Capítulo 51 "A la mierda los errores, creo en las segundas oportunidades."

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La Arena ya está caliente, deben ser aproximadamente las once del día. Unos chicos están jugando voleibol unos metros lejos de mí y se ven tan felices corriendo de un lado a otro, animando a esa chica de cabello oscuro a saltar aún más alto a elevarse para rematar y anotar un punto.

Unos pequeños traviesos pasan a mi lado y se sumergen en el mar, ajenos a las responsabilidades. Los rizos dorados del primero salen a la superficie y mira en mi dirección, se ríe dejando al descubierto unos hoyuelos a ambos lados de su sonrisa, después se da media vuelta y vuelve a jugar en el agua salada.

Sé que si analizo a cada persona que se encuentra en ese lugar podré encontrar un pedazo de felicidad, una sonrisa curiosa o una mirada electrizante. Y es cuando me permito analizar todo, recordar todo. ¿Qué es la felicidad?

¿Fue lo que sentí cuando fui al cine con Eros y corrimos debajo de la lluvia? ¿Fue lo que sentí la primera vez que cenamos debajo de las estrellas? ¿Fue lo que sentí cuando supe todo lo que estaba triunfando? ¿Lo que sentí después de cantar karaoke con él? ¿Eros era mi felicidad?

Sabía la respuesta, siempre lo supe.

Di media vuelta, ya no importaba que la arena quemara debajo de mis pies, no importaba que estuviera debajo del sol sin protector. Me quede mirando las huellas que había dejado por el camino que había venido y de pronto otro par se le unió, de pronto era Eros y yo corriendo por la orilla de la playa hacia ningún punto en específico, de pronto éramos él y yo. En un momento existente que quedó en el pasado, en un recuerdo que se desvanecía entre mi mente. Su presencia rondaba cómo un fantasma por mi subconsciente a casi diario y me aferraba a su risa inconfundible, a sus chistes de mal gusto y a su manera peculiar de actuar. Y cuando lo vi de nuevo, solo pude pensar que teníamos otra oportunidad, que estábamos destinados a ser... casi como dos imanes que se pierden en la oscuridad y comienzan a rodar sin rumbo, alguna vez se volverán a encontrar otra vez porque su magnetismo es único.

Dejo los tacones en la arena y corro, corro en dirección contraria al hotel donde fue la boda de Jenna. Corro tan rápido como me es posible, el cabello sucio me cae a los lados de la cara y se pega a esta a causa del sudor que emana mi cuerpo, pero no me importa. Nada me importa.

Sigo corriendo en dirección a la entrada del hotel y pasó la entrada escuchando unos gritos en mi espalda "No puede entrar llena de arena". Y a mí me importa un carajo.

Subo las escaleras de dos en dos mientras pienso que no sé por dónde empezar a buscar. No sé si sigue aquí o si se fue después del cementerio. Y tengo que averiguarlo.

Llego a la recepción y sé que los guardias me pisan los talones, no hay mucha gente así que sería una presa fácil. Me interceptarían y sabrían que no pertenezco a este hotel. Por lo cual debo darme prisa. Estar aquí me trae recuerdos, más dulces que amargos por supuesto.

Corro con más rapidez y entonces veo mi objetivo, de hecho no lo puedo divisar pero algo me dice que es el. La silueta misteriosa deja el periódico en la mesa y se levanta de un salto dándome la espalda completamente. Frente a él, un chico alto con el cabello despeinado y unos lentes oscuros cubriendo la mitad de su rostro me mira directamente. O al menos eso creo.

— ¡Eros! — gritó lo más fuerte que mi garganta me permite y en ese momento unos brazos fuertes me sostienen. En seguida un hombre alto se para frente a mí, cubriendo la espalda de Eros y alejándolo de mí. — Escuchen es solo un segundo, necesito hablar con él. — supliqué.

— Señorita debe acompañarnos no puede estar aquí. — exclamaba con amabilidad el guardia que me tenía sujeta.

— Solo será un momento. — pedí pero hizo caso omiso. Me tomo del brazo y fui arrastrada lejos. En dirección a la salida del hotel. Intente voltear y pedir ayuda a Eros, pero en cuanto me decidí supe que el ya no estaba ahí.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora