Capítulo veinticuatro. "Cambio de planes"

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– A mi me han invitado a una boda el día de mañana, mi amigo Alan ha decidido casarse de manera espontanea. Así que solo ha invitado a pocas personas y entre ellas, veme. Soy un afortunado.

¿Cuál sería la probabilidad de que ese Alan sea el mismo Alan que nos había invitado a su boda el día de mañana? Sí aquel idiota que estaba jugando con dos corazones unidos por la misma sangre.

– He venido a pasar un tiempo de calidad en el hotel, para recordar a nuestros padres. – soy consiente de que aquel nerviosismos que emanaba del él hace a penas unos minutos fue transformado en repetido odio y coraje.

–Hola, mi nombre es Zev. Al parecer a alguien. – señala a su hermano con la cabeza. – Se le olvido presentarnos y que descortés de mi parte. – extiende su larga mano hasta mi y yola acepto por educación.

– Soy Anelisse Strong, un gusto. – sonrió para aliviar la tensión.

Pero nada de eso sucede y al contrario soy consiente de las miradas furtivas que se lanzan entre los dos hermanos. Hasta que Zev rompe el silencio.

– Te va bien el negro, pero me gustaba más el rubio. – se encoje de hombros en mi dirección.

Frunzo el entre cejo y me quito los lentes de sol para mirarlo directamente.

– Jamás he tenido el cabello rubio.

–¡Zev!, yo creo que ya es momento de que te largues. – habla entre dientes mi acompañante y su hermano asiente.

– Se que Alan se ha encontrado contigo y que te ha invitado a su boda, espero que vengan o por lo menos hablar contigo en otra ocasión, hermano. – lo último lo escupe con odio.

– Nos veremos luego, Anelisse. – se despide cordialmente de mi tal cual como me había saludado y después se da media vuelta para marcharse, dejándonos completamente solos.

–¿Crees que esta vez si sea prudente hablar de él? – cuestiono transcurridos unos segundos, solo para asegurarme que se encuentra muy lejos de nosotros.

– Es un idiota y no quiero hablar de él. – Eros se levanta con rapidez y me toma un par de segundos seguirle la corriente.

Me levanto utilizando solamente mis pies y me cercioro que mis lentes de sol sigan sobre mi cabello.

– No quiero presionarte, pero tal vez si me cuentas el contexto puedo entender porque es un verdadero idiota.

Eros niega mientras suspira con frustración y pone ambas manos en su nuca, intentando buscar que un poco de aire fresco se cuele por sus pulmones.

– Esta bien, esta bien. – asiente con los dientes apretados al mismo tiempo que cierra con fuerza sus ojos y su playera blanca es ondeada por el viento. – Él es culpable de la muerte de mis padres, cuando nosotros tuvimos el accidente en el automóvil íbamos a buscarlo a unos de los antros más populares de la ciudad. Se había pasado de copas y un amigo le había marcado a mis padres, íbamos a recogerlo cuando todo sucedió.

Tal vez mis ojos se abrieron con sorpresa y mis labios se separaron solo un poco entre sí. Lo único cierto es que no fui consiente de mis expresiones durante los siguientes tres minutos. No sabía que más agregar.

– Discúlpame, no tenía idea de que fuera algo tan personal. – exclamo por fin, agachando la mirada hacia mis tenis blancos con manchas grisáceas a causa de la suciedad que se le ha quedado impregnada.

– No, no tenías idea. Por ello debías de confiar en mi, aún no estaba listo para hablarte sobre él, porque a pesar de que ya paso un tiempo...no lo puedo superar y me es difícil, siento que cada vez que hablo con él los recuerdos de aquella noche caen sobre mi cabeza como una película en cámara rápida y es todo lo que soy capaz de aguantar antes de salir corriendo muy lejos de él.

– Tal vez tú hermano fue un responsable indirecto que contribuyo a que salieran esa noche, pero él no fue el que desfaso el automóvil para que fallara, no puedes culparlo por algo que él no sabría que pasaría. Estas buscando...

– No estoy buscando culpables para sentirme mejor si es lo que dirás a continuación. – sus ojos se abren de repente y en ellos veo las lagrimas asomarse con lentitud, se que el las reprime. Pero sus intentos están siendo un fracaso.

– Tienes razón, aún no estas listo para hablar de este tema.

– ¿Qué es lo que te estoy diciendo? – el pelinegro comienza a ponerse agresivo, esta perdiendo los estribos y se, que por más que quiera hablar más acerca de su hermano. Aún es un tema bastante delicado del que no puedo tomar partido, al menos no ahora.

– Solamente entiende que tus padres se han marchado, pero tu hermano esta aún aquí y si no arreglan las cosas pronto, no se arrepentirán cuando el tiempo se les acabe. – paso a su lado y cruzo los brazos en mi pecho. No se si me he escuchado muy grosera, pero soy directa cuando algo me hace enfadar.

Camino rumbo al automóvil rentado y me quedo del lado del copiloto, no hay más que hacer en el mirador de la playa. Espero paciente a que el pelinegro se tranquilice, aún con las manos en la nuca y con los ojos cerrados busca en algún punto de su subconsciente como tranquilizarse y tener que compartir el automóvil conmigo.

Mientras tanto, trato de concentrarme en las personas a nuestro al rededor. Hay una niña comiendo un helado de limón, corriendo detrás de un niño más pequeño que ella.

Hay un par de chicas recién salidas de la playa con el cabello húmedo y lleno de arena.

Otro par de chicos caminan con felicidad sin prestarle atención a nada en particular, solo disfrutan de su estadía ahí, del momento en sí.

Y muy a lo lejos, un chico con el cabello azabache, la barba de cinco días y los ojos verdes. Observa directamente a Eros, como si ya se anticipara esa reacción, como un mago viendo que su acto de magia saliera bien.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora