Capítulo ocho. "El teorema de Eros."

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–¿Quieres cenar o vamos directamente a dormir? – le pregunto a Eros mientras caminamos de regreso a la entrada del hotel.

–Necesito cenar algo, si quieres vamos a cambiarnos o ducharnos rápido y bajamos a cenar, de todos modos el servicio se acaba a las diez.

Asiento y apretamos el paso, entramos y caminamos entre toda la multitud para llegar a la fila de los ascensores.

–El helado estaba rico, lo que no fue rico fue como nos trato la señorita Sam. – afirma Eros.

–Gracias por defenderme.

–No es nada, simplemente no me gusta que las personas traten mal a otras personas...

–Sin conocer sus capacidades o habilidades. – completo por el.

Me mira y sonríe mientras asiente, satisfecho por mi respuesta. El primer ascensor de abre y deja que nos subamos, sin embargo antes de que las puertas se cierren una pareja se sube mientras discuten.

–No es posible, no es posible Alan, en verdad que sacrifique la oportunidad de mi vida solo por acompañarte y me sales con esto. – lloraba una rubia de ojos cafés, quien aun escurría debido a su cabello y ropa mojada.

–No tengo nada que decir Jaqueline, sabes quien soy yo y sabes como soy yo.

–¡Pues si es así entonces mejor me voy! ¡Que te aprovechen! – la chica detiene el elevador y sale furiosa, las puertas se vuelven a cerrar y el joven que la acompañaba solo respiro profundo y se revolvió el cabello dejando pequeñas gotas sobre mi y mis bolsas.

–No deberías dejarla sola. – exclamo sin pensarlo.

El chico se gira y siento que sus ojos verdes traspasan mi ser y por un momento creí que podía ver mi alma.

– El hotel es gigante y hay más de mil personas aquí, deberías ir por ella. – le explico Eros y su mirada paso a mi acompañante.

– No se si quiero seguir con esta relación, siendo honestos no les debo de contar mi vida privada.

El ascensor nos indica que ya hemos llegado a nuestro piso así que procedemos a descender.

– Ve por ella, luego te vas a arrepentir. – le dice Eros mientras la puerta del ascensor se cierra.

– ¿Crees que sea mejor que la deje ir? – le pregunto a Eros una vez estando en el pasillo que conduce a nuestras habitaciones.

– Sabrán que hacer en el momento correcto, no sabemos su situación Anelisse...– me dedica una sonrisa cálida y espera paciente a que habrá la puerta, y mierda.

– No saque la llave.– susurro bajo pero Eros me escucha y no puede evitar soltar una risita nerviosa.

–Ay, pues ammm podrías brincar de mi balcón con una leve posibilidad de caer. – se encoje de hombros con naturalidad.

–Yo creo que mejor bajar a recepción.– señalo al pasillo principal con mi mano derecha.

–Es menos divertido, pero creo que te acompañare. Deja tus bolsas aquí en mi habitación, para no ir por la vida con ellas.– se hace a un lado y abre la puerta, después la sostiene con la mano izquierda y espera paciente a que entre con todas las bolsas y las deposite en el suelo. Salgo de su habitación y espero a que el deposite las bolsas que estaba cargando, después ambos nos vamos y nos colocamos frente a los ascensores.

–Perdón por ser tan distraída.– exclamo con una sonrisa mientras aguardamos pacientes a que un elevador nos deje subir.

– A todos nos puede pasar, por cierto sabías que a esta hora es más fácil bajar por las escaleras que por el elevador.

–No creo, son casi once pisos. – niego divertida.

– Vamos a comprobarlo, tu esperas a que un elevador venga por ti mientras yo bajo a pasos lentos por las escaleras ¿aceptas?

–Te veo abajo, campeón. – le doy un golpe suave en el hombre y miro como se aleja y desaparece entre las escaleras. Espero paciente a que el elevador me recoja, pero eso no pasa durante el siguiente minuto, ni el próximo y comencé a desesperarme un poco hasta que el segundo elevador se abre completamente solo así que me meto de una y espero a que el elevador baje, en completo silencio preguntándome porque soy tan distraída.

El elevador llega a su fin y me dispongo a buscar a Eros, pero no lo encuentro en la fila para subir al elevador o en la gran sala de recepción, así que vuelvo y lo buco en las escaleras quizá aun no baja, entro y me doy cuenta de que esta en el suelo.

–¡Eros!– le grito y corro a su lado, el comienza a reír mientras lo ayudo a sentarse.

–Te gane.– debajo de su ojo tiene un ligero moretón y se abrió el labio.

–¿¡Como que te gane!? Dios, esto es serio, no te muevas de aquí iré por un enfermero o llamare a la ambulancia, no te muevas. ¡Ayuda! ¡Ayuda! – gritaba a su lado.

Eros comienza a reír más fuerte y acuna mi cara con sus dos manos.

–Tranquila Anelisse, estoy bien solo necesito enjuagarme un poco. Voy rápido al baño, tu ve por la llave de tu habitación para poder bajar a cenar.– me parece una falta de respeto que aquí la que siente la presión baja y el corazón a punto de salir sea yo y no Ivanov.

Asiento después de unos momentos y lo dejo ir en paz hacia el baño.

–¡Grita si se te sale un pulmón! – le grito mientras lo veo desaparecer entre la multitud desesperada por subir a algún ascensor.

Camino con rapidez a la recepción y entablo una conversación con el joven recepcionista. Por una parte me alegra que no este aquella chica con chongo despeinado que nos atendió el día que llegamos.

–Buenas noches señorita, ¿En que puedo ayudarle? – me pregunta con amabilidad.

–Am, estoy instalada en la habitación mil doscientos seis y deje la llave adentro por accidente ¿Hay manera de que la recupere?

– Claro que si, solo dígame su nombre y un par de preguntas de confidencialidad después le daré con gusto la llave.– asiento y comienza con el interrogatorio federal. –¿A nombre de quién esta?

– Anelisse Strong.

–Error.

–¿Disculpe?

– No esta a nombre de Anelisse Strong.– responde con obviedad.

Oh, quizá este a nombre de Eros, al fin y al cabo el la solicito para mi.

– Me he confundido debe de estar a nombre de mi acompañante Eros Ivanov.– comencé a contar mentalmente para no dar por perdida mi paciencia.

–Eso es cierto, ahora ¿Qué es usted de el?

– Su amiga.– niega. – Acompañante.– niega.–Su hermana.

–Señorita ¿sabe o no sabe que es usted de Eros Ivanov? No estamos jugando a las adivinanzas. – refunfuña.

–Honestamente...

– Porque bueno si le da vergüenza, lo entiendo. Aquí la registraron como su amante.

Me quedo estupefacta sin articular palabra, esa castaña me las va a pagar.

– Aquí tiene señorita de Ivanov, tranquila su secreto esta a salvo conmigo. – me guiña un ojo y me extiende las llaves, en ese momento veo que la chica de ayer entra y entonces veo la oportunidad de brillar.

–Para que lo sepa, soy la oficial. – digo lo suficientemente alto para que la chica nos oiga y haga una mueca, después sonrío y me doy media vuelta, sin embargo me obligo a retroceder porque he chocado con alguien.

–¿La oficial de que? – cuestiona Eros deteniendo un pedazo de papel en su labio inferior derecho.

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora