada mañana a sus padres, esta siendo una buena y generosa persona.
– Gracias, Anelisse. – me susurra con delicadeza mientras me aprieta contra el con fuerza. Su colonia se cuela a través de mis fosas nasales y no puedo evitar soltar un suspiro de felicidad.
– Gracias a ti, Ivanov. – le regreso el agradecimiento y ahora es mi momento de abrazarlo con más fuerza, a tal punto que siento como nuestros corazones se sincronizan y laten a la par.
Minutos después ambos rompemos el abrazo, y entonces vemos dos luciérnagas rondando sobre nuestras cabezas. Ambos esbozamos una sonrisa.
– Están orgullosos de ti. – le sonrió a Eros.
Él se levanta de un salto de la arena y sigue a las dos luciérnagas que se alejan cada vez un poco más, imito su acción y llego a su lado. Justo a tiempo para ver como el par de luciérnagas se une a su manada y luego se alejan para adentrarse al mar, dejando a su paso un camino de luminosidad y esperanza.
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EL MAR TATUADO EN TU PIEL
Teen FictionAnelisse Strong es una chica enfadada debido a que la azafata le cambio el boleto de avión con destino a Medellín, Colombia y ahora, no hay vuelta atrás. Eros Ivanov se encuentra viajando por el aniversario luctuoso de sus padres. Piensa que estar...