Capitulo ventisiete. "Mi historia sin final feliz."

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– Este es el hotel de mis padres, en ello no te mentí. Y lo van a vender. Muy pronto. – hace una pausa prolongada y después sigue. – Zev se enteró y me contacto. Mentí cuando dije que el contacto se había roto desde el accidente, entonces ambos decidimos idear un plan para conservar el hotel ¿Pero que podríamos hacer? Solo dos chicos sin ingresos mensuales fijos, con un par de deudas sobre las espaldas. Queriendo rescatar el recuerdo frívolo que les ha quedado de sus padres.

– Tal vez fue más mi manipulación psicológica, eso quiero que lo tomes en cuenta Anelisse. – lo interrumpe Zev. O ni siquiera sé si es su verdadero nombre.

Decido ignorarlo y antes de que el pelinegro siga con su relato, una voz chillona y rasposa se hace resonar a través del eco que producen los pasillos de los ascensores.

– ¡Gracias por dejarme varada tres días ahí! – grita con frustración mientras más se acerca a donde estábamos nosotros. – ¡Eso se lo tendrás que explicar a mi padre!

Pronto, la chica llega a donde nos encontramos, pero sigue de largo. No se detiene ni un segundo. Así que solo es visible su bonita y definida silueta, con su cabello rojizo cayéndole en la espalda como cascada.

– Es ella. – le dice el pelinegro mayor a su hermano por lo bajo, sin embargo el cuarto de servicio es tan pequeño. Que yo logro escucharlo. – Es Sandy Price. – se repite mentalmente en voz alta.– Es tu última oportunidad, ¿Sandy o Anelisse?

¡Pero que se creía!

Mis ojos se abrieron exageradamente - y si también lo hubiera hecho mi boca no me sorprendería en lo absoluto- y mire a Eros. Sus ojos verdosos nunca habían sido más expresivos como ahora.

– Escucha Zev...

– No te molestes en pensarlo, yo me largo. – exclamo con fiereza.

Doy media vuelta y corro hasta mi habitación, soy consiente de que me sigue. Pues sus pisadas resuenan por todo el angosto pasillo y su voz me llama a la lejanía, sin embargo en ningún momento decido detenerme.

Llego a mi destino y entro con rapidez, cerrando detrás de mí la puerta. Entro y comienzo a pensar las cosas, sin embargo no puedo centrarme en algo y todo comienza a darme vueltas. La respiración deja de ser constante y comienza a faltarme, siento esa presión en el pecho que tanto odio.

– ¡Zev! ¿¡Qué estas haciendo?! ¿¡A donde vas, imbécil!? – y sin más escucho sus pisadas alejarse por el corredor hasta que todo mi alrededor vuelve a quedar casi en completo silencio.

Y creo que es justo hacer una pausa, me resbalo por la pared de mi habitación y abrazo mis rodillas con el brazo. Las lágrimas siguen cayendo con fuerza por mis mejillas y un dolor punzante se instala en mi cien del lado derecho. Estoy tocando fondo y ni siquiera se porque duele tanto.


Tal vez pasaron horas, tal vez minutos o inclusive una noche entera. No lo sé con certeza, solo se que he llorado hasta agotar todas mis lágrimas, he sacado todo lo que tenía adentro y ahora que estoy seca y sin ganas de seguir llorando. Aún pegajosa por el licor derramado en la boda y el pastel de bodas esparcido por mi cuerpo. Debo tomar una decisión.

Me meto a tomar una ducha rápida para deshacer la sensación de suciedad.

¿ Si mintió en cosas básicas? ¿ Su confesión de amor fue verdadera? ¿ Que debo hacer? ¿Qué quería hacer? El me hacia bien, Eros -al menos lo seguía conociendo así- me hacía bien de mil maneras. Con el fui yo misma por primera vez, me dejé llevar y abrí mi verdadero ser a una persona que me mintió en la cara.

–¿Por que tienes que hacerme tanto bien y tanto mal a la vez? – le pregunto a nadie en general.

Salgo de la ducha con solo una toalla blanca enredada en mi cuerpo y miro todo el desastre que había causado en la mañana para elegir mi vestido de boda. ¿Quién diría como cambian las cosas? Hace un par de horas estaba preocupada por la situación de las gemelas y Alan y ahora estaba en la esquina de la cama, llorando y pidiendo una revelación mística. Para saber que haría a partir de ahora.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora