Capítulo veintinueve. "Al menos sabré que hice lo mejor que pude."

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Las lagrimas comienzan a descender por mis mejillas mientras veo como el avión sigue ascendiendo, hasta ser un punto invisible entre todas esas nubes blancas.

Siento que el equilibrio me falla, no puedo mantenerme a pie correctamente, hasta que siento unos brazos rodearme.

– Tienes que calmarte. – me susurra Zev mientras intenta que no mueva mis brazos en todas direcciones para zafarme de su agarre.

–¡No quiero calmarme! – le grito y al fin logro soltarme de sus brazos. Ambos nos posicionamos frente a frente, somos de la misma altura así que tenemos los ojos fijos el uno en el otro. –¿Por que teníamos que tener esa conversación cerca de ella? – golpeo su hombro derecho con fuerza.

–¡No trates de buscar culpables!, necesitas comenzar a enfrentar tus propios errores, tus propias acciones. Deja de entrometer a terceras personas.

– No estoy buscando culpables. – la sangre hierve dentro de mi. Estoy comenzando a llegar a mi limite. – Pero si tu jamás me hubieras convencido de enamorar a Sandy Pierce nada de esto estuviera sucediendo, ¡Al fin era feliz con alguien! ¡Estaba reconstruyendo mi vida y ahora todo se ha ido al carajo!

– ¿Qué te garantiza que ella iba en ese avión?

Zev lucía bastante calmado y eso era lo que más me molestaba.

– No lo sé, no sé si iba en este jodido avión o si esta en la central de autobuses. Solo se que lo arruine, no fui sincero y ahora la he visto partir.

Se que el no tiene toda la culpa de todo lo que ha pasado, se que también he puesto de mi parte para joderlo y se que tiene razón en cuanto a que siempre busco terceras personas para involucrarlas y echarles la culpa de lo que yo he causado. Pero me molesta pensar en aquello y en vez de recapacitar y aceptar quien soy en realidad. Me dedico a soltar el primer puñetazo en su dirección.

Mi hermano se tambalea un poco hacia atrás y agarra con la mano izquierda su mejilla derecha. A pesar de que mi vista esta nublada por las lagrimas, estoy consiente de que he derramado un par de gotas de sangre en su playera negra. No espero su reacción y ataco con el segundo golpe.

Descargando la ira que tenía acumulada durante todos estos años.

Zev recobra la compostura e intenta detener mis golpes, pero no lo logra y por el contrario me suelta una patada en el abdomen...aquello provoca que pierda por completo el equilibrio y expulse todo el aire. Cayendo de espalda al suelo y con un dolor punzante ahí donde me ha pegado.

–¿Es necesario llamarle a alguien más? – escucho una voz masculina en la lejanía.

– ¿Una ambulancia, tal vez?

– No, el estará bien. Solo debemos llevarlo a otro lugar para que recobre el aliento y la cabeza. – exclama mi hermano.

Y es todo lo que recuerdo antes de perderme en la negrura de mis pensamientos.


Despierto y no se con exactitud cuanto tiempo ha pasado. Solo se que mi cabeza me punza y el dolor del abdomen es insoportable.

Acoplo mi vista con cada parpadeo y soy consiente de que estoy en un hospital. Puesto que todo es blanco.

– Has despertado. – me dice Zev.

Me obligo a buscarlo por toda la habitación hasta localizarlo frente a mi, con una compresa de hielo puesta en su lado izquierdo de la cara. Evito su mirada porque se que no reaccione de la mejor manera.

– Lamento haber perdido los estribos hace rato. Llegue a mi limite. – me disculpo torpemente.

– Esta bien, hermano. – intenta sonreír, sin embargo le sale una mueca de dolor en su lugar. – Tal vez esto era lo que necesitábamos para arreglar nuestras diferencias, ¿No crees?

Asiento. – Aunque tal vez, si íbamos a arreglar las diferencias...debiste avisarme para darte con más fuerza.

–¿No te parece suficiente? – se señala con la mano libre y comenzamos a reír.

–¿Dónde estamos?

– En la enfermería del aeropuerto, no ha pasado mucho...tres horas desde tu episodio psicópata.

– La perdí. – suelto de repente.

Un silencio misterioso se instala entre nosotros.

– Aún no es tarde.

Niego. – Le mentí.

– ¿Qué ha pasado con eso de las segundas oportunidades?

Vuelvo a negar mientras me siento sobre la camilla y miro a un punto muerto en el piso.

– Uno debe saber cuando es momento de rendirse.

– Ve tras ella.

Vuelvo a guardar silencio. Es el plan que me gustaría seguir justo ahora, en verdad nada me haría más feliz que ir detrás de ella y volver a encontrarla y escuchar sus pésimos chistes o su voz alegre. Pero si ella necesita su espacio lo voy a entender, no voy a presionarla.

– La decisión es tuya, sin embargo los boletos para el próximo vuelo se encuentran entre tu chamarra. Por si decides buscar al amor de tu vida.

En el pasado ambos cometimos errores, y ambos nos culpamos de los resultados. Provocando una brecha de odio y rencor durante muchos años, años perdidos que ya no se podrán recuperar.

Sin embargo, creo que aun puedo cambiar eso con Anelisse, aun puedo evitar el perder tanto tiempo solo por resignarme a que se ha marcado de mi lado. Iliria al centro de México a buscarla, como aguja en un pajar.

¿Y si ya no la encuentro?

Al menos sabré que hice lo mejor que pude.

Me acerco al pelinegro mayor de la familia Williams y lo fundo en un tierno abrazo.

– A golpes si se arreglan las cosas. – comienza a reír.

– Cuando vuelva aun esta pendiente una platica seria entre los dos, necesitamos aclarar muchas brechas. Pero por lo mientras, gracias. – le digo con sinceridad.

– Para eso esta la familia, siempre. – Zev pone su mano sobre mi hombro y me da un cariñoso y reconfortante apretón. Esa es la manera que teníamos a los seis años para hacernos saber que todo estaría bien.

Tomo mi chaqueta negra de la camilla y asiento repetidas veces, dos minutos después salgo de la enfermería improvisada del aeropuerto y busco la sala indicada para esperar a que el siguiente avión al centro de México despegara.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora