Capítulo diez. "Ojala se pudiera congelar el tiempo."

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– Me gustaría aprender a bailar ballet. – me rio y comienzo a jugar con la servilleta blanca que descansaba sobre mi regazo.

– Es una buena inversión de tiempo Anelisse, ¿siempre habías querido aprender, cierto? – cuestiona el pelinegro moviendo su tenedor fuera del plato.

–Siempre quise aprender, es como uno de mis sueños frustrados. Pero no se, si pudiera enumerar todos mis sueños frustrados de seguro sería una lista larga e interminable.

–Propongo un brindis.– señala la botella de champán que nos había traído el mesero desde que comenzamos la cena. Eros tomó la botella entre sus manos y con un simple movimiento quito la tapa para acto seguido servir en nuestras respectivas copas un poco de champán. – Por los sueños frustrados.

Ambos elevamos nuestras copas y hacemos el famoso "brindis".

– Por el destino que se encargó de reunirnos aquí. – señaló el lugar lentamente con la cabeza.

– Por las estrellas y el mar abierto.

•••

Hasta ahora el día más feliz de mi vida había sido cuando conseguí completar mi colección de muñecas cuando tenía trece años, sin embargo, ahora es difícil que ese día siga teniendo la corona. Hoy me encontraba libre, fuera de las leyes, fuera de algunos amigos hipócritas solo conocidos por conveniencia, de las responsabilidades, era libre por fin después de tantos años. Y las estrellas resplandecientes y el mar abierto a media noche, me hacían una gran invitación a querer quedarme aquí para siempre o por lo menos hacer que mi estadía se prolongue aquí.

Ojalá se pudiera congelar el tiempo y guardarlo en una cajita, o en un refrigerador.

– Buenas noches. – se despide Eros Ivanov, mi acompañante esta noche.

– Descansa Eros. – sonrió mostrando los dientes y me adentro a mi habitación, la puerta se cierra detrás de mí y entonces soy consciente de que he dejado un tiradero de las compras hechas esta tarde esparcidas por toda la cama.

Comienzo a guardar algunas en sus respectivas bolsas o las que tuviera más cerca, recordándome que debía comprar una maleta grande para meter esta ropa nueva cuando regrese a casa. "Cuando regrese a casa". Ahora esas palabras sonaban sumamente extrañas, porque no quería regresar a mi "hogar" allá sentí que nunca pertenecí lo suficiente, sentí encajar pero no como para llamarlo hogar.

¿ Es normal que allá pasado menos de dos días aquí y ya me quiera quedar para siempre? ¿Puedo llamar hogar a un hotel? No lo sabía, pero tampoco quería darle tantas vueltas al asunto. Estaba cansada y quería dormir, así que me dispuse a cerrar los ojos solo lo estrictamente necesario para recordarme que debía de doblar más ropa.

•••

Pero esa es la mentira que más digo y que más me creo. Despierto porque una persona sin sentido común esta tocando como carpintero clavando un tornillo en mi puerta de la habitación, así que a regañadientes y aún con el vestido azul sencillo de ayer me levanto de la cama aún hecha y con ropa esparcida en la otra mitad donde me quede dormida.

–Ya voy.– intento sonar pacifica y con calma, de seguro el día de ayer llegue tan cansada que se me olvido poner en la puerta el letrero rojo que significa "no molestar", para que las personas de servicio no pasen a recoger y limpiar.

Al fin llego y abro la puerta de un tirón con la mano derecha, mientras que con la izquierda me froto los ojos para ahuyentar las lagañas que se forman al comienzo de mis ojos siempre que duermo menos de ocho horas.

– ¿Te desperté? – pregunta Eros, quien lucía bastante fresco y presentable. Ya se estaba haciendo costumbre que él luciera siempre impecable mientras que yo... luzca como si me acaba de levantar para ir a la escuela después de terminar el proyecto semestral en una noche.

– Sí, pero no te preocupes. Necesito hacer muchas cosas.– señalo con la misma mano que frotaba mis ojos adentro de la habitación. –¿Qué ocurre?

– Yo también me he despertado un poco tarde y he venido a tocar pero no has atendido así que imagine que estabas dormida, el servicio al desayuno termina en una hora ¿Quieres bajar a desayunar? puedo esperarte. – Eros sonríe mostrando los dientes y por un instante quiero preguntarle si sus mejillas no se entumecen de tanto que sonríe, ah y también si puede compartirme de donde emana tanta paz y tranquilidad que emite.

– No te apures, no tengo tanta hambre y necesito echar una mano a mi habitación. ¿Por que no bajas a desayunar y cuando vuelvas vamos a la playa o a la alberca? Prometo ya estar lista. – mis mejillas comienzan a adquirir un tono carmesí encendido porque recuerdo que aún tengo puesto el vestido azul que traía el día de ayer. Mientras que Eros tiene puestos unos shorts con estampados de flores playeras y una guayabera blanca.

– Esta bien, creo que esta vez acepto tu propuesta porque en realidad muero de hambre. Podemos ir a la playa hoy ¿Qué dices?

– Me parece perfecto, me avisas cuando estés listo para bajar. – sonreímos y el se gira para comenzar a caminar hacia los ascensores.

Dejo ir la puerta para que cierre y busco un poco de ropa adecuada para la playa, un traje de baño morado de dos piezas parecer ser buena opción. Estoy decidida a no meterme a la playa a nadar, solo quiero tirarme en la arena y sentir la brisa despeinar mi cabello, quiero relajarme el día de hoy solamente.

Tomo el traje de baño y un short blanco y me meto a la ducha por veinte minutos aproximadamente, dejo que el agua caliente acaricie mi cuerpo adolorido por la posición en que me dormí.

Cuando salgo de la ducha me doy cuenta que mi celular se mantiene apagado desde ayer así que lo conecto y enciendo, después en lo que me llegan las notificaciones me cepillo el cabello y me hago dos trenzas pequeñas en los extremos del frente para hacer una simulación a una tiara. Después me rizo las pestañas, pongo poquito rímel y un poco de bloqueador en toda mi piel. Mi celular no deja de vibrar como loco así que me acerco y descubro que tengo muchas llamadas perdidas de mi mejor amiga Jenna, mensajes de mi ex-trabajo, de mis padres y notificaciones de redes sociales, Facebook e Instagram.

Estoy por tirarme a la cama para contarle a Jenna todo lo que ha pasado y donde estoy ahora, cuando de pronto alguien toca mi puerta. Supongo que es Eros así que no quiero hacerlo más esperar.

Tomo mis auriculares, mi celular, su cargador, las llaves de la habitación y el libro que venía leyendo en el avión y lo meto a mi bolsa de mano.

– Ya voy. – le aviso al pelinegro mientras me pongo mis sandalias negras que según la señorita que me las vendí ayer "van con todo y son adecuadas para la arena". Agarro mi bolsa de mano y abro la puerta, encontrándome a Eros con el mismo short que traía en la mañana, solo que ahora tenía puesta una playera sin mangas color blanco. – Lista para tirarme toda la tarde en la arena caliente.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora