Capítulo cuarenta y uno. "La mitad de mi laurel es tu historia contada."

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Despierto de golpe, el corazón me duele descomunalmente y la voz no me sale para gritar. Entonces busco el maldito aparato del que ahora dependo y cuando doy con el lo aprieto en repetidas ocasiones para que Hanks viniera a hacerse cargo de mi.

Ella entro minutos después, tenía el pijama puesto, los ojos lagañosos y el cabello revuelto. Sentí pena por ella, pero después recordé que es su trabajo y que le estábamos pagando muy bien y que a ella le gusta y se me pasa.

– ¿Otra vez el mismo sueño? – me pregunto mientras bajaba un par de medicamentos y los mezclaba para dármelos.

Asentí intentando recuperar el aire. Mentir ya no era una opción viable, si quería sobrevivir tenía que ser sincero con la enfermera Hanks.

– Toma esto bajara la inflamación y te ayudara a dormir un poco. Mañana irán a firmar el contrato con la empresa que menciono Marshall. – hizo memoria y me paso un vaso con agua y un par de medicamentos.

Le agradecí y tome todos los medicamentos que me ofreció.

– Sabes que estaré en la puerta de al lado solo por si necesitas algo. – me guiño el ojo y cerro la puerta.

Solté el aire que había retenido y pude sentir como mi pecho se iba desinflamando poco a poco, también iba siendo consiente de que el sueño me estaba aplastando a cada instante que pasaba.

Agradecía enteramente la idea de Ethan de ponerme una enfermera personal 24/7. Y también sabía que debía de acudir a algún lugar para hablar de ese sueño que me recordaba a la pelinegra con sus azules ojos y sus labios carnosos.

Aún recuerdo que la primera vez que la soñé fue en el último día en el hotel. Recuerdo colgar el teléfono e irme directamente a dormir, soñé su rostro y que ella me dijo "Todo va a estar bien" mientras me abrazaba.

Cuando desperté me fui directamente a hacer las maletas con las pocas pertenencias que llevaba y recordarle a mi hermano que cuando regresara a la ciudad se trajera el resto. Tome el bus a las cinco y media de la mañana para estar en la Universidad a las ocho y treinta.

Después entre a esa sala y cambie mi vida para siempre, resulta curioso cuanto ha cambiado mi vida desde aquel suceso hace seis meses. La verdad yo siento que solo ha pasado un par de días o tal vez un par de semanas, supongo que es por tanto estrés.

Anelisse nunca me marco y realmente entiendo y respeto su decisión. Está bien que haya decidido ya no creerle a un mentiroso.

¡Que dramático! ¡De seguro son las pastillas!

Poco a poco me voy quedando dormido en los brazos de Morfeo y con certeza de que ya no soñare con ella -causa de los fuertes medicamentos que logran noquear hasta un elefante por ocho horas- me dejo ir.


POV ANELISSE

– Por enésima vez Jenna, no podemos demandar a Zack solo porque no los dejo entrar a su fiesta. –vuelvo a repetir con calma mientras mi mejor amiga hace un puchero y se cruza de brazos.

– En verdad lo siento Anel, pero es que Jenna se me perdió un rato y cuando la encontré estaba tomando Bacardí encima de una mesa. – se excuso con torpeza Dereck mientras intenta llevársela de mi oficina.

– No te preocupes Derek, los llevare a casa. Solo necesito enviar un par de documentos a una empresa que nos han solicitado para defender a unos nuevos artistas. – me encojo de hombros con simplicidad y vuelvo la mirada al ordenador.

– Es que, esa es la otra cosa. – menciona el castaño. – Perdimos las llaves del departamento en la fiesta. – cierra los ojos como si esperara el impacto de mi mano en su cachete. ¡Y estuve a nada!

EL MAR TATUADO EN TU PIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora