Capítulo veinticinco. "No voy a ser tu marioneta, nunca más."

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Camino en dirección a mi habitación, por una parte me siento bien. No serán otra pareja que aguante infidelidades el uno al otro y que por ello su relación sea un ejemplo de amor, aunque por fuera todo el mundo sepa quienes son.

Espero, que si algún día llego al altar, este muy segura de la persona con la que uniré mi vida el resto de mi estadía aquí. Y si no llega a funcionar lo que en un principio catalogamos como amor de verdad, espero tener el coraje para alejarme de él.

Alejo mis pensamiento un segundo para mirarme frente al gran ventanal que esta frente a los elevadores, mi vestido esta húmedo y es un desastre. Mientras que mi cabello es un nido de pájaros con trozos de paste por doquier y se que mi olor es similar al de la champaña. Y aún así, me obligo a sonreír.

De pronto escucho al pelinegro hablar, se escucha preocupado. Así que me acerco en dirección al cuarto de servicio y escucho a escondidas todo lo que tiene que decir.

Diecinueve horas antes.

– ¿Te sientes mejor? – le pregunto al pelinegro una vez que se acerca al asiento del piloto. El detiene su acción y me mira directamente a los ojos.

– Lamento haberte gritado, tú eres la única que no tiene culpa aquí. – se lamenta.

– Yo también tengo días muy malos. – asiento y ambos reímos. Después aguardo paciente a que desactive los seguros del automóvil para poder ascender y manejar con rapidez hasta el hotel.

Una vez que entramos a la gran y acogedora recepción de nuestro lugar de alojamiento y subimos el elevador en completo silencio. Llegamos a la puerta de nuestras habitaciones.

– Mañana es uno de los últimos días aquí, ¿No quieres ir a una boda?

–No me gustaría estar consiente de la infidelidad y aún así no estar haciendo nada. Me sentiría mal. – respondo con sinceridad.

–Respeto tu opinión, pero si te decides. Podríamos ir por los postres.

Comencé a reí y asentí. Después me despedí de él moviendo lentamente la mano de derecha a izquierda e ingrese a mi habitación, dirigiéndome directamente a mi cama. Pues ya necesitaba un buen descanso.

Nueve horas antes.

Despierto con el cuello torcido ¡Que novedad!, trato de acoplarme a la molesta luz artificial que emite la lámpara de mi mesita de noche y al final desisto, busco con la mano derecha el interruptor y al no encontrarlo decido tirar de la conexión directa.

Antes de perderme en los brazos de Morfeo he decidido asistir a la boda, pues mi sexto sentido me intuía a asistir y por esta vez, le haría caso.

Así que me levanto de un salto, mientras sigo frotando mis manos contra los ojos para poder despertarme y acoplarme a mi entorno. Después, me dirijo hacia las grandes cortinas azules y las abro con un movimiento rápido, dejando que la luz natural entre a toda la habitación, abro la puerta corrediza y dejo que la briza del mar choque con toda mi cara. Dejando que se leve el estrés y pensamientos negativos que tengo sobre el día de hoy.

Cuatro horas antes.

– Tal vez debiste avisarme en cuanto tomaste la decisión. – me reprochaba Eros mientras caminábamos de regreso a las habitaciones, después de un rico y saludable desayuno basado en frutas y huevos revueltos.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora